Hasta en las mejores familias

Son ahora las 11:40, y el contrincante sale a hablar ante su gente: “Los resultados me han otorgado una victoria apretada...”, dice con grandilocuencia, “no dejaré que me roben la victoria”.

Horas después, con el ambiente sumamente agitado, el órgano electoral decide por fin hacer acto de presencia. “En este momento no podemos declarar un ganador, la elección está demasiado cerrada para poder tener este tipo de información, tendremos que esperar al conteo final”. Y cuando declaran al primero vencedor, de inmediato su rival grita “¡fraude!”. 

Emilio Lezama Emilio Lezama Publicado el
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Son ahora las 11:40, y el contrincante sale a hablar ante su gente: “Los resultados me han otorgado una victoria apretada…”, dice con grandilocuencia, “no dejaré que me roben la victoria”.

Horas después, con el ambiente sumamente agitado, el órgano electoral decide por fin hacer acto de presencia. “En este momento no podemos declarar un ganador, la elección está demasiado cerrada para poder tener este tipo de información, tendremos que esperar al conteo final”. Y cuando declaran al primero vencedor, de inmediato su rival grita “¡fraude!”. 

La escena parece extrañamente familiar. Sin embargo, la escena que acabo de describir no sucedió  en México, sino en Francia hace unas semanas.

Jean-François Copé y François Fillon llevan días inmersos en una fuerte batalla postelectoral por la presidencia de la Unión por un Movimiento Popular (el UMP), la unión de partidos de derecha en Francia. Copé ha sido declarado ganador por un estrecho margen, pero su contrincante, François Fillon, argumenta que la elección fue fraudulenta. Copé, a su vez, ha negado la posibilidad del fraude y pide, en nombre de la civilidad, que su contrincante acepte los resultados.

La situación ha creado una crisis mayor en el seno de la derecha francesa,  que hace unos meses perdió las elecciones presidenciales. De no resolverse el problema con prontitud, la coalición de derechas corre el riesgo de fragmentarse. Esto podría ser un golpe fatal a la debilitada UMP. El triunfo de Hollande en las elecciones presidenciales  de mayo significó la primera derrota de la derecha desde que Jacques Chirac asumió la presidencia en 1995.  

Pero para el UMP el riesgo no solo está en perder terreno frente a  la izquierda. De hecho,  el mayor peligro para su supervivencia viene de la derecha radical. Marine Le-Pen y su Frente Nacional ha “robado” muchos votantes al UMP en los últimos años. Las posiciones radicales y xenófobas de Le-Pen le han ganado un gran número de admiradores entre los sectores más conservadores que sienten que la derecha más moderada no es suficientemente clara en su postura frente al fenómeno migratorio que vive el país galo.

La situación se agrava mientras las diferentes corrientes del UMP discuten la posibilidad de repetir las elecciones. Sin embargo, a pesar de la urgencia de llegar a una resolución, ninguno de los candidatos está dispuesto a ceder. Por lo pronto el mayor beneficiado ha sido Hollande, quien antes de las elecciones del UMP se encontraba ante un ataque frontal de la prensa francesa  que lo acusaba de carecer de carácter. Ahora la atención mediática se ha desviado.

El caso del UMP es importante en nuestro contexto porque demuestra que los conflictos electorales no solo ocurren en nuestro país. México no es esa excepción a la regla que muchas veces creemos. La frase “solo en México…” es un cliché sobreutilizado en la cultura popular mexicana. La realidad es que no somos tan distintos al resto del mundo y que aún en los países con sistemas democráticos más desarrollados suceden muchos de los vicios que consideramos autóctonos. Por eso es importante no absorbernos en los problemas internos, hay que entender el  contexto internacional para poder entender que quizás no estamos tan mal como pensamos. 

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