El sabor del hambre

La adrenalina, el sudor, el silencio antes de arreciar el golpe y conectar un jab, el boxeo ofrece un espectáculo sin equiparación alguna, increíble que el pelearse sea considerado un deporte, una manera de ganarse la vida, un afán entre la especie humana por darle una etiqueta a un instinto de supervivencia.

 

Hidalgo Neira Hidalgo Neira Publicado el
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La adrenalina, el sudor, el silencio antes de arreciar el golpe y conectar un jab, el boxeo ofrece un espectáculo sin equiparación alguna, increíble que el pelearse sea considerado un deporte, una manera de ganarse la vida, un afán entre la especie humana por darle una etiqueta a un instinto de supervivencia.

 

Películas sobre el pugilismo han ido y venido en la historia del cine, algunas con grandes triunfos en taquilla y preseas fílmicas y otras que pasan de noche sin ser notadas por el público, pero “Manos de piedra” seguro tendrá la notoriedad que su público latinoamericano sabrá apreciar.

 

Narrando la historia de Roberto Durán desde que era pequeño, una parte clave del entramado es hablar del contexto de Panamá en los años sesenta, momento en el que el país estaba prácticamente coptado por Estados Unidos debido a la retención del canal del país centroamericano, que une el mar Caribe con el Pacífico.

 

Y así como estos guiños nos llevan a un momento histórico, también nos hacen confidentes de la vida del boxeador que empezó desde los barrios bajos, ahí donde el hambre es canija y no queda más que hacer algo productivo de la vida para aplacar el dolor del vacío en el estómago.

 

El reparto que juntó la cinta es un claro acierto del destino, ya que antes de que Edgar Ramírez y Robert De Niro tomaran los papeles de “El Cholo” y Ray Arcel respectivamente, otra era la elección para salir a cuadro.

 

Gael García Bernal y Al Pacino eran los actores que estaban visionados para representar al boxeador y entrenador, pero siendo honestos, Ramírez y De Niro hacen una dupla digna de recordar y aplaudir en la ficción.

 

Los aportes actorales de Rubén Blades, Óscar Jaenada, Usher Raymond, Ana de Armas o de John Turturro, entre otros, también forman un cuadro elemental dentro del largometraje, siendo este equipo dramático el brazo fuerte de la producción.

 

Sin embargo, “Manos de piedra” no deja de ser una mirada autocomplaciente y discreta a la vida de Durán, restando valor a sus caídas deportivas pero si resaltando sus días de gloria.

 

Las cosas como son, y esta es una versión dramatizada de la vida del deportista panameño, sin pretender ser un documental, por ese lado hasta el mismo Durán ha comentado que hay varias situaciones que no ocurrieron como en la película, y pues así es Hollywood, sólo toma y retrata lo que es atractivo para la cámara.

 

Tal vez lo que le faltó a “Manos de piedra” fue tener más hambre de triunfo, como realmente la tuvo Roberto Durán, quien en verdad sufrió penurias y dice saber lo que es esa sensación, de no tener que comer, de asomarse a los botes de basura para poder alimentarse, lidiar con el sabor del hambre.

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