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¡Ay, Herodes!

Cuando el presidente Enrique Peña Nieto se despertó pensando en cómo hacer algo, quizás no en cómo joder a México, pero en algo, éste se realizó. Se dio cuenta de que ya no tiene nada que perder, invocó a Juan Gabriel y simplemente dijo “me nace del corazón”.

 

Cuando el presidente Enrique Peña Nieto se despertó pensando en cómo hacer algo, quizás no en cómo joder a México, pero en algo, éste se realizó. Se dio cuenta de que ya no tiene nada que perder, invocó a Juan Gabriel y simplemente dijo “me nace del corazón”.

 

Fuck it, why not? Yo hubiera echo eso y más, solamente que para intentar semejante acrobacia hay que hacerlo bien.

 

A estas alturas del partido, el Jefe Supremo de las Fuerzas Armadas se irá con tantas cruces, aparte de los 43 normalistas, los más de 120 mil muertos y 30 mil desaparecidos que heredó de aquel Presidente que ahora algunos extrañan pero en su momento repudiaban, que intentar dignificar su administración en lo que resta de su mandato no sólo es lo correcto si no su deber. 

 

Harto de su baja popularidad, de tanto tropezón —propio y de sus colaboradores— sumergido en la desesperacion, el Presidente es como un equipo de futbol que ha sido goleado y que solamente quiere que ya se acabe el partido. 

 

Sin embargo, en lo personal le creo al Presidente. No creo que exista algún Presidente mexicano que se haya despertado pensando en cómo joder a México, en cómo hacerle para que le vaya mal al país y a su gente.

 

Otra cosa es que quizás se despierten, pongan rodilla en tierra y le recen a San Herodes. 

 

Porque lo único que es evidente es que aquella ley sigue más vigente que nunca: “O te chingas o te jodes”.

 

Pero también es cierto que la nueva generación de políticos y gobernantes han llegado 

—unos más que otros— dándose cuenta que la realidad virtual es la nueva realidad humana. 

 

Por qué la verdadera manifestación y traducción del hartazgo social está en el aire. Y no, no me refiero a la poética del Premio Nobel de Literatura Bob Dylan, si no en aquel aire en el que se encuentra la infinita nube llamada Internet.

 

Desde ahí se ha materializado el linchamiento a la corrupcion y las malas prácticas. Desde ahí, Peña Nieto vio cómo se desmoronaba la promesa que representó, y desde ahí Javier Duarte vio venir lo que hoy ya es una realidad. 

 

No obstante, uno no basta. Ya lo dijo el secretario de Gobernación Osorio Chong, Duarte será detenido. Pero igual de importante es dar con otros casos, como el de Guillermo Padrés, que son indefendibles y resultan ser tóxicos hasta para sus correligionarios.

 

El presidente Peña Nieto resulta, en ese sentido, ser todo un caso de estudio. Porque impacta comparar en donde estaba, políticamente hablando, cuando llegó al poder y ahora. 

 

El manejo de las crisis, y también hay que reconocer el intento de diferentes grupos de poder que han pretendido sabotear y denostar algunas de las buenas ideas que propuso.

 

Sobre todo, es por demás interesante ver cómo los próximos dieciocho meses transcurren. 

 

Meses en los que, primero, se definirá el panorama electoral del 2018 con sorpresas en las que México como sociedad estará puesto a prueba. Segundo, el Presidente puede resurgir de las cenizas y realizar un par de acciones que dignifiquen su mandato y cambien por completo las reglas del juego político. Y tercero, y más importante, ver en cámara lenta como Peña Nieto podría ser el símbolo del inicio del final. Porque si los políticos en proceso de maduración tomaron nota y pusieron atención, la manera de gobernar, administrar y hacer 

política ya cambió.

 

Herodes nunca fue un santo, tampoco una ley ni una ciencia, siempre fue una mala interpretación y una mala manera de desvirtuar lo que es claro, el diezmo siempre ha sido y ahora lo será más, una tumba política. Porque hoy ya no estamos seguros, ni usted, querido lector, ni yo, que así como leemos esta columna en un teléfono móvil, tableta electrónica o computadora, alguien nos esté viendo los gestos faciales mediante esa cámara milimetrica frente a usted.

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