Producto electoral

Escuché decir a un amigo economista que el domingo será lo más parecido a un Super Bowl y lo más alejado a una final de futbol mexicano en donde la mayoría de la audiencia es seguidor de alguno de los dos equipos finalistas. No sólo por el rating de los canales que le den seguimiento que se encontrará por los cielos, algo que no le queda nada mal a las marcas comerciales.

Rodrigo Villegas Rodrigo Villegas Publicado el
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Escuché decir a un amigo economista que el domingo será lo más parecido a un Super Bowl y lo más alejado a una final de futbol mexicano en donde la mayoría de la audiencia es seguidor de alguno de los dos equipos finalistas. No sólo por el rating de los canales que le den seguimiento que se encontrará por los cielos, algo que no le queda nada mal a las marcas comerciales.

Pero por que esta vez no importa quién gane, muchos no saben bien qué está en juego, pero la gente ya quiere ver quién va a ganar. Y es que la elección del próximo domingo será una fiesta con final de película, aunque el hartazgo social haya convertido al país en una entidad políticamente indiferente.  Sin embargo, la emoción, curiosidad, morbo y hasta adrenalina se siente por las calles, por que sin saber la gente entiende que esto es sólo el principio del final de una era política en la que el sistema se sobrecargó, y ahora no basta con cambiar un fusible. El sistema requiere que de manera orgánica cambie. Y entonces, pasada la elección sí empieza la odisea con rumbo hacia lo desconocido, mejor conocido como 2018.

El PRI ya quiere que pase esta elección. La presión y la carga sobre quienes lo representa es tal que el rencor hacia quienes hacen gobierno en el nombre del partido se ve y se siente, el PRI ya está inconsciente. Y sólo será a partir del 5 de junio cuando empiece la recuperación, renovación, renacimiento del tricolor o como en el año 2000 sucedió, una especie de coma inducido que dure dos sexenios.

Pero la elección nos da más lecciones. Por ejemplo, pese al éxito de Morena, gane o no gane su candidata en el Estado de México, estas elecciones le salieron muy caras a Andrés Manuel López Obrador; políticamente y mediáticamente sufrió un desgaste con el que no contaba. La guerra sucia y la limpia, así como sus propios tropezones, le han pasado factura. Y tan sólo eso, más allá de los resultados, ya movió el tablero electoral del 2018.

Más aún, la guerra electoral en general; dígase fake news, propaganda, espionaje y la utilización de los medios digitales alternativos han sido un gran laboratorio para lo que viene en 2018.

Y es que para el 2018 ya se habrá descifrado el fenómeno y las tácticas que funcionaron en las elecciones de Estados Unidos en noviembre pasado y lo que funcionó estas locales. Por lo que las estrategias ya estarán basadas en la utilización de software de inteligencia artificial que complementan aquellos de análisis de sentimiento georreferenciado. Los bots y los avatares serán -al menos que Facebook lo impida- mucho más sofisticados, por tanto tendrán mayor influencia en el electorado.

Por otro lado, también revelará algo muy curioso pero que es sello de la política mexicana y especialmente del PRI. Eso es, si su capacidad de organización y operación durante las campañas y específicamente en el Día D continúa siendo efectiva. Y sí, con ello me refiero al acarreo, compra de voto, mapacheo etc. Todas las tácticas legitimas e ilegitimas. Por que si a pesar de los millones de pesos ya no le funcionan entonces el sistema electoral habrá cambiado, y en todo caso es una excelente noticia por que al menos esa parte tóxica de nuestro país agonizará. Y entonces habrá que preocuparnos por otras más, como la influencia de otros países en nuestras elecciones.

Que gane quien tenga que ganar, pero que alguien gane ya para que empiece la verdadera contienda, la que determinará ahora sí lo que a México le espera y para poder ver el producto de esta elección.

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