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El voto como compromiso

Hace días un amigo me llevó a una reflexión interesante. Él es un soñador, pero de esos bien aterrizados. Ambos hemos soñado en un México mejor. En esa ocasión hablamos del voto, del voto ético, del ejercicio de votar como un compromiso con uno mismo más allá del resultado, como parte de aquello que bien puede ser una máxima: en democracia lo importante no es ganar sino votar, lo importante no es ganar sino vivir el proceso de informarse y comprometerse.

Hace días un amigo me llevó a una reflexión interesante. Él es un soñador, pero de esos bien aterrizados. Ambos hemos soñado en un México mejor. En esa ocasión hablamos del voto, del voto ético, del ejercicio de votar como un compromiso con uno mismo más allá del resultado, como parte de aquello que bien puede ser una máxima: en democracia lo importante no es ganar sino votar, lo importante no es ganar sino vivir el proceso de informarse y comprometerse.

En ese sentido podemos decir que ir a votar es un acto solemne, personal e intransferible por medio del cual un mexicano, cada mexicano, expresa y se compromete con el México de sus sueños.

El próximo domingo será el día de todos los mexicanos, más de 84 millones de ciudadanos podrán ir a las urnas a elegir la persona, el partido, la plataforma que les parece idónea para el México de sus sueños. Sin embargo, lo más valioso del proceso no será el hecho de marcar un papel y depositarlo en una urna, sino la reflexión previa y el ejercicio libre de su voluntad, que presupone un proceso previo de información y reflexión.

¿Cuánto cuesta mi voto? Organizar las elecciones en México nos cuesta 10 mil millones de pesos, más del doble de lo que cuesta en España o del triple de lo que cuesta en Brasil, y 10 veces más de lo que cuesta en los Estados Unidos. 

Los partidos se gastan en las campañas, o al menos eso dicen, mil 680 millones de pesos, el IFE tiene un presupuesto anual que rebasa los 3 mil millones de pesos. Es la danza de los millones, sin embargo, a la pregunta de cuánto cuesta un voto, la respuesta es: el voto no tiene precio.

Es el voto ético del que hablábamos al principio, es la reflexión, el análisis y el compromiso que lleva a una acción comprometida. En este sentido el dato más importante no será forzosamente quién ganó, sino cuántos mexicanos salieron a votar, cuántos fueron jóvenes y cuántos no lo fueron.

Este primero de julio los invito a imaginar un México que trasciende a los partidos y las personas, vamos a soñar en un país que sabe lo que es y lo que quiere. 

Pensemos que México es más que un PRI, un PAN o un PRD, que somos más que los partidos y los candidatos. 

Que somos una sociedad que no se merece los políticos que la acompañan. Hay que salir a votar, aunque el mismo candidato por quien usted vote hoy en 12 años le diga que debe votar por el partido contra el que él mismo luchó.

Algún amigo me comentó: te imaginas qué depresión, desayunarnos el 2 de julio con la noticia de que el PRI ha vuelto al poder. 

Al poder, a partir del primero de julio, quien debe volver es la sociedad civil, y esto se logra solo si cada uno de nosotros mantiene su proyecto de nación y aplica en su microcosmos el país que ha soñado.

Así como estamos ciertos de que cualquiera de los tres puede ganar la elección, estamos seguros de que con ninguno de los tres el país tendrá el cambio que han prometido… el spot de Julio Regalado genera más confianza que los de los partidos.

La marcha final, que pese a la advertencia del IFE de sancionar a quienes las realicen, harán los integrantes del movimiento #YoSoy132 en defensa del voto limpio, puede poner o quitar votos a alguno de los candidatos, pero difícilmente cambiará las cosas aun tratándose del voto joven, y conste que integra más del 38 por ciento de los votantes.

Me quedo finalmente con el voto ético, el voto del compromiso personal de informarme, analizar y comprometerme con un partido, pero sobre todo conmigo mismo.  

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