El país del copy-paste

De acuerdo con un conocido reportaje tenemos a un presidente que plagió su tesis de licenciatura  en 29 por ciento del total del texto. 

 

El debate se ha concentrado en el clásico “en esta esquina Aristegui, en la otra Peña Nieto”. O lo que es peor: “team Aristegui versus team Peña”. 

Indira Kempis Indira Kempis Publicado el
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De acuerdo con un conocido reportaje tenemos a un presidente que plagió su tesis de licenciatura  en 29 por ciento del total del texto. 

 

El debate se ha concentrado en el clásico “en esta esquina Aristegui, en la otra Peña Nieto”. O lo que es peor: “team Aristegui versus team Peña”. 

 

Filias y fobias que traducen lo que la genética mexicana no miente -a pesar de los baños de doble moral-: Tenemos un grave problema en nuestra manera de aprender, de investigar o de generar conocimiento en este país. 

 

Aprovecho la discusión para debatir algo más que si el presidente amerita serlo o no. 

 

Meternos en los enredos de un sistema educativo que supone su transformación tendría que ser prioritaria para provocar los cambios más significativos de una sociedad.

 

Y que, sin embargo, tal parece que es lo último que importa. 

 

Mi madre, quien tuvo más de 33 años de experiencia como maestra de ciencias y que cofundó una técnica de enseñanza-aprendizaje llamada “Didáctica Crítica”, sabía bien el origen de muchos de nuestros males: No hay incentivos para que los estudiantes aprendan a aplicar conocimientos y tengan comportamientos éticos como trabajar en equipo o no copiar. 

 

Y, ¿cómo no vamos a caer al menos en la mínima tentación de hacerlo si la enseñanza está diseñada para la memoria y para sobreentender que los “listos” no son los que resuelven problemas sino los que sacan un número (100 0 10)? 

 

Y, ¿cómo no vamos a tener no sólo candidatos sino investigadores que toman por completo como suyos hasta los trabajos de sus propios alumnos porque tienen que producir un mínimo de obras para estar vigentes en el Sistema Nacional de Investigadores?

 

¿Cómo sería posible pensar en un país en donde no sólo se plagien datos e información sino las propias ideas que terminan registrando quienes sí pueden pagar a contratiempo y dinero la burocracia del Instituto Mexicano de Propiedad Industrial?

 

Ninguno de nosotros somos ajenos a esto. Más de una vez yo he hecho berrinche porque no me citan. Y más de una vez he visto cómo frente a mi nariz gente se atribuye cosas que no son de ellos sin ningún pudor ni vergüenza. 

 

Por eso entiendo perfectamente que el colmo es que esto haya salido a la luz. 

 

Pero entonces, para hacer una transformación de raíz tenemos, como mi madre advertía hace años, hacer que los jóvenes sean evaluados por su capacidad de resolver problemas, no por su habilidad de retener información. 

 

Que las tesis tendrían que citar libros, pero también frases y conversaciones, experiencias propias desde la creatividad. 

 

Que no sean tesis parchadas de citas y citas que nadie entiende, pero llenan el mínimo de hojas necesario. 

 

Alguien escribió en mis redes sociales a propósito: “El sistema educativo es deprimente, en la tarde-noche doy clases en una preparatoria técnica, y por increíble que parezca, los docentes tenemos un número máximo de personas alumnos no competentes para avanzar al siguiente semestre. 

 

Es decir, puedo reprobar o echar a segunda oportunidad a (X) número de alumnos, si excedo ese numerito mágico… El que se va de la escuela soy yo”.

 

Así como esos casos los de muchos profesores amenazados por los mismos padres de 

familia –se da mayormente en las escuelas privadas- que exigen que pasen a sus hijos o de los mismos estudiantes para no perder becas, privilegios en casa y oportunidades de empleo. 

 

Más experiencias como éstas demuestran que si tenemos que poner comillas tendríamos que hacerlo hasta con el taquero (que pudo ir o no a la escuela) que puso el mismo negocio de tacos al frente del otro negocio de tacos que llegó primero. 

 

No es una justificación, sino un análisis, pero a mí lo que me queda claro es que sí o sí, con apellido Peña Nieto o no, las probabilidades de tener un/a presidente plagiador son muy altas en tanto no se cambie la manera de aprender y de generar incentivos para una ética colectiva.

 

Que todo es menos resultado de generación espontánea en el país del copy-paste.

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