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El electo

Si algo tenemos que entender, es a que la única esperanza de México somos nosotros mismos. En caso de que todo sigue igual, Andrés Manuel López Obrador, recibirá el folder rojo presidencial cuando haya certeza suficiente de que ha ganado el voto popular, y con ello la elección presidencial. En ese sentido, no soy vidente, […]

Si algo tenemos que entender, es a que la única esperanza de México somos nosotros mismos.

En caso de que todo sigue igual, Andrés Manuel López Obrador, recibirá el folder rojo presidencial cuando haya certeza suficiente de que ha ganado el voto popular, y con ello la elección presidencial.

En ese sentido, no soy vidente, pero estimo que cerca de las 2 a.m. del lunes, el presidente Enrique Peña Nieto, y el consejero presidente del INE, Lorenzo Córdova, le harán saber que, durante los próximos seis años, el futuro del país – entero– estará en sus manos.

De golpe, AMLO habrá pasado de ser un mesías de Macuspana, a un frustrado candidato de izquierda, asaltado por la razón en 2006, y un infame populista, a ser el presidente electo y próximo comandante supremo de los Estados Unidos Mexicanos.

Momentos después, recibirá, en su calidad de presidente electo, el informe secreto de los asuntos más delicados del país. El electo, entonces, tendrá y será responsable máximo de ricos, pobres, mujeres, hombres, heterosexuales, gays, trans, niños, adultos mayores, indígenas y todo aquel que acredite la nacionalidad mexicana. Sin distingos, ni retóricas, pues bien quedarán en el pasado. Ya no será, entonces, un ejercicio de mitines políticos, sino un ejercicio real del poder, uno que emana de la constitución, y que representa los intereses de casi 130 millones de mexicanos. De golpe, no sólo no podrá mandar al diablo a las instituciones, ni señalar a una supuesta mafia del poder, porque el poder estará en sus manos, con o sin ella. Si no que, creyente o no, seguidor o no, habrá que desearle que le vaya bien, porque si le va bien le ira bien al país.

Al cabo de cinco meses, cuando estire la mano y tome protesta como presidente constitucional, será el ejemplo de miles de niños mexicanos, muchos de los cuales aspirarán a convertirse en lo que él representa. Sin embargo, cuando llegue el primero de julio y usted se encuentre en esa gran encrucijada, llamada casilla electoral, y por su mente pase el futuro de sus hijos – pero también recuerde el pasado de su vida – tendrá que decidir, sobre todas las cosas, no quién representa la esperanza de México, sino con quién está dispuesto usted a convertirse, de manera individual y proyectada a la colectividad, en la esperanza de México.

¿Quién lo inspira más a ser mejor como mexicano? ¿Quién lo inspira más a no darle una mordida al policía? ¿Quién lo inspira más a respetar las leyes? ¿Quién lo inspira más a cambiar su forma de pensar, para así transformar el devenir del país?

¿O es que acaso estamos poniendo toda esa fe y esperanza en una sola persona, porque no somos capaces de creer en nosotros mismos?

Por eso, estoy convencido de que, la única forma de votar, es no hacerlo por un partido ni por un candidato, más bien, es votar nuestra conciencia. Porque esa es la única manera de votar conscientes, y no con sentimiento. Al tiempo.

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