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Meterse el pie

Llegó la hora cero. El momento esperado, Rex Tillerson, el CEO de Exxon convertido en secretario de Estado por Donald J. Trump, amanece en suelo mexicano una vez más para desayunar sus antojadizos huevos rancheros.

Sin embargo, en esta ocasión lo hace como jefe de la diplomacia de los Estados Unidos de América y con un reto que sabe no será sencillo: reencauzar la relación bilateral entre México y su país, esperando que el inquilino de la Casa Blanca no destruya lo mucho o poco que consiga, con tan sólo 140 caracteres.

Llegó la hora cero. El momento esperado, Rex Tillerson, el CEO de Exxon convertido en secretario de Estado por Donald J. Trump, amanece en suelo mexicano una vez más para desayunar sus antojadizos huevos rancheros.

Sin embargo, en esta ocasión lo hace como jefe de la diplomacia de los Estados Unidos de América y con un reto que sabe no será sencillo: reencauzar la relación bilateral entre México y su país, esperando que el inquilino de la Casa Blanca no destruya lo mucho o poco que consiga, con tan sólo 140 caracteres.

A la orgía diplomática se sumará el secretario de Seguridad Interior, John Kelly. Y los anfitriones, los delanteros de la escuadra tricolor que dirige el estratega, Enrique Peña Nieto; el canciller Luis Videgaray y el aparentemente eterno secretario de Gobernación, Miguel Ángel Osorio Chong.

Claro que el presidente Peña Nieto tendrá su primer careo con el texano secretario de Estado en donde podrá “netear” con alguien con más sentido común que Trump, pero alguien de quien nadie está seguro que el Presidente de Estados Unidos escuche. Y ese es el problema.

No hay garantía de que Rex Tillerson o John Kelly hablen por Trump.

Eso es un riesgo que el Presidente, Osorio Chong y Videgaray tendrán que correr. Por tanto, tendrán que tener sus cartas muy pegadas al cuerpo.

Tillerson no es ningún novato, y no es ni la primera vez que visita México ni la última. Conoce a los mexicanos, sabe negociar con ellos y más que nada los entiende; lo cual tampoco es la mejor señal, porque conoce de sus fortalezas y debilidades.

En tanto que para Videgaray es recibir al contrincante en casa, lo cual siempre tiene algún tipo de ventaja.
Pero eso también involucra cambiarle de estrategia. Recibirlo con la misma frialdad que él ha sido recibido en Washington D.C y en Foggy Bottom no tendrá sentido. Jugarla al revés puede que haga el truco. Fríos o hasta  helados con Trump, pero no con su gobierno.

Hoy queda claro, a un mes de iniciar su  administración, que el gobierno de Estados Unidos no es Trump y que Trump no es el gobierno de Estados Unidos. Los tres secretarios peso pesados del Tío Sam: el de defensa; Jim Mattis; de Estado, Rex Tillerson; y de Seguridad Interior, John Kelly, han tenido que permanecer en modo de arreglar el cochinero de Trump, saliendo a decir que lo que realmente quiso decir fue otra cosa.

Pero, a la vez, los tres son hombres que le dirán a su Presidente las cosas de frente y como son, y han mostrado que son capaces de contradecir a su comandante en jefe.

La lluvia sobre la Casa Blanca no tiene para cuándo cesar. Sean fake news, hechos alternativos o no, la realidad es que en el número 1600 de la avenida Pennsylvania se respira crisis. Por ello, que aislar a Trump, congelarlo y sumarse a un esfuerzo global para convencer a su propio gobierno y al pueblo norteamericano de que su Presidente es un peligro podría ser una estrategia.

El presidente Peña Nieto tiene una oportunidad y creo que en la medida de sus capacidad intentará aprovecharla. Sin embargo, hay una cruda realidad, falta un año y medio para la elección del 2018.

Y por más que el Presidente, la sociedad y los políticos canten al sonoro rugir del cañón la frase de unidad, los principales actores en este tango diplomático con Estados Unidos -que son Videgaray y Osorio- deben probarlo. Y es que si la ambición política les gana y politizan su papel, la mitad de sus jugadas, sobre todo en materia de seguridad y migración, estarán diseñadas para meterse el pie entre ellos mismos. Situación que hará quedar en ridículo a su jefe, al país le harán un daño irreparable y ellos mismos se terminaran haciendo harakiri.

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