Juicio doble

La ética filosófica, desde Kant hasta Habermas, nos ha enseñado la relatividad con la que un acto se puede juzgar.

Sin embargo, criticar tiene por si misma una connotación diferente. Y cuando entramos al terreno de la política, todo es criticable y sujeto a juicio. Más aún, cuando la política se transforma en la obligación del servicio público. Por que si bien es cierto que la democracia es sucia y difícil, como anotó Robert Kennedy, existen una bases éticas y morales que sirven como referencia. Después existe el sentido común, la impericia y lo obvio.

Rodrigo Villegas Rodrigo Villegas Publicado el
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La ética filosófica, desde Kant hasta Habermas, nos ha enseñado la relatividad con la que un acto se puede juzgar.

Sin embargo, criticar tiene por si misma una connotación diferente. Y cuando entramos al terreno de la política, todo es criticable y sujeto a juicio. Más aún, cuando la política se transforma en la obligación del servicio público. Por que si bien es cierto que la democracia es sucia y difícil, como anotó Robert Kennedy, existen una bases éticas y morales que sirven como referencia. Después existe el sentido común, la impericia y lo obvio.

En lo que va de la semana México y su gobierno, el gobierno y México fueron sometidos a un juicio doble. Mismos en lo que por falta ética o por simple lerdez, ha sido mandado una vez más a la hoguera de la opinión pública. Con toda la razón o no con tanta, la realidad es que desde el arranque de una larga contienda política para renovar la presidencia de este país, ya empezó la guerra. Eso significa, la lucha de intereses, las quemadas y ventaneadas. También significa que aquellos que aspiran a la ocupar Los Pinos en 2018 y que aún siguen en un cargo público tendrán todos los reflectores encima.

El primero de estos juicios llegó con el reportaje de The New York Times sobre el supuesto espionaje de los gobiernos sobre periodistas y activistas. Al respecto, creo que al tratarse de una de las practicas más antiguas del ejercicio del poder, no es novedad.

Es cierto, cambió la forma así como en diez años o menos volverá a cambiar. Lo que no cambia es que a juicio de muchos, esta practica resulta inmoral, pues involucra atentar contra derechos fundamentales. Una vez dicho eso, algo que también se puede juzgar, es la impericia con la que reaccionó la administración del presidente Peña Nieto.

Y es que, en una era en la que la digitalización de la realidad humana es la nueva realidad, derechos como la privacidad se desvanece por elección propia. Uno no necesita ser espiado por las agencias de inteligencias para prostituir nuestra privacidad. Resulta un escandalo, por la leyenda, la zozobra y las películas.

Pero que hay si le dijera a usted querido lector, que hoy los servicios de inteligencia, públicos y privados, están optando más y más por métodos de extracción de información basados en fuentes abiertas. Y adivine usted cuales son esas; las mismas que ocupan cualquier persona que tenga un teléfono móvil o una computadora; las redes sociales.

Ahí a plena vista se esconden datos privados, fotos, pensamientos y toda nuestra vida. Así, con estos métodos se han logrado los golpes más certeros al terrorismo y el crimen organizado. Y sin la necesidad de intervenir las comunicaciones de el hijo de alguna figura, se pueden saber muchos datos tan solo con mirar su perfil de Facebook.

Sin embargo, una cosa es derrochar dinero para la obtención de sistemas que ayuden a preservar la seguridad nacional que en realidad a comparación de cualquier país del G-20, es muy poco, otra cosa es la impericia con la que algunas instancias ( no todas) utilizan los sistemas y otro muy diferente es utilizarlos con otro fin que ni siquiera sea “espiar”, si no intimidar. Sobre todo a los comunicadores que ejercen el derecho universal de la libertad de expresión y a los civiles que gozan el derecho a manifestarse.

Porque como nación, México tiene también el derecho a poseer sistemas de defensa e inteligencia. Y eso me lleva al segundo juicio. Que es la sintetización de lo que Von Clausewitz definió como la extensión de la política. Y eso es la guerra o el conflicto armado, y en contra parte el fin último de la diplomacia, evitar dichos conflictos y tender relaciones entre naciones. Y eso inevitablemente, involucra esa antaña practica denominada espionaje.

México con un largo historial diplomático y protagónico en la “América para los americanos”, pasó a ser uno más. Peña Nieto, Trump y ahora Venezuela han sido oportunidades únicas de recuperar liderazgo en la región, utilizando todos las cartas bajo la manga y sin embargo en los últimos dos días en la 47 asamblea de la OEA, la diplomacia mexicana perdió en lo que fue el segundo juicio de la semana. Al tiempo.

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