Con el corazón roto

Apuesto que a ti también te han roto el corazón, ¿te ha pasado? De esas veces que sientes que es difícil hasta levantarse de la cama para ir a vivir la vida entre semanas que pasan vacías de sentido en el tiempo. 

Se nota de inmediato cuando alguien trae una herida que no ha sanado… Así parece ser el estado emocional de la ciudad. 

Respiramos un aire de desencanto que nada tiene que ver con el “orgullo regio” que algunos añoran o se lamentan haber perdido. 

Indira Kempis Indira Kempis Publicado el
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Apuesto que a ti también te han roto el corazón, ¿te ha pasado? De esas veces que sientes que es difícil hasta levantarse de la cama para ir a vivir la vida entre semanas que pasan vacías de sentido en el tiempo. 

Se nota de inmediato cuando alguien trae una herida que no ha sanado… Así parece ser el estado emocional de la ciudad. 

Respiramos un aire de desencanto que nada tiene que ver con el “orgullo regio” que algunos añoran o se lamentan haber perdido. 

Las expresiones de terror de la violencia y la delincuencia nos hacen ver a nuestro “corazón social” para darnos cuenta que está no sólo roto, sino hecho añicos.  

No es para menos el desencanto ni las interminables listas de quejas que escuchamos por todos lados. Los secuestros, las desapariciones forzadas, la corrupción de los políticos de cualquier partido, los casos específicos sin resolver como el Casino Royale o La Pastora. Parece que hay días en que es mejor cerrar las hojas de los diarios o cambiarle al canal de la televisión. 

Para qué estarnos “torturando” pensando en todo lo que fuimos y ya no somos. En lo mentirosos, desconfiados y cínicos en lo que nos hemos convertido y más: No saber qué hicimos para merecerlo. 

Cuando viajo a otras ciudades del mundo las pupilas de los demás se dilatan cuando saben que vivo en Monterrey. 

Entonces, como quien tiene que dar explicaciones de lo que cree que pasó con la ruptura, hay que explicar todo lo que tú seguramente también has tenido que aclarar, sobre la situación de la ciudad. 

Ya no sabes si llorar, reír o esconderte. Son sentimientos encontrados. 

Tengo además que admitir, como quien se mira en el espejo justo en el instante en que se pregunta por qué terminó el amor, que no habíamos visto que en los detalles de nuestra vida cotidiana hay piezas que son claves para entender las causas del problema, factores que ni las autoridades, ni la ciudadanía, han trabajado para no hacer más grande el desencanto. 

Porque como en toda relación, las responsabilidades u obligaciones legales son de dos partes. 

Pero en la ciudad no sólo padecemos de la falta de atención a los problemas públicos por parte de políticos o funcionarios, también la ciudadanía no ha sido tan participativa como para que cada quien tomara su pedacito de ciudad y lo cuidara, lo resolviera y lo cambiara. Así que puro “fucho”, “chopin”, “carne asada” y “cheve”, cuando tenemos grandes áreas de oportunidad para reinventarnos el presente. 

Porque no es bonita esta sensación de desconfianza al caminar en las calles porque la gente puede hacernos daño, de saber que hasta las banquetas son violentas con nuestros cuerpos, de no entender cómo los malos políticos nos pueden seguir mintiendo sin siquiera tener una sola gesticulación de vergüenza, de esperar que alguien pueda acudir a nuestras llamadas de “auxilio” y ver que no hay nadie, de que prefiramos bajar la voz en las cafeterías cuando hablamos de los violentos. 

Porque como cuando sabes que no puedes más días en una relación si las cosas siguen así como están, entiendes que tienes que hacer algo para respirar con la tranquilidad de que al menos lo intentaste, por ti no quedo, o mínimo aceptar la ruptura de este corazón de nuestra sociedad rota. 

La pregunta es de un hartazgo franco, para hacer algo de este coraje cívico contenido de muchos. 

Porque aunque nos evadimos o aparentamos llevar la vida “normal”, tú y yo sabemos que esto no marcha bien. 

No somos tontos, aunque algunos crean que lo somos o nos hagan tontos. 

Bien sabemos que cada uno carga su pedazo roto del corazón social sin explotar para ver qué hacer en el objetivo de dejar de estar en una relación que nos ha hecho tanto daño. 

Por eso, el cuestionamiento colectivo de esta metáfora, como quien comiendo chocolates en una aceptación franca de la derrota, quiere comenzar de nuevo: ¿Cómo juntamos los pedazos?…

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