21 cuchillos, 21 estrellas

"Siempre que odio y amor compiten, es el amor el que vence".
Pedro Calderón de la Barca

Eran 21 egipcios que, entre miles buscaban desesperadamente trabajo en Libia para mantener a sus familias, los que hace días fueron llevados a una playa, obligados a arrodillarse y luego, fría y brutalmente, decapitados a cuchillo por fanáticos del estado islámico por el simple hecho de ser católicos. 

Si los fanáticos del estado islámico quieren acabar con el cristianismo o sembrar miedo y terror, han tomado el camino equivocado, desconocen la historia.  

Pablo Mier y Terán Pablo Mier y Terán Publicado el
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“Siempre que odio y amor compiten, es el amor el que vence”.
Pedro Calderón de la Barca

Eran 21 egipcios que, entre miles buscaban desesperadamente trabajo en Libia para mantener a sus familias, los que hace días fueron llevados a una playa, obligados a arrodillarse y luego, fría y brutalmente, decapitados a cuchillo por fanáticos del estado islámico por el simple hecho de ser católicos. 

Si los fanáticos del estado islámico quieren acabar con el cristianismo o sembrar miedo y terror, han tomado el camino equivocado, desconocen la historia.  

La sangre de los mártires es semilla de cristianos, decía Tertuliano ya en el año 197 y a mitad del Siglo II, en un discurso de autor desconocido dirigido a Diogneto se puede leer: “¿No ves que los cristianos, arrojados a las fieras con el fin de que renieguen del Señor, no se dejan vencer? ¿No ves que, cuanto más se los castiga, en mayor cantidad aparecen otros?”

Para dañar la fe hay otros caminos, este no. En el año 2000 Juan Pablo II decía -justamente en el Coliseo- durante la conmemoración de los mártires del Siglo XX: “Permanezca viva, en el siglo y el milenio que acaban de comenzar, la memoria de estos nuestros hermanos y hermanas. Es más, ¡que crezca! ¡Que se transmita de generación en generación, para que de ella brote una profunda renovación cristiana!”.

De los cuchillos a las estrellas. El rostro de los egipcios segundos antes de su muerte era de paz, de serenidad profunda, el video que muestra su ejecución ha sido montado por los fanáticos como una escalofriante puesta en escena cinematográfica con la intención de sembrar el terror. Sin embargo, en ese producto diabólico de horror sangriento, se puede ver que algunos de los mártires, en el momento de su bárbara ejecución, repiten: Señor Jesucristo.

La sangre de los jóvenes asesinados en la playa llegó al Mediterráneo y de ahí al mundo entero.

Es inexplicable la tibia, por no decir nula, reacción del mundo “libre” ante tal atrocidad, sobre todo porque días atrás, cuando esos mismos fanáticos atacaron el satírico semanario francés Charlie Hebdo y se perdieron 11 vidas, fuimos testigos de una condena mundial y unánime a todos los niveles. 

Tan importante la libertad de expresión como la religiosa, ambas finalmente la misma libertad que permite al hombre expresar sus creencias y pensamiento.

Los cristianos coptos egipcios habían sido secuestrados entre diciembre y enero en Libia, y en el video de cinco minutos de duración titulado “Un mensaje firmado con sangre a la nación de la cruz”, aparecen vestidos de color naranja rezando antes de morir.

En Egipto un hombre que se negó a aceptar la muerte de su hijo en su llanto decía: “Ay, Kerollos, esta es tu fiesta de matrimonio. Lo siento tanto hijo mío por no haber tenido suficiente dinero para que no fueras a ese lugar…”

El sacerdote de Egipto Sami Naseef dijo que las historias de los asesinados eran similares; hombres luchando para cubrir las necesidades de sus familias y habló de Abanoob Atiya, de 23 años, que tenía un título técnico y solía ganar 320 libras egipcias (42 dólares), de las que entregaba la mayor parte a sus hermanos y el resto lo utilizaba en transporte.

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