Un joven sirio lleva cuatro meses atrapado en un aeropuerto

Hoy es el cumpleaños de Hassan Al Kontar y festejará en el aeropuerto de Kuala Lumpur. Este joven sirio lleva cuatro meses sin poder salir de los pasillos de la terminal aérea porque no tiene permiso para permanecer en Malasia ni para viajar a otro país

Al abrir la cuenta de Twitter de Kontar te reciben globos de colores, pero también fotografías y videos que son pruebas de una realidad inhumana. Este joven duerme en el suelo y sobrevive con la comida que le da una aerolínea en la terminal dos del aeropuerto malasio, donde tiene acceso a baños y a quioscos de telefonía móvil. Vive en estas condiciones desde el 7 de marzo del presente año.

“Intento dormir y no puedo. Camino mucho, solo. No estoy de humor para escuchar canciones o hablar con nadie. Mantengo la discreción”, manifiesta Kontar a la agencia EFE.

Miembro de la minoría drusa de Sweida, en el suroeste de Siria, Kontar dice que teme ser detenido si regresa a su país por haber rechazado prestar el servicio militar. Con la entrada en Malasia vetada, todos sus intentos para ir a otro destino no han prosperado, una situación que atribuye a su condición de sirio.

“No es por nada personal. Es por mi pueblo”, opina Kontar.

Su salida puede ser Canadá

A la espera de que se resuelva la situación del joven sirio, la organización Canada Caring Society lanzó una petición por Charge.org dirigida a Ahmed Hussen, ministro de Inmigración, Refugiados y Ciudadanía de este país norteamericano.

Canada Caring Society pide al ministro que investigue la situación de Kontar y agilice el procedimiento de la solicitud de asilo para que pueda llegar a Canadá.

El grupo de voluntarios se enteró de la terrible situación del sirio y recaudó más de 17 mil dólares para patrocinar al joven viajar como refugiado al país norteamericano, pero falta la autorización del gobierno para que pueda ingresar a territorio canadiense.

“Dignidad, derechos humanos, amor, paz, un lugar donde trabajar y poder ser legal es todo lo que pido“, menciona el joven sirio en un video publicado en su cuenta de Twitter.

Con el temor de quedarse definitivamente atrapado una vez expire la validez de su pasaporte en enero, Kontar ha puesto sus esperanzas en Canadá.

“Si Canadá me rechaza será volver al punto de partida. No creo que pueda hacer esto otra vez”, declara.

¿Por qué se encuentra en el aeropuerto?

La guerra civil siria provocó en 2011 el fin de la próspera vida de Kontar en Emiratos Árabes Unidos, donde llevaba cinco años haciendo carrera en empresas de seguros.

Fue cuando el gobierno de Damasco elevó de 3 mil 500 a 8 mil dólares la tasa para que los expatriados pudieran eludir el servicio militar, una cifra fuera del alcance de Kontar, quien también rechazó unirse a la guerra.

“No tengo enemigos ahí. Los dos bandos son mis hermanos. Los dos son sirios. La guerra no es la solución. No puedo tomar parte de esa máquina de matar”, relata.

Según Kontar, la embajada siria respondió denegando la renovación de su pasaporte en 2012, lo que le hizo perder el permiso de trabajo en Emiratos y le llevó a la clandestinidad.

El año pasado logró un nuevo documento válido para dos años y en octubre fue deportado a Malasia, donde los sirios pueden permanecer durante 90 días.

Después de pagar una multa por exceder ese plazo, el joven intentó salir del país el 28 de febrero en un vuelo de Turkish Airlines.

Su objetivo era buscar asilo en Ecuador, país signatario de la Convención para los Refugiados de 1951 y al que podía entrar sin necesidad de visado con su pasaporte sirio, sin embargo, según dice, en el último momento le impidieron embarcar.

“Me cancelaron el billete por ser sirio”, estima Kontar sobre la decisión de Turkish Airlines.

Luego intentó viajar a Camboya, otro de los pocos países en los que los sirios pueden entrar sin visado.

“Me dijeron que no reunía los requisitos, me enviaron de vuelta a Malasia y desde entonces estoy atrapado aquí”, explica el sirio que asegura que también le han vetado la entrada a Malasia.

En el aeropuerto, Kontar recibe apoyo de Acnur y del gobierno malasio, según dijo a EFE el portavoz de la agencia para refugiados de la ONU en Kuala Lumpur, Yante Ismail.

Pero Malasia no es signatario de la Convención para los Refugiados, por lo que no puede ofrecerle ningún permiso de residencia que le permita trabajar legalmente.

Desde que vive en el aeropuerto Kontar dice que ha estado enfermo varias veces, lo que atribuye al estrés, la falta de luz y aire fresco. Ha establecido una rutina que incluye una ducha antes de ir a dormir y esperar al café que el personal del aeropuerto le da a las 7:30 de la mañana.

El resto del día lo pasa hablando con los voluntarios canadienses y la prensa, conversando con su familia en Swedia a través de Whatsapp, escribiendo en Twitter y leyendo libros electrónicos en árabe.

El sirio tiene que pagar al personal del aeropuerto para que lleven su ropa a la lavandería y una aerolínea le da el mismo tipo de comida tres veces al día, aunque su principal queja son los constantes mensajes por megafonía.

“Piensas en cosas que nunca habría pensado que pensaría. Redescubres tus límites. Soy un ser humano de este planeta les guste o no. Exijo un mínimo derecho a vivir, viajar libremente, estar seguro, tener una familia. Esto es todo. Solo quiero vivir una vida normal. Pero cada vez es más difícil”, concluye Kontar.

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