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¿Qué esperar del nuevo líder chino?

Quizá en ningún otro país con una economía mayor es tan importante la política como en China.

Mientras en otros lugares las iniciativas del ejecutivo pueden tardar años en implementarse, por su sistema de gobierno, China se caracteriza por tener una burocracia que adopta rápidamente los lineamientos del partido oficial.

Por ello es que la comunidad de negocios internacional está siguiendo con la misma intensidad el próximo cambio de primer ministro de China como lo hace con las elecciones en Estados Unidos.

XI Jinping ha ostentado su carta antioccidental frente a las cámaras, pero al mismo tiempo ha enviado a su hija, con un nombre falso, a estudiar a Harvard

Quizá en ningún otro país con una economía mayor es tan importante la política como en China.

Mientras en otros lugares las iniciativas del ejecutivo pueden tardar años en implementarse, por su sistema de gobierno, China se caracteriza por tener una burocracia que adopta rápidamente los lineamientos del partido oficial.

Por ello es que la comunidad de negocios internacional está siguiendo con la misma intensidad el próximo cambio de primer ministro de China como lo hace con las elecciones en Estados Unidos.

La personas más probable para acceder al puesto más alto se llama Xi Jinping, es el actual vicepresidente y según algunos podría ser menos tolerante con la comunidad de negocios.

Líder rojo

A pesar de ser hijo de un vicepresidente e influyente líder dentro del Partido Comunista Chino, Xi Jinping ha logrado catalogarse como un miembro más del pueblo.

Según cuidadosas autobiografías que ha escrito en diversos periódicos, Xi vivió de los 15 a los 22 años en una granja y bajo difíciles condiciones 
económicas.

Él habla de este tiempo como el más formativo de su juventud y su ideología política, que en más de una ocasión se ha visto más comunista que sus pares en el partido.

Así, Jinping puede argumentar que entiende al pueblo y a los más pobres y que además no pertenece a la clase política élite, que últimamente ha sido fuente de  escándalos de corrupción.

Retos adelante

Pero lo que realmente pone nervioso al mundo occidental no es su ideología política sino la poca información disponible sobre su manera de gobernar y la colosal tarea económica que tiene por delante.

En este sentido, lo más público que ha hecho Jinping es encargarse de las olimpiadas 2008 en Beijing, que pese a los obstáculos logísticos, financieros y de seguridad, fueron un éxito rotundo.

También ha ostentado su carta antioccidental frente a las cámaras, pero al mismo tiempo ha enviado a su hija, con un nombre falso, a estudiar a Harvard.

Sin embargo, planear unos Juegos Olímpicos palidece frente a los obstáculos que enfrentará quien fuese a gobernar aquel país.

Por ejemplo, el crecimiento económico de doble digito que proveía de una buena excusa para mantener el status quo de un solo partido es ya una cosa del pasado.

Si bien su tasa de crecimiento sigue siendo la envidia de muchos países del occidente, ésta ha venido con un costo social que los chinos están cada vez menos dispuestos a pagar.

La desigualdad entre las zonas rurales y urbanas va en aumento, y aunque se han implementado medidas de seguridad social recientes, todavía son pequeñas en comparación con otros países. A pesar del éxito económico, millones de chinos siguen en la pobreza.

Y así como los de menor ingresos se quejan de la corrupción y las faltas de oportunidad, los más ricos se pelean por estar en la lista de preferencia del gobierno.

Por si fuera poco, la presión internacional cada vez es más evidente.

Una de las promesas de Mitt Romney, quien compite con Barack Obama por la presidencia de Estados Unidos, es catalogar a China como un “manipulador de moneda” en su primer día de la presidencia.

Si bien ello no tiene necesariamente implicaciones económicas en el corto plazo, es una excelente excusa política para detonar una llamada guerra de comercio, en donde ambos lados tienen mucho que perder.

La frágil situación económica mundial también hace que todos los países se estén haciendo menos tolerantes a las prácticas comerciales chinas, por lo que últimamente han estado ocupados construyendo casos contra el país asiático ante la Organización Mundial del Comercio.

Los últimos números en salir de China son alentadores, pues hablan de un sector manufacturero en expansión y una inflación moderada, pero los problemas que enfrentará el nuevo presidente son de corte estructural y tomarán mucho más tiempo y esfuerzo para solucionar.

Si todo sale de acuerdo con el plan del partido comunista oficial, el 15 de noviembre se anunciará al país más poblado del mundo que Xi Jinping es el secretario general del partido, lo equivalente a presidente electo en nuestro país.

Será hasta marzo del año próximo que la transición civil sea completa, convirtiéndolo en presidente de China.

Mientras tanto, la comunidad internacional, especialmente los empresarios que dependen de la buena voluntad del gobierno central, siguen dudando de las intenciones del místico personaje que gobernará a la segunda economía más grande del mundo.

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