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Peligrosas deudas

Dani Rodrik, economista turco y profesor de la Escuela de Gobierno John F. Kennedy de la Universidad de Harvard, ha hecho una afirmación categórica: el modelo de crecimiento de las economías emergentes ha quedado obsoleto. 

67,000
millones de dólares
es la deuda financiera de Pemex denominada en moneda estadounidense, lo que representa el 78 por ciento de su deuda financiera total
"Las firmas de economías emergentes que han pedido prestado en dólares (...) han reducido su inversión y frenado sus operaciones, contribuyendo a la desaceleración generalizada”
Jaime CaruanaDirector gerente del Banco
de Pagos Internacionales
La carga de deuda ha exacerbado los efectos adversos de la fuga de capitales de los mercados emergentes

Dani Rodrik, economista turco y profesor de la Escuela de Gobierno John F. Kennedy de la Universidad de Harvard, ha hecho una afirmación categórica: el modelo de crecimiento de las economías emergentes ha quedado obsoleto. 

El fin del dinero fácil derivado de las tasas de interés en niveles cercanas a cero por ciento y la caída del valor de las exportaciones de materias primas plantean un problema estructural para estos países. Este punto de inflexión implica un cambio de tendencia en el ciclo de crédito en dólares, uno de los pilares de la bonanza emergente de la última década.

Las empresas de los mercados emergentes, particularmente las empresas petroleras, aprovecharon las bajas tasas de interés que prevalecieron después de la crisis global de 2008 para pedir prestado en dólares y financiar sus operaciones.

Dado que los niveles de los tipos de interés se encontraban cercanos a cero, los inversionistas migraron hacia activos emergentes de mayor riesgo que ofrecían un mayor rendimiento. La entrada de capitales en estos mercados indujo una apreciación de las divisas locales, lo que volvió más accesible la contratación de deuda en dólares.

Después de la crisis, el mundo ha presentado un incremento generalizado en los niveles de deuda. Los pasivos denominados en dólares de las empresas emergentes no han sido la excepción.

El Banco de Pagos Internacionales (BPI), comúnmente conocido como ‘el banco central de los bancos centrales’, estima que en las doce economías emergentes más importantes la deuda corporativa denominada en dólares pasó de representar 60 por ciento del producto interno bruto en 2008 a 100 por ciento en 2015.

La coyuntura de dinero fácil llegó a tal grado que el crecimiento del crédito en dólares para los prestamistas que se encontraban afuera de Estados Unidos superó el crecimiento de aquellos que se encontraban dentro del país.

La dinámica de políticas monetarias laxas, crédito barato, flujos de capital hacia mercados emergentes, apreciación de las divisas de estos países, así como un crecimiento económico sostenido marcaron la narrativa económica emergente de la post crisis.

Todo cambió

Sin embargo, estas condiciones dependían de las políticas monetarias expansivas de la Reserva Federal de Estados Unidos (Fed). Cuando el banco central ofreció las primeras señales de que su programa de estímulos monetarias podría llegar a su fin en el 2013, los mercados reaccionaron violentamente, castigando a los activos emergentes.

Tras un largo proceso, la Fed logró enviar señales de que se tomaría una postura de política monetaria más restrictiva. El mensaje fue claro: las condiciones en las que estaba basada la bonanza emergente tenían fecha de caducidad.

En diciembre del 2015, por primera vez en casi una década, la Fed elevó su tasa de interés de referencia. Evidentemente, el mundo emergente se encontraba frente a un nuevo escenario.

Según cifras del BPI, a mediados del 2015 la deuda en moneda estadounidense de prestamistas no bancarios de los mercados emergentes alcanzaba un monto de 3.3 billones de dólares.

La carga de deuda ha exacerbado los efectos adversos de la fuga de capitales de los mercados emergentes que se ha presentado con la contracción crediticia.

La depreciación generalizada de las divisas emergentes incrementa el costo del servicio de la deuda. Esto carcome las ganancias corporativas, reduce el precio de los activos locales, se traduce en menor inversión e impacta negativamente al crecimiento económico.

En crisis económicas pasadas de países emergentes, desde Asia hasta América Latina, el uso de las utilidades corporativas para pagar la deuda corporativa de corto plazo denominada en dólares ha sido una constante.

Pemex: Caso representativo

En México, el caso más representativo de este fenómeno es Pemex. 

La empresa petrolera mexicana cuenta con una deuda financiera denominada en moneda estadounidense de 67 mil millones de dólares; esto es el 78 por ciento de su deuda financiera total.

A pesar de que la firma atraviesa por un momento crítico, derivado de la caída de los precios del petróleo iniciada a mediados del 2014, la tendencia de endeudamiento en dólares ha sido creciente.

El BPI afirma que las empresas más proclives a realizar emisiones de deuda en dólares son las grandes firmas que cuentan con una gran cantidad de efectivo en sus balances.

Paradójicamente, el crecimiento del pasivo financiero de Pemex ocurre en medio de una crisis de liquidez. El mismo director general de la compañía, José Antonio González Anaya, ha referido insistentemente que aunque Pemex es solvente en el largo plazo, cuenta con dificultades para hacer frente a sus compromisos financieros de corto plazo.

Esto explica la urgencia que expresó Banco de México desde el mes pasado para hacer un ajuste en Pemex. 

Efectivamente, las autoridades de política económica del país cargaron a la firma energética tres cuartas partes del programa de austeridad anunciado este mes.

La reestructura de 100 mil millones de pesos en Pemex pretende reforzar la compañía para que, en el marco de la reforma energética, se convierta en un competidor de clase mundial.

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