La actividad humana ya alteró el 70 por ciento de toda la superficie sin hielo que existe en el planeta. Foto: Especial

Para preservar el medio ambiente es necesario un cambio de paradigma económico

Repensar las relaciones económicas con el objetivo de preservar los recursos naturales figura como una misión impostergable ante las afectaciones que el planeta vive; algo que las comunidades y defensoras del medio ambiente ya realizan

Es necesario pensar en un nuevo paradigma económico que parta del principio de preservar la naturaleza por encima de las ganancias extraordinarias de la industria extractivista.

Más de la mitad del Producto Interno Bruto (PIB) mundial proviene de actividades que dependen directamente de los recursos naturales, lo que ha llevado a que la actividad humana ya haya alterado el 70 por ciento de toda la superficie sin hielo que existe en el planeta, de acuerdo con datos de la Organización de las Naciones Unidas (ONU).

En ese contexto, urge parar la devastación medioambiental que ha fungido como la base del desarrollo económico de las naciones y que ha implicado el deterioro de las comunidades originarias y sus formas de producción y consumo, explica a Reporte Índigo Flor Chavira, hija de comunero y defensora del territorio en Milpa Alta.

“Creo que habría que darle vuelta al actuar que las grandes compañías tienen; esta producción que ha estado destruyendo el planeta al extraer recursos naturales para el servicio de los seres humanos simplemente por obtener un beneficio económico debe parar, esa minería que deja la tierra contaminada solo para obtener un mineral para teléfonos celulares, por ejemplo”, explica la defensora del territorio.

Al respecto, priorizar el desarrollo económico de México ha dado como resultado que 213 mil 774 kilómetros cuadrados de la extensión territorial del país se encuentren concesionados a las empresas mineras, según el centro de análisis e investigación Fundar, al mismo tiempo que el 71 por ciento del territorio nacional presenta un grado de presión hídrica alto o muy alto, de acuerdo con la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).

Sin embargo, las afectaciones que el modelo económico vigente genera al medioambiente y sus habitantes no se limitan a la poca disponibilidad de los recursos naturales, incluso llega a costar la vida; tan solo el año pasado 31 personas murieron en México al luchar por defender su territorio y la riqueza natural, como lo expone la organización Global Witness.

En amplio contraste, empresas como Grupo México actualmente obtienen utilidades netas hasta por dos mil millones de dólares a pesar de ser responsables de desastres naturales como el derrame de tres mil litros de ácido sulfúrico en Guaymas o la contaminación de 40 mil metros cúbicos de sulfato de cobre en el Rio Sonora, de acuerdo con la Secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales (SEMARNAT).

Así, la urgencia por poner a la naturaleza al centro de las relaciones económicas parte de la necesidad de cerrar la brecha que existe entre los beneficios que perciben las grandes empresas y las afectaciones que vive la población, además de atender la crisis climática que cada vez afecta de manera más profunda y dificulta la producción de bienes alrededor del mundo, como lo señala la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL).

“Nuestra prosperidad y bienestar dependen de la salud de nuestro planeta. Debemos acelerar la transición hacia sociedades más productivas, inclusivas y sostenibles que reduzcan nuestra huella ambiental y que aceleren la economía circular como una estrategia transectorial para el desarrollo sostenible”, propone la CEPAL.

Defensoras del territorio resisten

Las defensoras del medio ambiente buscan conservar el patrimonio natural de sus localidades, así como defender la vida comunitaria y sus hábitos económicos a pesar de ser invisibilizadas en sus entornos.

“Nosotras vivimos una condición de violencia de género permanente; en nuestras comunidades se genera violencia al ser menor la cantidad de mujeres que participan en las asambleas o que son dueñas de su parcela y eso genera que seamos invisibilizadas a pesar de ser las más preocupadas por que la familia tenga una buena alimentación o que no se contamine el agua de la comunidad”, señala Chavira.

Así, preservar el arraigo a la cultura de la parcela o a la autoconstrucción que se vive al interior de las comunidades que protegen las grandes reservas naturales del país frente al modelo de vida que se da en las localidades urbanas figura como una labor compleja al sumar las desigualdades económicas y de género que viven las defensoras del territorio.

A lo anterior se suma el avance de empresas inmobiliarias y de materias primas que buscan incrementar sus ganancias sin contemplar el impacto ambiental y social que sus actividades puedan tener en dichas comunidades, lo que genera un clima de agresiones a defensoras del medio ambiente, cuestión que se ha intensificado en los últimos años, como lo documenta el  Centro Mexicano de Derecho Ambiental (CEMDA).

“Yo no me considero una mujer agresiva, pero creo que si alguien viniera e invadiera este territorio sin pedir la autorización de la comunidad, sí me organizaría con otros para oponernos, como lo han hecho en diversos estados, para defendernos, porque no se trata de un pedazo de tierra, se trata de la vida en sí”, advierte la defensora del territorio Chavira.

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