Shale y nada más

Las reglas cambiaron en el mercado petrolero. La Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP) ha perdido la influencia que solía tener, la Agencia Internacional de Energía (IEA, por su siglas en inglés) espera que la demanda petrolera toque un techo en la próxima década y las grandes firmas energéticas globales están cambiando su estrategia de negocio de manera radical.

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Millones de barriles diarios es la producción petrolera, impulsada por el auge del shale, que alcanzará Estados Unidos en diciembre de 2018
Exxon destinará un tercio de su presupuesto de perforación a este sector. La empresa proyecta que su producción de shale llegará a 800 mil barriles diarios en 2025

Las reglas cambiaron en el mercado petrolero. La Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP) ha perdido la influencia que solía tener, la Agencia Internacional de Energía (IEA, por su siglas en inglés) espera que la demanda petrolera toque un techo en la próxima década y las grandes firmas energéticas globales están cambiando su estrategia de negocio de manera radical.

Detrás de este escenario hay un común denominador: el ascenso de la industria de gas y petróleo shale en Estados Unidos.  Exxon, Shell y Chevron, las tres petroleras públicas (que cotizan en el mercado de valores) más grandes del mundo, planean invertir alrededor de 10 mil millones de dólares en el desarrollo de proyectos de hidrocarburos no convencionales en el 2017.

Quienes siguen de cerca a la industria energética argumentan que esto es un reconocimiento de facto de parte de las grandes petroleras de que el shale representa el futuro del mercado energético global.

Tradicionalmente, estas firmas han privilegiado el desarrollo de megaproyectos, usualmente de aguas profundas, que necesitan una inyección de capital inicial significativa y que  tardan años en redituar beneficios.

La historia cambió a partir de junio del 2014, cuando el precio del petróleo inició un declive de casi 70 por ciento, que culminó en febrero del año pasado. Las grandes petroleras fueron orilladas a recortar costos y a buscar proyectos que pudieran generar efectivo de manera prácticamente inmediata.

El shale fue la respuesta. Analistas refieren que, en promedio, se necesitan 100 millones de dólares para poner en marcha un proyecto de aguas profundas. En cambio, un pozo de shale únicamente requiere una inversión inicial de cinco millones de dólares.

Aunque el colapso del mercado petrolero dio lugar a una oleada de bancarrotas en la industria del shale, las firmas sobrevivientes salieron fortalecidas. El avance tecnológico y de eficiencia permitió que la industria pudiera resistir un escenario de precios adversos. Actualmente, el precio de equilibrio de la cuenca Permian, en Texas, es de entre 35 y 40 dólares.

Planes de expansión

Shell proyecta que un décimo de su producción será aportada por proyectos de shale. La firma planea gastar 2.5 mil millones de dólares al año en este tipo de desarrollos, más de lo que gastan las empresas que son referentes del sector, como Continental Resources. Desde el 2013, la firma anglo holandesa ha logrado reducir sus costos de producción en desarrollos shale en un 60 por ciento.

En el 2010,  Exxon pagó 41 mil millones de dólares para adquirir la firma de recursos no convencionales XTO Energy. Desde entonces, las grandes petroleras no habían mostrado un compromiso de esta magnitud con el desarrollo de la industria shale.

Exxon destinará un tercio de su presupuesto de perforación a este sector. La empresa proyecta que su producción de shale llegará a 800 mil barriles diarios en 2025, cuatro veces más que su producción actual.

Asimismo, Chevron espera aumentar su gasto en desarrollo de proyectos shale en un 30 por ciento cada año. Con ello se busca alcanzar una meta de producción de 500 mil barriles diarios en 2020, cinco veces más que su producción actual. 

El Departamento de Energía de Estados Unidos pronostica que la producción de petróleo doméstica, impulsada por el auge del shale, alcanzará un nivel de 10 millones de barriles diarios a finales de 2018. Este techo únicamente ha sido rebasado en dos ocasiones. Ambas ocurrieron en la década de los 70.

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