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Eurozona mexicana

En términos económicos, las únicas diferencias entre un país y un Estado como Nuevo León son pocas: el derecho a expedir una moneda propia y la dicha de poder recibir transferencias de otros Estados más prósperos.

El experimento europeo es justamente la eliminación de la primera de esas condiciones, y justamente porque no se pueden hacer (todavía) transferencias fiscales directas entre países miembros, no parece haber funcionado muy bien.

Del 2008 al 2011, mientras la deuda en Europa creció casi un 35 por ciento, los Estados en México duplicaron sus pasivos

En términos económicos, las únicas diferencias entre un país y un Estado como Nuevo León son pocas: el derecho a expedir una moneda propia y la dicha de poder recibir transferencias de otros Estados más prósperos.

El experimento europeo es justamente la eliminación de la primera de esas condiciones, y justamente porque no se pueden hacer (todavía) transferencias fiscales directas entre países miembros, no parece haber funcionado muy bien.

Los Estados mexicanos la tienen más fácil, pueden seguir políticas parecidas y no sufrir las consecuencias, al menos en el corto plazo, de sus acciones.

Por ejemplo, las participaciones federales, que es dinero que el gobierno federal transfiere a los Estados, pueden ser usadas como garantía para préstamos de la banca comercial.

Y que los únicos capaces de detener la emisión de deuda sean los congresos locales es claramente un error legislativo inmenso y un gran alivio para los gobernadores.

Incluso la nueva ley sobre Contabilidad Gubernamental hace poco por frenar el nivel de endeudamiento, centrándose en mejor incrementar la transparencia del gasto.

De hecho, es parecido a lo que sucedió en el contexto europeo previo a la crisis financiera mundial. Todos los países se beneficiaron de términos de préstamo gracias a compartir una moneda conjunta.

El dinero barato hizo que políticos hicieran cada vez más promesas y expandieran los sistemas de seguridad social tanto que se volvieron insostenibles ante una catástrofe económica como la crisis financiera del 2008.

Si en México llegase a quebrar un Estado, hay mecanismos para transferir más dinero de las arcas federales hacia la entidad, cosa que no es posible hacer en una unión como Europa, sin una autoridad fiscal central.  Pero ello no evita los eventuales problemas que pudiesen surgir por el uso indiscriminado de la deuda. Tarde o temprano, el ciudadano tendrá que pagar esas obligaciones, ya sea con más impuestos o menos servicios.

Los ‘traviesos’ son pocos

El crecimiento de la deuda estatal realmente está concentrado en pocos jugadores. Del 2008 al 2011, mientras la deuda en Europa creció aproximadamente un 35 por ciento, los Estados en México duplicaron sus pasivos.

Sin embargo, en un reporte público de Fitch Ratings, una agencia calificadora de algunas deudas estatales, se menciona que los culpables son relativamente pocos.  El 63 por ciento del crecimiento puede ser explicado por tan solo siete Estados.

Se trata de Coahuila, Veracruz, Nuevo León, Jalisco, Chihuahua, Quintana Roo y Michoacán, que juntos incrementaron sus pasivos en 222 por ciento.

Con los “estados” Europeos, no hay ningún punto de comparación. Tan solo la tasa de crecimiento de Letonia supera al conjunto de los estados mexicanos con 272 por ciento.

Pero inclusive la deuda de España e Irlanda creció de manera más lenta durante el mismo periodo, en un 102 por ciento, según cifras de la Comisión Europea.

Y como en el escenario español, el inevitable ajuste fiscal se ha venido dando del lado del ingreso más que del gasto.

Los Estados, particularmente Nuevo León, Oaxaca y Yucatán, han incrementado de manera importante su recaudación propia en vez de reducir su gasto corriente, que en promedio ya alcanza el 85 por ciento de los egresos.

El ejemplo más claro de ello es el alza en las tenencias y otros servicios básicos que se dio en Coahuila a inicios de año.

La danza de las calificaciones

Ante la experiencia internacional y la tendencia de prometer recortes en el aparato burocrático, pero no lograrlos, las calificadoras se han visto en la incomoda situación de alertar al mercado.

Por su parte, Fitch menciona que 8 estados que ellos califican mantienen una perspectiva crediticia negativa.

Observar la tendencia reciente de las calificaciones no es muy alentador tampoco.

En el 2008 Nuevo León ostentaba una calificación A+, mientras que hoy se encuentra en BBB+ con perspectiva a la baja. Es decir, ha caído 3 peldaños en la escala de calificaciones de la empresa.

La historia es similar para los “siete grandes”, pero Coahuila se lleva la corona al caer de AA+ a BB+, un desliz de peldaños parecido a la emproblemada Grecia en los últimos años.

El mismo reporte cita que en el 2007 solamente el 34 por ciento de las calificaciones que otorga a Estados y Municipios estaban en la categoría BBB(mex). Para inicios del 2012, 49 por ciento, es decir casi la mitad de las entidades, habían descendido a esos umbrales.

Si bien las escalas son diferentes entre países y estados, es decir, no son comparables directamente, sus caídas dentro del ranking sí lo son.

Cada reducción en la calificación sirve como una especie de alerta temprana a inversionistas, pero en este caso también a ciudadanos.

Que la cantidad de alertas emitidas en Grecia y Coahuila sean parecidas no es muy buen augurio.

Si se quiere evitar sufrir de las dolorosas consecuencias de un Estado sobre-obligado como en Europa, tal vez simplemente se debería dejar de pedir como ellos.

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