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El lastre monetario

La crisis global de 2008 dejó secuelas que hasta ahora han probado ser irreversibles. Después de más de siete años, la recuperación de la economía mundial no logra consolidarse.

Los países desarrollados enfrentan presiones deflacionarias que inhiben la actividad económica y que buscan ser resueltas mediante políticas monetarias poco convencionales como las tasas de interés negativas.

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es la caída del precio del petróleo en los últimos 20 meses, lo cual debería impulsar la actividad económica por un mayor ingreso disponible para los consumidores
"Paradójicamente, los beneficios globales de menores precios de los energéticos únicamente aparecerán hasta que los precios se recuperen y las economías avanzadas progresen en superar el actual entorno de bajas tasas de interés”
Maurice ObstfeldEconomista en jefe del FMI

La crisis global de 2008 dejó secuelas que hasta ahora han probado ser irreversibles. Después de más de siete años, la recuperación de la economía mundial no logra consolidarse.

Los países desarrollados enfrentan presiones deflacionarias que inhiben la actividad económica y que buscan ser resueltas mediante políticas monetarias poco convencionales como las tasas de interés negativas.

Esto ha puesto a los países emergentes a la defensiva, debido a que los flujos de capitales desde los países desarrollados ha mermado considerablemente como respuesta a las distorsiones que generan las acciones de los bancos centrales del mundo.

Las autoridades de política económica tienen ante sí un escenario inédito. A pesar de que los alcances de este tipo de políticas monetarias se han puesto en tela de juicio, permanecen como el único canal de reacción.

Aunque las expresiones que llaman a una expansión del déficit y del gasto público para estimular la actividad económica se han vuelto cada vez más comunes en el debate económico, aún no existe un consenso sobre qué se debe hacer para consolidar la aletargada recuperación.

En lo único que parece haber consenso es en el hecho de que el mundo se enfrenta a una nueva normalidad de bajo crecimiento derivada de factores estructurales y no de condiciones coyunturales de corto plazo.

Por ello, la caída del precio de los energéticos que inició en junio del 2014 fue vista con optimismo como una variable que no se había considerado y que podría significar un cambio de fondo en el tablero económico. La decepción ha sido mayúscula.

Beneficio borrado

El barril de petróleo de referencia internacional Brent ha caído 60 por ciento en los últimos 20 meses. Un gran número de economistas esperaba que una baja de esa magnitud en el precio de los energéticos iba a representar un impulso a la demanda agregada debido a un incremento sustancial en el ingreso disponible de los consumidores.

Las expectativas no se hicieron realidad. El boom esperado en el consumo no se tradujo en mayores tasas de crecimiento. Al contrario, los recortes a las perspectivas de expansión económica se han vuelto una constante.  El diario Financial Times reporta que el Fondo Monetario Internacional (FMI) está listo para hacer una rebaja adicional a su pronóstico de crecimiento global de 3.4 por ciento para 2016.

El análisis del FMI atribuye gran parte de este recorte al hecho de que las políticas monetarias neutralizaron el efecto de la caída del precio de los energéticos. 

En una publicación en la página del organismo firmada por Mauricie Obstfeld, economista en jefe del FMI, se argumenta que mientras los países avanzados mantengan tasas de interés cercanas a cero, no se materializarán beneficios como un repentino incremento en el ingreso disponible de los consumidores.

La lógica detrás de esta posición yace en que las políticas de tasas de interés cercanas a cero limitan el margen de maniobra de los bancos centrales. En ese sentido, no se pueden contrarrestar las presiones deflacionarias derivadas de la caída del precio de los energéticos. Una menor inflación se refleja en una tasa de interés real más alta, lo que constituye una medida restrictiva para la actividad económica.

De tal modo, el crecimiento se vuelve dependiente de un repunte en los precios de los energéticos que a su vez se transfiera hacia un mayor nivel de inflación, lo que reduce la tasa de interés real y pavimentaría el camino para la recuperación.

Debido a que un incremento en el precio de los energéticos es dañino para los consumidores en el corto plazo, esto implicaría incentivos perversos para el cumplimiento de los objetivos de inflación del banco central. 

Déficit: solución inesperada

La posición del FMI se une a llamados como el de Larry Summers, exsecretario del Tesoro de Estados Unidos y una de las voces más influyentes del debate económico, de que es necesaria una política fiscal más activa.

Esta postura se basa en la teoría keynesiana de que la política monetaria expansiva pierde efectividad cuando las tasas de interés se encuentran en niveles cercanos a cero. En ese caso, la respuesta de política pública más recomendable es el de ampliar el gasto público financiado con un déficit fiscal manejable.

La recomendación usual del FMI es darle seguimiento a la implementación de reformas estructurales que permitan incrementar el producto interno bruto potencial de la economía global. No obstante, en la publicación firmada por Obstfeld hacen énfasis en la necesidad urgente de dar un soporte adicional a la demanda.

Si bien, los beneficios de la caída del precio de los energéticos no se han materializado, los riesgos financieros que implica este fenómeno sí podrían concretarse. Mientras que el mercado se ha caracterizado recientemente por la persistencia de la volatilidad y la incertidumbre, un menor precio de los energéticos podría generar una oleada desestabilizadora de defaults  de deuda corporativa y soberana.  

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