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El aterrizaje chino

Después de años de volar por las alturas, la economía china ahora tiene que aprender a planear a un nivel más bajo, transitando de un modelo dependiente de la industria pesada y la inversión hacia uno enfocado en los servicios y el consumo.

6
millones
de trabajadores de empresas del Estado podrían ser despedidos en los próximos tres años, según la agencia Reuters
"Definitivamente, el modelo productor (inversión y exportaciones) no era la fórmula para cumplir las aspiraciones de China de convertirse en una sociedad moderadamente próspera para el 2020”
Stephen S. RoachEx-economista en jefe y presidente de Morgan Stanley
La transición no ha estado exenta de costos, lo que se ha vuelto evidente en los shocks que ha enviado China 

Después de años de volar por las alturas, la economía china ahora tiene que aprender a planear a un nivel más bajo, transitando de un modelo dependiente de la industria pesada y la inversión hacia uno enfocado en los servicios y el consumo.

Las dificultades que experimenta el gobierno chino para redirigir a los millones de obreros desempleados de su industria siderúrgica hacia el sector de servicios, y a pesar de haber invertido más de 15 mil millones de dólares hacia este fin, es un síntoma de la retadora transición económica que enfrenta el gigante asiático. Pero si China no logra concretar este giro, las consecuencias no se quedarán dentro de sus fronteras. 

La desaceleración de la segunda mayor economía del mundo, que el año pasado registró su menor crecimiento en 25 años, ya causó estragos en los precios de las materias primas y en los países que dependen de éstas, como Brasil y Sudáfrica. Ahora, un ‘aterrizaje forzoso’ podría descarrilar a China y llevarse consigo la salud del resto de la economía global, apagando la recuperación estadounidense y el crecimiento mexicano

China se encuentra en medio de una reestructura económica en la que no sólo está en juego la viabilidad del régimen del Partido Comunista, sino la salud misma de la economía global.

A pesar de que la crisis global estalló hace más de siete años, el sector siderúrgico de la segunda mayor economía del planeta está listo para realizar uno de los mayores despidos masivos en la historia. Yin Weimin, ministro de Recursos Humanos y Seguridad Social de China, anunció planes para despedir a 1.8 millones de trabajadores.

Asimismo, agregó que el gobierno destinará  15.4 mil millones de dólares para restablecer a parte de los trabajadores despedidos en el sector servicios.

Esto representa la aplicación patente de un cambio de modelo económico basado en la inversión y las exportaciones hacia un modelo basado en el consumo del mercado interno y de la producción del sector servicios.

China fue la estrella económica de la segunda mitad del siglo XX. Entre 1980 y 2010, el producto interno bruto del país creció a una tasa anual promedio de 10 por ciento. Esto le permitió al Partido Comunista mantener un control político que hizo posible la aplicación de un tipo de capitalismo de Estado.

La base del crecimiento en este periodo fue la inversión industrial y un esquema en el que se inundó al mundo de exportaciones chinas a partir de la subvaluación artificial de la moneda. En el 2010, la inversión y las exportaciones representaron tres cuartos del producto interno bruto.

El crecimiento chino se convirtió en uno de los principales motores para la economía global, particularmente para los países emergentes exportadores de materias primas como Brasil y Sudáfrica.

Sin embargo, los líderes de política económica de China se dieron cuenta que su modelo económico tenía fecha de caducidad. La ineficiencia de las empresas del Estado, la creciente desigualdad de ingreso y el deterioro de la demanda externa surgieron como muestras de que era necesaria una reestructuración.

Duras reformas

En el 2007, en el marco del Foro de Desarrollo de China, un equivalente al Foro Económico Mundial de Davos, el ex-primer ministro Wen Jiabao expresó su preocupación respecto al modelo económico del país asiático y lo calificó como desbalanceado, descoordinado, insostenible e inestable.

El discurso del gobierno chino dio un giro de 180 grados al comprometerse con la implementación de reformas para priorizar el nuevo enfoque económico basado en el consumo interno y los servicios.

La transición no ha estado exenta de costos, lo que se ha vuelto evidente en los shocks que ha enviado China a la economía mundial en el último año, desde la devaluación de su moneda hasta el auge y caída de su mercado de valores.

La caída del precio de las materias primas, la desaceleración del comercio y la debacle de gran parte del sector exportador de países emergentes son consecuencias directas del hecho de que China dejó de crecer a tasas de dos dígitos.

Sin embargo, los costos de permanecer en la misma ruta son mayores que  los costos de la transición. China corre el riesgo de quedarse estancada en la trampa del ingreso medio, la cual establece que después de ascender rápidamente desde un ingreso per cápita bajo hacia un ingreso per cápita medio, el salto hacia el ingreso per cápita alto tarda mucho tiempo debido a características estructurales de la economía.

Esto también representa un riesgo para una economía global que se está acostumbrando a una nueva normalidad de bajo crecimiento y cuyo único motor de dinamismo es Estados Unidos.

El problema yace en que la reestructura económica de China está tardando más de lo esperado. 

Los críticos de la política económica del país asiático afirman que el gobierno está en una zona de confort en la que la transición aún no se convierte en la primera prioridad.

El despido masivo de trabajadores anunciado recientemente es uno de los pasos más significativos de esta transformación. La agencia Reuters reporta que en los próximos tres años, las empresas del Estado podrían despedir hasta a 6 millones de trabajadores, lo que representaría una reducción de 17 por ciento en la fuerza laboral de estas compañías. 

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