Una diferencia notable
En Argentina, la familia Kirchner está fuera del poder. En Brasil, el Partido de los Trabajadores ha quedado temporalmente exiliado de la presidencia por una investigación de corrupción a gran escala. En Venezuela, en medio de una profunda crisis económica y humanitaria, el régimen de Nicolás Maduro está al borde del colapso.
El modelo económico que privilegiaron estos países, marcado por el intervencionismo estatal y la exportación de materias primas como único motor de crecimiento, tiene sus días contados en América Latina.
Rodrigo CarbajalEn Argentina, la familia Kirchner está fuera del poder. En Brasil, el Partido de los Trabajadores ha quedado temporalmente exiliado de la presidencia por una investigación de corrupción a gran escala. En Venezuela, en medio de una profunda crisis económica y humanitaria, el régimen de Nicolás Maduro está al borde del colapso.
El modelo económico que privilegiaron estos países, marcado por el intervencionismo estatal y la exportación de materias primas como único motor de crecimiento, tiene sus días contados en América Latina.
Sin embargo, los costos de estas políticas se siguen pagando. Esto contrasta fuertemente con el dinamismo económico de los países que conforman la Alianza del Pacífico: Chile, Colombia, México y Perú.
Esta semana, Nestlé anunció que creará 2 mil 900 puestos de trabajo en los siguientes tres años en estos países, que fueron referidos como mercados de gran relevancia para el conglomerado suizo.
Mientras que Brasil y Argentina se encuentran en un proceso de reestructuración y recuperación económica que está sujeta a vaivenes políticos, los países de la Alianza del Pacífico han consolidado un periodo duradero de estabilidad, otrora desconocido para América Latina.
Esta estabilidad está fincada en una política comercial de apertura, abocada a la integración de cadenas de producción globales. Chile, Colombia, México y Perú son países signatarios del Acuerdo de Asociación Transpacífico (TPP, por sus siglas en inglés).
Pese a que Estados Unidos se retiró de este tratado global de 12 países que representan 40 por ciento de la economía global, el TPP sentó los estándares de inversión e intercambio de última generación. Para el consenso de analistas, ser un país signatario del TPP ofrece garantías a los inversionistas globales que contrastan con la discrecionalidad de la economía estatista de los gobiernos anteriores de Argentina y Brasil.
¿Dilema resuelto?
Si bien, los países del Mercosur alcanzaron altas tasas de crecimiento en la década pasada (cimentadas en los altos precios internacionales de las materias primas), el dilema de desarrollo latinoamericano parece quedar resuelto.
Argentina, cuya economía se contrajo 2.3 por ciento en el último año, está transitando hacia políticas más amigables al mercado. El Fondo Monetario Internacional (FMI) espera que el producto interno bruto (PIB) crezca 2.2 por ciento este año.
En Brasil, el impasse político vuelve más aguda la fragilidad de la economía. El PIB brasileño ha caído 7.4 por ciento en los últimos dos años y las reformas de reestructuración pro mercado pudieran quedar socavadas dado que una parte significativa del gabinete actual, incluyendo al presidente Michel Temer, se encuentra bajo investigación por prácticas de corrupción.
A pesar de ello, el FMI considera que los esfuerzos de resiliencia del gobierno brasileño han sido redituables. Pronostica una tasa de crecimiento de 0.2 por ciento para 2017 y de 1.7 para 2018.
El antiguo dilema entre la diferencia que significa el modelo de desarrollo del Mercosur y el modelo de desarrollo de la Alianza del Pacífico es particularmente relevante para México.
La política económica del país se aproxima a un momento de definición. Andrés Manuel López Obrador, el único candidato consolidado de cara a las elecciones presidenciales de 2018, aparece en la mente de los inversionistas globales como un factor que podría irrumpir dos décadas continuas de una política económica que ha privilegiado la estabilidad macroeconómica y la apertura comercial.