Desigualdad hecha en casa

El ascenso del populismo en Occidente está cambiando la narrativa económica, poniendo en tela de juicio los beneficios que ha significado el proceso de apertura y de globalización de las últimas tres décadas.

El reporte de perspectivas de inversión que Goldman Sachs Asset Management publica cada año hace referencia a la transición del globalismo al populismo como la tendencia de mayor incidencia económica para el 2017.

“La responsabilidad de estas tendencias no se encuentra en las remotas fuerzas de globalización, sino en los gobiernos nacionales. La globalización no los convierte en entes sin poder”
Simon TilfordSubdirector del Centro para la Reforma Europea
Simon Tilford, subdirector del CER, sostiene que, bajo ningún motivo, las fuerzas de apertura y de globalización condicionaron a los gobiernos a implementar medidas de austeridad 

El ascenso del populismo en Occidente está cambiando la narrativa económica, poniendo en tela de juicio los beneficios que ha significado el proceso de apertura y de globalización de las últimas tres décadas.

El reporte de perspectivas de inversión que Goldman Sachs Asset Management publica cada año hace referencia a la transición del globalismo al populismo como la tendencia de mayor incidencia económica para el 2017.

La decisión de Reino Unido de salir de la Unión Europea, la llegada de Donald Trump a la Casa Blanca y el fortalecimiento de los partidos euro escépticos de extrema derecha en Europa cuentan con un común denominador: los tres fenómenos representan una voz crítica contra el capitalismo liberal. El rechazo a la inmigración y al libre comercio es unánime.

El consenso de analistas coincide en que los denominados “perdedores de la globalización”, particularmente la clase trabajadora de los países industrializados, son la base política de los movimientos populistas actuales.

Esto tiene claros antecedentes directos: la debilidad del crecimiento de las economías avanzadas, el deterioro de la calidad de vida de las comunidades afectadas por el colapso industrial de los países desarrollados y la creciente desigualdad de ingreso y de riqueza.

Sin embargo,  el Centro para la Reforma Europea (CER, por sus siglas en inglés), un think tank de corte liberal, argumenta que estos desbalances no obedecen al proceso de globalización, sino a la aplicación de malas políticas económicas internas.
 
Es la austeridad, estúpido
 
Simon Tilford, subdirector del CER, sostiene que, bajo ningún motivo, las fuerzas de apertura y de globalización condicionaron a los gobiernos a implementar medidas de austeridad. La explicación yace, más bien, en una visión errónea de la economía política respecto a cómo se debía encaminar la recuperación de la crisis global de 2008.

Si bien, los “perdedores de la globalización” fueron afectados por la construcción de cadenas de suministro en países emergentes de bajo costo, la mayor parte de los empleos manufactureros desplazados en las economías avanzadas  obedece al drástico cambio tecnológico observado en las últimas décadas.

Ante esta coyuntura, no existieron políticas públicas a gran escala que compensaran a los grupos afectados; ya sea a través de programas de capacitación para los obreros desplazados o mediante el gasto en infraestructura en las comunidades industriales más golpeadas.

En cambio, las directrices de la política pública de países como Estados Unidos y Reino Unidos se orientaron hacia la reducción del gasto social, el debilitamiento de los sindicatos y el recorte de impuestos a los estratos de mayor ingreso y riqueza.

Tilford sugiere que esto generó una división política sin precedentes, una menor movilidad social y un fenómeno de desigualdad exacerbada.

No obstante, el CER deja claro que las fuerzas de la globalización jugaron un papel prácticamente insignificante en la construcción de este escenario. Se concluye que la apertura económica y el enfoque de austeridad son variables independientes entre sí que han corrido de manera paralela en los últimos treinta años.
 
Beneficios de la globalización
 
El argumento a favor de la globalización mantiene la convicción de que los mercados abiertos de bienes, capitales y personas ofrecen las mejores condiciones para la generación de riqueza y de oportunidades.

El caso mexicano ilustra este punto a la perfección. De acuerdo a un estudio de la firma de consultoría McKinsey, que se publicó en el 2014, los mejores salarios del país se pagan en el sector exportador que se construyó a partir de la entrada en vigor del Tratado de Libre Comercio de América del Norte. Esto es consistente con el hecho de que la industria de exportación también presenta los mayores niveles de productividad en México.

Asimismo, según estimaciones del Banco Mundial, desde 1990, más de 1.2 mil millones de personas han salido de la línea de pobreza extrema. La mayor parte de la población que comenzó a ganar más de dos dólares al día se encuentra en China o India.

Por otra parte, los movimientos populistas han hecho un caso económico a favor de la idea de que los flujos de inmigración implican una reducción del salario y de los ingresos domésticos.  Los economistas Stephen Nickell y Jumana Saleheen publicaron un documento de investigación para el Banco de Inglaterra en el que se concluye que prácticamente no existe evidencia alguna para llegar a esta aseveración.  El estudio, en cambio, sostiene que el recorte de programas sociales ha sido mucho más perjudicial para los ingresos de la clase trabajadora de los países avanzados.

La administración de Donald Trump, a cargo de la mayor economía del mundo, encarna el supuesto dilema que la globalización ha creado.

Por un lado, este gobierno ha declarado su intención de estimular el crecimiento mediante una combinación de políticas públicas que acabe con el letargo económico de la última década.

Por otro lado, parte de este plan pro crecimiento está basado en un amplio recorte de impuestos que, según el Centro de Política Fiscal, beneficia en mayor medida al 1 por ciento de la población estadounidense de mayores ingresos, sobre todo al 0.1 por ciento de la población que más gana.

Paradójicamente, el presidente que llegó al poder mediante el ascenso de un movimiento populista cimentado en la creciente desigualdad, promete abrir la brecha de ingresos aún más.  

Por si fuera poco, el enfoque proteccionista de Trump tiene el potencial de encarecer los productos que consumen los estadounidenses más pobres.

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