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La otra curia

En México existe un grupo, alejado de los lujos y la clase política, que realiza trabajo con agrupaciones vulnerables en varias partes del país.

Se trata de sacerdotes que llevan la ayuda a sus comunidades y que predican con acciones, no solo con discursos.

Algunos de ellos ni siquiera estuvieron presentes en los eventos del Papa Francisco en México. Han sido amenazados por grupos de la delincuencia organizada o ignorados por las autoridades; aun así, no han cejado en su actividad. 

En México existe un grupo, alejado de los lujos y la clase política, que realiza trabajo con agrupaciones vulnerables en varias partes del país.

Se trata de sacerdotes que llevan la ayuda a sus comunidades y que predican con acciones, no solo con discursos.

Algunos de ellos ni siquiera estuvieron presentes en los eventos del Papa Francisco en México. Han sido amenazados por grupos de la delincuencia organizada o ignorados por las autoridades; aun así, no han cejado en su actividad. 

Este es el otro sacerdocio, el que todos los días se reúne con las víctimas y trabaja por los derechos humanos.

Solalinde
Protector de los migrantes

El director del albergue “Hermanos en el Camino”, trabaja en la región de Ixtepec, Oaxaca, donde todos los días da cobijo, comida y consuelo a decenas de migrantes centroamericanos en su camino hacia Estados Unidos.

Solalinde ha tomado notoriedad al pronunciarse sobre temas polémicos relacionados, sobre todo, con cuestiones de seguridad pública y migración.

El sacerdote ha sido amenazado de muerte varias veces; incluso, ha tenido que salir del país para resguardar su integridad física.

El también coordinador de la Pastoral Social de Movilidad Humana, ha criticado que el Papa Francisco no tocara temas cruciales para México, como las desapariciones.

“Hay una ausencia de ver y escuchar a las víctimas y a sus familias”, dijo Solalinde en una entrevista con Radio Fórmula.

Solalinde no fue requerido para asistir a la misa que el Papa Francisco llevó a cabo en Ciudad Juárez con el tema de las víctimas y la migración.

Acusó que Jorge Mario Bergoglio fue “secuestrado” por la alta jerarquía de la Iglesia mexicana y del Estado.

Raúl Vera
El obispo progresista

El obispo de Saltillo es uno de los sacerdotes más polémicos del país.

Lo mismo organiza misas con trabajadoras sexuales que con la comunidad homosexual, las víctimas de la violencia, los mineros o con migrantes.

Aunque la mayor parte de su labor social la realiza en su diócesis, su fama ha alcanzado otros países por las ideas progresistas que defiende.

Las personas despojadas, violadas en sus derechos humanos o familiares de asesinados o desaparecidos acuden a él y busca cómo apoyarlos.

Ha acompañado a los familiares de los mineros de Pasta de Conchos y ha afirmado sin ambages estar a favor de las uniones entre personas del mismo sexo.

Junto a él, el padre Pedro Pantoja, también de la diócesis de Saltillo, sigue una doctrina más abierta, que ha sido criticada por los grupos conservadores.

Padre Goyo
Rezos antibalas

En Apatzingán, Michoacán, los hechos de violencia estaban a la orden del día y fue el “Padre Goyo” quien comenzó a denunciar las desapariciones y asesinatos que ocurrían en su comunidad.

Denunció que el presidente municipal de esa localidad estaba relacionado con Los Caballeros Templarios. Bendecía las armas de las autodefensas y denunciaba desde el púlpito a quienes habían tomado el camino del mal.

Goyo ganó notoriedad cuando, en uno de los picos de violencia en la entidad, oficiara misa portando un chaleco antibalas, pues sus constantes denuncias ya le habían hecho ganar varias amenazas de muerte.

Las constantes denuncias y declaraciones polémicas –como aquella donde dijo que las ejecuciones del 6 de enero del 2015 en Apatzingan habían sido un “remedio necesario”- provocaron que Alberto Suárez Inda, arzobispo de Morelia, lo sacara de su parroquia y le diera “un año sabático”, por lo que fue confinado sin posibilidad de dar misa.

En septiembre del 2015, cuando se había dado a conocer que el Papa no visitaría México esos meses, Gregorio hizo pública una carta donde le agradecía al Papa Francisco no venir al país a dar la mano a la clase política y eclesiástica.

Padre Prisci
Un remanso en el desierto

Así haga un calor inclemente o un frío devastador, Prisciliano Peraza, “El padre Prisci”, como le dicen en la comunidad, se dedica a dar cobijo, comida y consuelo a los migrantes que cruzan a Estados Unidos por la frontera de Altar, Sonora.

En medio de una región dominada por los grupos del crimen organizado, que ahora usan a los migrantes como burreros para el paso de droga, el padre Prisci intenta proteger a migrantes de México y Centroamérica que llegan a la localidad.

En su Centro Comunitario de Atención al Migrante, Prisci da todos los días dos comidas a los migrantes, así como hospedaje y atención médica, además de un kit con el que les ayuda a hacer el cruce por el desierto.

Casi nunca se le ve vestido con sotana, salvo cuando oficia misa en su parroquia. Por lo regular viste pantalón de mezclilla, camisa a cuadros y sombrero vaquero.

Así recibe también a familiares de migrantes desaparecidos que van a buscarlos por la ruta que pudieron seguir. Y cuando la tragedia alcanza a quienes cruzan, va a recoger sus cadáveres a Estados Unidos para intentar repatriarlos a sus lugares de origen.

Miguel Concha
La protesta social

Es director del Centro de Derechos Humanos Fray Francisco de Vitoria, una de las organizaciones de defensa de los derechos humanos más activas del país.

Con una visión progresista, que le ha valido críticas de los sectores más conservadores, ha defendido el derecho a la protesta social, la soberanía alimentaria y la defensa del territorio.

En una de sus declaraciones más polémicas, el sacerdote pidió que en la investigación de los hechos de Ayotzinapa se incluyera a los militares, para definir si habían tenido o no responsabilidad.

Antes de la visita del Papa Francisco a México, el padre Miguel Concha dijo que era “fácil” que el sumo pontífice se reuniera con los padres de los 43 normalistas desaparecidos.

Padre Pato
Bendición tarahumara

Es un sacerdote que trabaja principalmente con los indígenas de la Sierra Tarahumara, quienes lo conocen como “El padre Pato”, pero también se ha vuelto compañero de las víctimas de la violencia.

Presidente de la Comisión de Solidaridad y Defensa de los Derechos Humanos, el padre Pato ha acompañado, por ejemplo, a los familiares de quienes fueron asesinados en la masacre de Creel, en Chihuahua.

La masacre ocurrió en noviembre del 2008 y cobró la vida de 11 personas; fue una de las primeras matanzas que pasó en México y tuvo gran impacto por ser de las primeras consecuencias de la llamada “guerra contra el narcotráfico” iniciada por el expresidente Felipe Calderón.

De formación jesuita, Jesús Ávila también se ha convertido en el defensor de las comunidades por obras que se han querido realizar en sus territorios.

Ha sido amenazado en varias ocasiones, por lo que hasta le han sido dictadas medidas cautelares para su protección.

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