Perros ferales no conocen “caricia humana” y ponen en peligro a ecosistemas

Es un problema para varios investigadores en la parte norte de la Isla Cedros en Baja California Sur, quienes estudiaban a las poblaciones de lobos marinos

Los perros ferales son feroces, no han experimentado una caricia humana y evitan cualquier contacto con el hombre. No son perros callejeros, no esperan afuera de los restaurantes por comida y no rondan los basureros en búsqueda de alimento. Estos animales son depredadores implacables, que cazan casi cualquier especie que se les ponga enfrente.

Además de esto, habitan en el país y pueden ser una amenaza grave para los ecosistemas que de por sí ya enfrentan diversos obstáculos, según una investigación realizada por el Conacyt. 

Esto ha sido un problema para varios investigadores en la parte norte de la Isla Cedros en Baja California Sur, quienes estudiaban a las poblaciones de lobos marinos hasta que notaron que éstas disminuían drásticamente sin conocer la causa. Hasta que encontraron perros ferales cerca de ahí. 

El investigador Juan Pablo Gallo estudió las heces de los perros en los que determinó que había pelo, plumas y huesos de lobos marinos, elefante marino y venado bura, una especie endémica en peligro de extinción. 

Perros ferales

Estos animales son descendientes directos de otro depredador y son una subespecie del lobo gris, Canis lupus. Pero, contrario a lo que podría pensarse, pertenecen a la misma especie que el perro que descansa plácidamente en el sillón de una familia en la ciudad o del que cuida el ganado en una zona rural, explica el Conacyt en su investigación. 

Biológicamente, los perros ferales son perros domésticos, Canis lupus familiaris, que se han aislado de la influencia humana y han adoptado un comportamiento salvaje, indica el instituto. 

Aunque encuentran alimento fácilmente,  los perros son animales territoriales, y los grupos dominantes excluyen a otros perros del banquete. Poco a poco los desplazados amplían sus territorios a lugares menos poblados, comienzan a cazar y a adentrarse cada vez más en la isla, hasta que pierden completamente el contacto con las personas.

Es allí cuando se acelera el proceso de asilvestramiento, los perros se multiplican, sus crías se vuelven ferales y se transforman en una especie invasora.

Soluciones

Sin embargo, la solución dista mucho de solo ubicar a estos animales en hogares que les otorguen cariño, ya que consideran que eso sería una irresponsabilidad, “como regalar un perro de pelea que no obedece ni a su dueño”. 

Además, los perros ferales ponen en peligro todo un ecosistema. Cuando se trata de especies invasoras, se debe pensar en el bienestar de la colectividad más que en el del individuo.

Finalmente, señalan que el problema de los perros ferales es un problema de tenencia irresponsable, de perros extraviados, perros abandonados o perros a los que se les permite vagar libremente.

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