Antonio Ortuño (Guadalajara, 1976) no sólo emplea el humor negro en la palabra escrita, sino también en la que sale de su boca.
“No se trata de escribir historias llanas, para que la gente se pase un rato mientras espera que le toque la consulta en el IMSS”, dice; la imagen es imposible no pensarla.
Y añade: “la literatura no se agota, tiene muchas formas de obtener la atención de los lectores (…) algo de lo que se olvidan los escritores es salir a la calle, y también de salir de las cuatro calles de su ciudad donde están las librerías y sus cafecitos”.
Mauricio Ferrer