En noviembre la Junta de Gobierno de la UNAM decidirá quién es el sucesor o sucesora del rector Enrique Graue Wiechers. Foto: Especial

UNAM, relevo en tiempos de guerra

La UNAM inicia su nuevo semestre en un contexto complicado por la amenaza de grupos de encapuchados, protestas por los rechazados y una crisis en la Rectoría por el mal manejo que se le dio al caso de plagio de la ministra Yasmín Esquivel

Justo cuando recupera más posiciones en el ranking internacional, la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) vive su momento más delicado del último medio siglo, pues enfrenta la renovación de su Rectoría sometida a un acoso político sin precedentes, por lo menos desde los hechos que derivaron en la matanza de Tlatelolco en 1968.

La UNAM inicia su nuevo semestre este lunes y lo hace en el contexto más complicado existente, pues a la constante amenaza de los grupos de encapuchadas que actúan bajo consigna para interrumpir las clases con cualquier pretexto, hay que agregar la protesta anual de los rechazados y la existencia de un rector debilitado desde que manejó mal el caso de plagio de la ministra Yasmín Esquivel; todo en el contexto de la renovación de una Rectoría que se ha convertido en el botín más codiciado para el presidente y su partido.

Las opiniones abiertamente negativas del presidente López Obrador sobre la UNAM, y su recurrente invitación a los universitarios a impulsar un cambio radical en el perfil, objetivos y forma de gobierno de la institución, que para algunos parecen un llamado a la huelga estudiantil, son parte del contexto en el que la Junta de Gobierno decidirá, en noviembre próximo, el nombre del sucesor, o sucesora, del oftalmólogo Enrique Graue Wiechers.

“Universidad derechizada y al servicio del proyecto neoliberal”, “institución que abandonó la enseñanza del Derecho Constitucional para dedicarse a impartir Derecho Mercantil”, “distanciada de la sociedad, con instalaciones subutilizadas,” “gobernada por una casta dorada que cobra salarios mayores al del presidente”, “incapaz de formar a los médicos especialistas que México necesita”, “desentendida de la atención de los mexicanos durante la pandemia”, son algunas de las acusaciones directas que el presidente Andrés Manuel López Obrador le ha hecho a la misma universidad que le otorgó su título profesional de licenciatura.

Las descalificaciones verbales no han sido todo. En lo que va del sexenio hay al menos tres intentos, inocultables, de eliminar la autonomía universitaria para someter a la institución a un remedo de democracia deliberativa y asambleísmo, para politizarla y partidizar su conducción.

El primero fue una reforma constitucional que borró el párrafo que consagra la autonomía de las universidades públicas. El segundo y el tercero han sido pretensiones de reformar la Ley Orgánica de la UNAM, para establecer la elección del rector por voto directo, universal y secreto. De haber prosperado, cualquiera de esos intentos solo garantizaría la existencia de paros continuados e indefinidos, en perjuicio de los propios estudiantes.

Aunque los tres primeros intentos fracasaron, la integración de un nuevo Congreso en 2024, todavía con López Obrador como presidente, puede significar la batalla final para la UNAM si el mandatario tabasqueño y Morena logran la mayoría calificada parlamentaria.

Con esos número, Morena y AMLO podrían reformar la Ley Orgánica de la UNAM para introducir su proyecto: una elección de rector por voto directo, universal y secreto, sujeta a campañas que polaricen el campus universitario, confronten a su comunidad, deriven en paros y huelgas que den al traste con la tarea de formación de profesionistas que la sociedad demanda y espera de la Universidad.

Un rector sometido

Aunque Graue aseguró que demandaría legalmente a un periodista que hizo públicos datos personales de sus tarjetas de crédito, obtenidos y difundidos ilegalmente con el ánimo de crear la impresión de que el rector malversa presupuesto de la UNAM, gasta mucho más de lo que gana y viaja al extranjero más de tres veces por semana con cargo a la institución, el médico finalmente no hizo absolutamente nada, lo que lejos de contener la embestida en su contra, animó a los autores de la filtración a llevar los ataques a otro nivel.

Lo único que Graue hizo ante la campaña en su contra, fue negar el uso indebido del presupuesto de la UNAM y el tráfico con su posición en la Fundación Conde de Valenciana, pero nunca precisó el origen ni el flujo de los recursos cuyo gasto se le atribuyó.

El resultado de esa tibieza para defender su nombre, su prestigio y también el de la UNAM, fue una disminución evidente de su figura y autoridad moral, en un momento muy importante y delicado para la universidad: el inicio del proceso de auscultación para elegir nuevo rector.

El factor De la Fuente

El regreso a la UNAM del universitario más destacado de todos los reclutados por la 4T y López Obrador, quien anunció su renuncia a la Embajada de México ante la ONU, con sede en Nueva York, acabó de resquebrajar la menguada autoridad del rector Enrique Graue.

Juan Ramón de la Fuente, el iniciador de la dinastía médica que tanto critica López Obrador en la UNAM, regresa a México y a la universidad con un solo objetivo: manipular el proceso de selección del nuevo rector, para orientarlo a favor del candidato, o candidata, de López Obrador y la 4T.

De la Fuente trabaja para López Obrador y Claudia Sheinbaum. De hecho, en la comunidad universitaria se tiene perfecta memoria de que no movió un solo dedo, ni hizo absolutamente ningún comentario, para defender a la UNAM en ninguna de las ocasiones en que el presidente arremetió contra la institución.

Hoy De la Fuente aprovecha el desgaste y la minusvalía política de Graue, así como las relaciones que conserva en la UNAM, para explotar una nueva forma de reciclarse con el grupo en el poder: operar desde dentro de la UNAM para favorecer al candidato a rector que le indique López Obrador, y que le entregaría a la 4T el control de la universidad, buscado por el lopezobradorismo desde el arranque del sexenio.

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