Un mundo donde quepan todas las mujeres 

Para saber cómo enfrentar la violencia de género, tres mil mujeres de más de 40 países asistieron al Segundo Encuentro Internacional de Mujeres que Luchan convocado por las mujeres zapatistas en Chiapas
Montserrat Sánchez Montserrat Sánchez Publicado el
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Prohibido entrar hombres. Solo para mujeres. Es la primera petición que se lee al entrar a territorio zapatista. Del pasado 26 al 29 de diciembre, las mujeres que viven en autonomía y desde hace casi 25 años, convocaron al Segundo Encuentro Internacional de Mujeres que Luchan para denunciar la violencia de género que se vive en el mundo y sobre todo, para dar propuestas sobre cómo frenarla y enfrentarla. 

Más de tres mil mujeres provenientes de países como Argentina, Brasil, Guatemala, Canadá, Chile, decidieron recorrer miles de kilómetros para entrar a territorio seguro, para verse y abrazarse con esa digna rabia que tanto han proclamado las zapatistas desde su levantamiento en 1994. 

Porque ser mujer no debería ser una condena de muerte, las mujeres decidieron que durante los tres días se abrazarían porque se saben unidas por la misma violencia, se apoyarían porque bien han gritado más de una vez que si tocan a una responden todas, pero también se sanarían porque se sabrían sobrevivientes, se dirían que han sido capaces de tener el valor suficiente para hablar y gritar en el mundo El violador eres tú y reconocerían que cualquier agresión cometida en su contra no fue su culpa, ni dónde estaban, ni cómo vestían. 

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Bajo la misma exigencia de luchar por su derechos como mujeres, las asistentes recordaron en más de una ocasión a todas aquellas que la violencia machista se llevó. Lesvy, Mariana, Diana, Mara, Fátima estuvieron presentes en tierras zapatistas y fueron recordadas por mujeres de diferentes nacionalidades. Con el grito Lesvy no ha muerto, Lesvy somos todas, cada una de las asesinadas y arrebatadas de sus familias, fue nombrada y sentida, abrazada y respetada. 

Para enseñarles a crecer sin miedo, algunas mujeres llevaron a sus hijos. Los pequeños jugando, corriendo en la explanada, llenándose de lodo, raspándose las rodillas, jugando con los perros del lugar, tomándose las manos fue lo que las madres añoraron para ellos y sobre todo para las niñas. “Quiero que sepa que es libre, que su madre, su abuela, sus ancestras, no tuvumos muchas cosas pero luchamos porque ella tenga todo lo que no tuvimos y más” fueron las palabras de una madre argentina. 

Saberse libres, seguras de poder amamantar a los bebés sin miedo a miradas lascivas o prohibiciones, las mujeres hicieron suyo el espacio zapatista, pintaron murales de lucha, hicieron talleres de defensa personal en los que también las milicianas de Chiapas quisieron participar de espectadoras. 

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La comandanta Amada, quien fue la encargada de dar la bienvenida, dirigió su discurso mientras sostenía en sus brazos a su niña no mayor de tres años. Así, con su cría pegada al corazón, mencionó que si bien las mujeres luchan de diferentes modos, la diferencia es fuerza y no debilidad. 

“Tenemos que defendernos, organizarnos y tenemos que empezar ya porque sabemos que no estamos solas, porque tenemos que enseñar a las niñas a que puedan crecer, las tenemos que proteger y defender con todo lo que tengamos y si ya no tenemos nada pues con palos y piedras, y si no tenemos eso pues con nuestro cuerpo”, comentó. 

Aceptarse, perdonarse, acompañarse y reconocerse unas con las otras fueron algunas etapas que vivieron las mujeres que luchan, resisten y viven, aquellas que, al igual que los zapatistas, quieren un mundo donde quepan todos lo mundos, un mundo que no vaya nunca más sin sus mujeres.

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