‘Los últimos guardianes del peyote’

No es una función de cine común. Antes de iniciar la película, tres huicholes hacen una breve ceremonia en la pequeña sala del Cine Tonalá. 

Alzan las manos y giran hacia los cuatros puntos cardinales y el centro. 

El olor a copal cubre el ambiente y se escucha por momentos el sutil chirrido de un violín.

Está casi oscuro, pero resaltan los trajes blancos de manta de los indígenas y la colorida indumentaria que portan encima.

100,000
dólares se han quedo en la zona de Wirikuta
Algunos oriundos de Real de Catorce han criticado al Wirikuta Fest. Dicen que de las ganancias no llegó ni un quinto a sus poblados
En 2010, Felipe Calderón otorgó concesiones a varias compañías mineras canadienses para explorar y explotar Wirikuta, una reserva de 140 mil hectáreas de desierto y sierra pertenecientes a San Luis Potosí

No es una función de cine común. Antes de iniciar la película, tres huicholes hacen una breve ceremonia en la pequeña sala del Cine Tonalá. 

Alzan las manos y giran hacia los cuatros puntos cardinales y el centro. 

El olor a copal cubre el ambiente y se escucha por momentos el sutil chirrido de un violín.

Está casi oscuro, pero resaltan los trajes blancos de manta de los indígenas y la colorida indumentaria que portan encima.

Los asistentes escuchan la petición del marakame (chamán) que guía el ritual. Acompañan sus peticiones al cielo, a las montañas y las estrellas, y sus agradecimientos a Tatevari, el abuelo fuego, a Ometeotl y a Pachamama, entre otras deidades.

“Gracias Tata Sol, gracias Universo”, dice el marakame al concluir su rezo. 

Se trata de el “Katira” José Luis, uno de los integrantes de la familia Ramírez que protagoniza “Huicholes: los últimos guardianes del peyote”, el documental que se estrenará a nivel nacional el 17 de mayo y que comenzará a proyectarse a nivel internacional.

A Hernán Vilchez le fue encomendada la tarea de dirigir este largometraje de forma independiente. Narra la historia del pueblo Wixárika (huichol) y la batalla que libran con corporaciones transnacionales mineras canadienses y sus filiales mexicanas.

“Queremos que usted haga un documental sobre nuestra lucha para salvar Wirikuta, fuente de nuestra existencia como cultura”, pidieron los habitantes de San Andrés Cohamita, Jalisco, al director argentino.

En 2010 el gobierno de Felipe Calderón otorgó concesiones a varias compañías mineras de capitales canadienses para explorar y explotar Wirikuta, reserva de 140 mil hectáreas de desierto y sierra de San Luis Potosí. 

Vilchez, junto con la otra productora del documental, Paola Stefani, se plantearon el reto de presentar en el largometraje las distintas versiones sobre el conflicto que entraña Wirikuta que sirva como un referente para que la sociedad tome consciencia de lo que ahí está en juego.

“Para que todas las partes dialoguen y lleguen a un acuerdo que no ponga en peligro la riqueza natural y cultura del Wirikuta”, asegura.

En 1988 esta zona fue declarada parte de la Red Mundial de Sitios Sagrados Naturales de la Unesco.

 Alfonso Valiente, doctor del Instituto de Ecología de la UNAM y una de las decenas de voces que aparece en el filme, destaca que Wirikuta es el ecosistema semidesértico con la mayor biodiversidad  en el planeta.

Por su parte, Pedro Roquero, ingeniero químico de la misma casa de estudios, alerta que la minería industrial con la escala y las técnicas actuales destruirían el jardín de Wirikuta.

El área es rica en oro, plata y otros minerales, pero los wixárikas no los ven como objetos preciados por su valor comercial sino porque sirven para mantener el equilibrio energético de la vida de la región y del planeta.

Entre la miseria y el abandono

Las condiciones en las que viven los pobladores de Wirikuta, tanto de la Sierra como del Bajío, son de alta marginación y pobreza.

Los huicholes piensan que por no llevar “el pago”, la ofrenda a Hikuri, los han castigado sin lluvia. 

“Ora sÍ nos duele”, se escucha decir a uno de ellos en el filme, “porque no tenemos maíz”.

Otros pobladores cuentan cómo las autoridades los han dejado abandonados a su suerte. 

Algunos piensan que la llegada de las mineras podría darles fuentes de ingreso para sus familias. Otros piensan los ingresos serían, como siempre, pasajeros.

Es el caso de un minero que cuenta que ingresó a trabajar a la Mina de la Luz en 1971 y que para 1989 ganaba cien pesos al mes. La mayor aspiración que tiene la mayoría, dice otra oriunda de Real de Catorce, hija de un minero, es obtener 900 pesos mensuales.

“La nueva minería no requiere de tanta gente”, opina por su parte Claudio Garibay.

El documental revela que en 22 años, las mineras han obtenido ganancias que ronda los 90 mil millones de dólares de los cuales en la zona se han quedo apenas unos 100 mil dólares.

Aun así Ricardo Flores, gerente del proyecto Mina Real Bonanza, asegura que se podrían generar 500 empleos directos y mil 500 indirectos en el lugar durante 15 años. Que de no echar a andar los proyectos mineros, mil familias -de al menos cuatro habitantes- se verían afectadas.

Al respecto Eduardo Santana, un experto consultado por los realizadores, indica que la minería no supone un actividad económicamente sustentable ni hay garantía alguna de que se beneficiará a la población en pobreza. No ocurrió antes. Y que “no está a discusión la minería sino dónde se hace”.

Sin embargo, los actores consultados a favor de los proyectos mineros alegan que no afectarán los centros ceremoniales -pues trabajarán a 8 kilómetros del Cerro del Quemado, donde nace el sol para los huicholes- que no tocarán la superficie del terreno  -pues trabajarán a 450 metros de profundidad-  y que no tomarán el agua de los manantiales que escasea de por sí en el lugar. 

La lucha no cesará

La defensa por Wirikuta ha propiciado una amplia adhesión de diversas organizaciones no gubernamentales, activistas sociales, artistas y gente de distintos países. Muchos de ellos piden que se comprenda que lo que está en juego son dos cosmovisiones que se confrontan. 

Postura a favor y en contra van y vienen. Lo cierto es que los propios indígenas huicholes reconocen que no les ha ayudado la comercialización de su cultura, donde el Hikuri es visto como un medio “para alucinar y darse un viaje”.

Sin embargo, en la pieza de Vilchez se cuenta que al menos 14 huertas familiares se han echado a andar ya en Las Margaritas con recursos provenientes del concierto que reunió a cantantes de los grupos Café Tacuba, Calle Trece y hasta al vocalista de Race against the Machine, entre otros.

El hecho es que en la actualidad 78 concesiones mineras en Wirikuta se encuentran suspendidas por un tribunal federal, gracias al amparo interpuesto por el pueblo wixárika o huichol.

Y la batalla por defender ese “ombligo energético de la tierra” ha reunido a las propias comunidades indígenas que sostienen conflictos ejidales, a la gente de fuera a quienes por protección se mantenía en resguardo la información y el acceso a los lugares sagrados que defienden para preserva su cultura.

El corazón del mundo

Defender Wirikuta supone para la etnia huichola preservar su territorio más sagrado. Ahí yace “El Corazón del Mundo”. Ahí nació el sol y además habitan los demás dioses y espíritus ancestrales. 

Cada elemento natural de ese lugar es sagrado. Es ahí donde nace y crece Hikuri (el peyote). Por medio de él, el espíritu de Tamautz Kauyumari (Nuestro Hermano Venado Sol) se transmuta en Tatei Hikuri (Nuestra Madre Hikuri).

Un marakame se comunica con los dioses a través del canto y de los sueños que provee dicha planta poderosa y milenaria. Gracias a ella pueden dialogar con las esencias de la vida y trabajar por el bienestar de la tierra y la humanidad.