Jóvenes sin miedo

México, año 1988

Por primera vez se vivía un proceso electoral en el que el PRI se tambaleaba. Carlos Salinas de Gortari enfrentaba una verdadera competencia con Cuauhtémoc Cárdenas (PRD) y Manuel Clouthier (PAN).

 Cuando el candidato perredista iba al frente del conteo el sistema “se cayó”. El triunfo fue otorgado a Salinas de Gortari. 

México, año 1988

Por primera vez se vivía un proceso electoral en el que el PRI se tambaleaba. Carlos Salinas de Gortari enfrentaba una verdadera competencia con Cuauhtémoc Cárdenas (PRD) y Manuel Clouthier (PAN).

 Cuando el candidato perredista iba al frente del conteo el sistema “se cayó”. El triunfo fue otorgado a Salinas de Gortari. 

 Se trataba de la primera elección cuestionada en mi país. La oposición desconoció el resultado y se realizaron multitudinarias manifestaciones. Nadie se creyó aquello, pero no importó: durante otros seis años gobernó el PRI.

México, año 2000

La mercadotecnia política creó a Vicente Fox. El PRI al fin desalojó Los Pinos.

 Lo que lo hizo ganar fue la esperanza del pueblo mexicano. Se quería un cambio. Una vez más, los políticos no estuvieron a la altura y mataron la esperanza.

México, año 2006

Los mexicanos asistieron a la elección más cerrada de su historia. Felipe Calderón logró la victoria.

La sociedad se dividió. El candidato perredista, López Obrador desconoció los resultados y se autonombró “presidente legítimo”.

México, año 2012

El miedo se apoderó de la gente. La promesa de generar empleo no se cumplió.

 Éste sexenio ha sido marcado por muertes, desapariciones, secuestros, corrupción e injusticia.

Es claro que la gente no quiere seguir así. Un factor ha propiciado que esta elección se distinga de cualquier otra: los jóvenes y nuestras ganas de ser factor de cambio.

Estas elecciones son especiales. Después del asesinato de Colosio, la desconfianza de la gente respecto al gobierno, las crisis económicas, la pobreza, el desempleo, más de 70 mil muertos y miles de desaparecidos, es de resaltar que los mexicanos sigamos de pie.

Lo que empezó como cualquier campaña desembocó en una verdadera activación social, inspirada por los jóvenes.

Hace unos meses me parecía importante saber por quién iba a votar. Empecé a informarme, me interesé en conocer qué proponían los candidatos, qué habían cumplido y qué no durante el tiempo en el que habían tenido algún cargo, para saber quién me convencía más.

Primero se trató de un ejercicio en solitario, pero poco a poco a mis amigos también empezó a importarles la decisión que estábamos próximos a tomar.

A dos días de votar, la situación es digna de sorprender a cualquiera. Los mexicanos, en su mayoría, están más interesados que nunca en lo que va a pasar, en quién ganará.

Confieso que me preocupa vivir una elección cerrada. Pero lo que más me preocupa es que, una vez más, sea quien sea que llegue a la presidencia, éste nos traicione y nos vuelva a quitar las ganas de hacer las cosas bien y en paz.

He platicado con muchos jóvenes. Mi generación va a votar e, incluso, está dispuesta a llegar a las últimas consecuencias. Algunos hablan de una revolución intelectual que, consideran, ya se ha iniciado.

Otros creen que difícilmente lograremos una transformación, pues a su parecer ninguno de los candidatos tiene propuestas factibles. Opinan que lo que prometen son fantasías, pero eso se entiende porque el ser humano, especialmente el mexicano cuando de política se trata, prefiere vivir de ilusiones.

Los jóvenes sabemos que nada cambiará mientras sigamos basando nuestras decisiones y acciones en las emociones y no en la inteligencia.

Vivimos una transición. Hay que vivirla sin miedo. Es momento de elegir a quien nosotros queramos. Es momento de saber que tenemos el derecho de exigirle que cumpla.

Sin miedo, hay que educarnos. Sin miedo hay que hacernos presentes. Sin miedo hay que apoyar al que gane. Si el próximo sexenio se va a perder, no será por nosotros. Si eso pasa no dejaremos que no existan responsables.

Quiero llegar a la casilla sin miedo. Sin miedo a votar por alguien que no conozco; por eso me he informado. Sin miedo a votar por “el menos peor”, por eso me he comprometido. Sin miedo a que mi candidato pierda, porque sé que sea quien sea el ganador no dejaré que traicione mi confianza.

No tengo miedo porque por primera vez, desde que tengo uso de razón, los mexicanos coincidimos en que es hora de hacer algo, de cambiar las cosas empezando por nosotros mismos.

Queremos sentir orgullo de nuestra clase política. Deseamos que el próximo presidente sepa que el poder es de la gente y que él ocupará una silla prestada, pero nosotros somos permanentes.

De ese tamaño es el paquete para el siguiente presidente. 

Ni más ni menos, del tamaño de este maravilloso país y sus mexicanos.

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