El costo de cuestionar al poder, ¿por qué matan a periodistas en México?

La politóloga y periodista Alejandra Ibarra Chaoul despliega en su libro ‘Causa de muerte: cuestionar al poder’ una hipótesis sobre los factores que convergen en el asesinato de periodistas en México
Karina Vargas Karina Vargas Publicado el
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La labor periodística en México, pese a tener varias fechas conmemorativas durante el año como el Día Internacional del Periodista, celebrado el 8 de septiembre, representa un problema de seguridad para quien la ejerce y, tan solo en el sexenio actual, 41 comunicadores han sido asesinados.

Según los registros de la organización Artículo 19, del año 2000 a la fecha, en el país han ocurrido al menos 161 homicidios contra periodistas, 149 hombres y 12 mujeres.

Para entender el porqué de esta problemática, la periodista y directora de la organización Defensores de la Democracia, Alejandra Ibarra Chaoul, realizó una investigación que dio inicio con la pregunta ¿quién podría tener interés en mandar a matar a las y los reporteros?

A partir de ese cuestionamiento, Ibarra concluyó, en términos generales, que “en México, matan a periodistas ciudadanos y reporteros locales, personas respetadas en sus comunidades y capaces de promover la participación social, cuando toman postura frente a un hecho, cuestionan al poder de su localidad y su narrativa dominante”.

La hipótesis de la comunicadora se despliega en el libro “Causa de muerte: Cuestionar al poder. Acoso y asesinato de periodistas en México” (Aguilar, 2023).

Resguardo y análisis de la labor periodística

En 2018, Alejandra Ibarra inició el primer archivo para conservar y catalogar el trabajo de las y los periodistas asesinados en México. Desde entonces, la lectura y estudio de ese contenido, llevaron a la también politóloga a ahondar en los contextos donde vivían y desarrollaban su labor dichas víctimas de violencia.

“¿Por qué cubrir sobre la falta de medicinas en un hospital, sobre un bache en un camino o sobre las consecuencias de un gasoducto pudo haber resultado tan peligroso? A partir de ahí es que me meto a tratar de entender esos momentos en el tiempo y, a lo largo de cinco años de escuchar historias y testimonios, de leer trabajos, comienzo a identificar patrones”, dice a Reporte Índigo Ibarra Chaoul.

De este modo, en la publicación la autora incluye un listado hipotético de “requisitos para matar” a quien ejerce la labor de informar: periodista ciudadano/a o reportero/a local; respetado/a por su comunidad; con la capacidad de promover la participación social; tomó postura frente a un hecho; cuestionó al poder (político o criminal) y su narrativa dominante; el poder estaba atravesando un periodo de inestabilidad.

Para ejemplificar lo anterior, Ibarra refiere los casos de Javier Valdez, asesinado el 15 de mayo de 2017 en Culiacán; y de Nevith Condés Jaramillo, asesinado el 24 de agosto de 2019 en la comunidad de Cerro de Coatepec; quienes tenían una importante influencia en sus comunidades.

El libro precisa que, aunque la participación social pueda tomar distintas formas, de fondo está el involucramiento de la ciudadanía en algún tema que afecta su vida cotidiana; por lo que, la parte central de esta injerencia, es que permita a la comunidad organizarse o coincidir en exigencias que tendrían consecuencias en la vida pública.

Sobre las etapas de inestabilidad en el poder, se advierte que se deriva de múltiples factores; no obstante, en algunos casos puede desencadenarse de la mano de elecciones populares, incluidas las precampañas, el día de la elección y los días posteriores. En el caso de los liderazgos de grupos criminales, la estabilidad puede perderse ante la ausencia de la cabeza de una célula delincuencial, ocasionada por un arresto, una extradición o la muerte del líder.

Periodismo ciudadano, sin protección ni reconocimiento

El 7 de abril de 2008, Teresa Bautista, de 24 años, y Felicitas Martínez Sánchez, de 20 años, activistas triquis y locutoras de “La voz que rompe el silencio”, una radio comunitaria de San Juan Copala, en Oaxaca, fueron baleadas y asesinadas mientras transitaban en la carretera que conduce del paraje Joya del Mamey a Putla de Guerrero.

El doble homicidio ocurrió durante el sexenio del expresidente Felipe Calderón y el Gobierno del exmandatario estatal Ulises Ruiz Ortiz.

“El caso más paradigmático durante estos años fue el de las dos periodistas triquis María Teresa Merino Bautista y Felicitas Martínez, que, en el momento en que las asesinan, mucha gente, incluido el entonces procurador de Derechos Humanos a nivel federal, dicen ‘ellas no eran periodistas, comunicaban en una radio y eran parte de un movimiento político del municipio, pero no eran periodistas’.

 

“Porque no tenían quizás un título universitario, porque no trabajaban en un medio de comunicación reconocido a nivel nacional. Y a la hora que uno entiende la labor que realizaban, no solo informaban sobre lo que pasaba en su comunidad y en el estado, sino que involucraban a la comunidad en esta participación de expresar sus puntos de vista”, expresa.

En este sentido, Alejandra Ibarra reconoce la importancia de la diversidad del periodismo que se realiza en el país.

Diferencia entre activista y comunicador

La periodista detalla que lo que podría diferenciar a un activista de un periodista ciudadano es que, en la manera más tradicional, las y los activistas buscan a los medios para transmitir su mensaje y sus principales acciones son las manifestaciones, buscar el cambio directo con los actores gubernamentales, hacer propuestas de políticas públicas.

“Buscan poner el dedo sobre el renglón de lo que está mal y se apoya de los medios para visibilizar el poblema. En el caso del periodista ciudadano, aunque puede mezclarse con el activismo, son personas que utilizan los medios de comunicación caseros como las redes sociales, los blogs, las páginas de internet o las radios de propia creación para comunicar o denunciar cosas que suceden en sus comunidades”, precisa.

No obstante, menciona que uno de los objetivos que tiene su libro es invitar a la reflexión sobre las categorías entre activista y periodista, que en distintas realidades de México se entrelazan.

Ibarra añade que en el asesinato a quienes se dedican al periodismo hay un sesgo de género, debido a que, en muchos lugares del territorio nacional, es a los hombres a quienes “se les toma en serio” a la hora de comunicar.

“Lo que he observado es que a las periodistas mujeres que asesinan son aquellas cuyas voces retaban al poder en sus localidades de maneras suficientemente efectivas, de tal modo que el poder las consideraba pares”, concluye.

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