En la mayoría de los casos donde una persona requiere de asistencia, el o la cuidadora tiene algún parentesco con el “paciente”. Foto: Especial

Cuidadoras por necesidad

Incluso durante la vejez, las mujeres adultas mayores se encuentran atrapadas en las labores de cuidados debido a los estereotipos de género que marcan que son principalmente ellas quienes deben ejercer estos trabajos no remunerados

El trabajo de cuidados es mayormente realizado por mujeres en el 86 por ciento de los casos y esta situación se extiende a las adultas mayores,

Tras cuidar a una familia durante sus años de juventud y adultez, muchas mujeres extienden estas labores hasta después de los 60 años, en ocasiones fuera de su círculo familiar y con el objetivo de seguir generando ingresos.

De acuerdo con el documento “Dependencias/independencias, cargas y sobrecargas socioeconómicas de mujeres mayores de 60 años en el Estado de Nuevo León” de la doctora Myrna Elia García, directora General del Instituto Estatal de las Personas Adultas Mayores (IEPAM), y Cuauhtémoc Sánchez, el 17.6 por ciento de las mujeres mayores de 60 años desempeñan estas tareas.

Las mujeres que cuidan

En la mayoría de los casos donde una persona requiere de asistencia, el o la cuidadora tiene algún parentesco con el “paciente”, asignándole esta responsabilidad principalmente a las esposas, hijas, nietas, entre otros familiares.

Las labores que las cuidadoras realizan dependen de la situación de la persona que depende de ellas, como administración de medicamentos, movilizar al individuo, apoyo emocional, tareas domésticas, control de la salud, ejercicios y terapias y manejo de emergencias.

De acuerdo con Julia Reyna, enfermera particular que lleva más de 25 años ejerciendo en un asilo, estas tareas pueden afectar tanto en la salud física como la mental, además, comenta que con el paso del tiempo es más difícil desempeñar ciertas actividades.

“El esfuerzo que se hace al levantar un paciente es inmenso porque la mayoría no coopera o tiene menos fuerza para incorporarse eso repercute en tus músculos, articulaciones y cintura o columna sufres desgaste de huesos o callosidades internas en sistema óseo en general y cansancio por las horas de trabajo”, explicó.

Respecto a la salud mental, la enfermera, quien en dos años será una adulta mayor, comenta que gran parte de las personas en asilos padecen enfermedades mentales, por lo que al momento de asistirles cuentan sus experiencias de vida, que, desgastan a los cuidadores emocionalmente, pues se experimenta estrés.

Es recurrente que las personas que cuidan de otros se vean afectados en el rubro de la  salud mental.

La doctora Claudia Ortiz Zapata, geriatra y gerontóloga del Colegio de Geriatras en el Estado de Nuevo León, comentó que estar al cuidado de familiares o desconocidos causa fatiga psicológica.

“(Los cuidadores) pueden llegar a sufrir de fuertes episodios de ansiedad o depresión. Pueden llegar a tener sus propias enfermedades, que son secundarias a toda esta carga que ellos tienen hasta llegar a pensar en el suicidio de tan cansados fatigados que están psicológicamente”, comentó.

La doctora comentó que las personas que desempeñan estas labores, ya sean cuidadores informales (familia, amigos, vecinos o conocidos) o formales (remunerados) no cuentan con un sistema gubernamental de apoyo económico, seguridad social o que procuren el bienestar físico.

Incluso, el IEPAM reconoce, en el Programa Estatal Gerontológico 2019-2025, que “los cuidadores requieren apoyos multifacéticos para garantizar que puedan continuar brindando la atención mientras se considera su propio bienestar” y que “muchos cuidadores enfrentan la carga financiera de los costos asociados con los servicios y suministros médicos, medicamentos y transporte”.

En el programa, se proyectó como objetivo desarrollar campañas de sensibilización de los cuidados y derechos de los cuidadores, los cuales deberían estar a cargo de la Secretaría de Desarrollo Social y la Secretaría de Salud.

Pese a la carga emocional y física, Julia Reyna planea seguir ejerciendo su trabajo porque comenta que no se aburre de atender a los pacientes con amor y paciencia que en ocasiones sus familias no les proporcionan.

Desigualdad hasta en la vejez

De acuerdo con el  IEPAM, las mujeres mayores con discapacidad son las únicas que reciben algún tipo de protección social, ya que la pensión por vejez está directamente relacionada con el salario que percibieron durante su vida activa, además de que los programas de pensión daban la posibilidad de que la población femenina se retirara antes que los hombres.

Esto implica que aquellas mujeres mayores que no tienen una pensión suficiente y cuidan de familiares o trabajan asistiendo a otros adultos mayores enfrentan una situación de precariedad.

En cuanto a los ingresos de las personas mayores en Nuevo León, el 56 por ciento perciben entre mil 711 y 7 mil pesos al mes. Sus principales fuentes de ingresos son las pensiones del IMSS/ISSSTE (55 por ciento), las transferencias de otros hogares (32 por ciento), el programa “68 y más” (28 por ciento), el ahorro o inversión financiera (1.8 por ciento), envíos mensuales de familiares (1.1 por ciento), y el trabajo (11.2 por ciento).

La falta de protección social para las mujeres, sumada a las limitaciones financieras y la discriminación de género, hace que asumir la responsabilidad de cuidar a otros sea una tarea aún más compleja.

Actualmente, Nuevo León está por encima del nivel nacional en personas que cuentan con pensión contributiva donde combinando otras fuentes de ingreso, se pueden obtener  8 mil 938.47 pesos mensuales, pero solo el 18 por ciento de las mujeres adultas mayores cuenta con una pensión, en comparación con el 39 por ciento de los hombres.