Aguas residuales con carrera a contrarreloj

México se comprometió a reducir a la mitad el porcentaje de aguas residuales sin tratar hacia el año 2030, como parte de la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible de la ONU. Para ese año solo el 21.5 por ciento de las aguas residuales tendrán que liberarse sin sanear; hoy en día ese indicador es del 36 por ciento
Luis Herrera Luis Herrera Publicado el
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Hacia el año 2030 México deberá reducir a la mitad el porcentaje de aguas residuales que libera al medio ambiente sin ningún tratamiento, lo que coloca a las autoridades del país y particularmente a la Comisión Nacional del Agua (Conagua) en una difícil carrera a contrarreloj.

Este compromiso fue contraído por México como parte de la “Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible”, el instrumento de alcances globales que aprobó la Organización de las Naciones Unidas (ONU) en 2015, según se señala en el informe publicado en 2020: “Situación del Subsector Agua Potable, Alcantarillado y Saneamiento edición 2019”, de la Conagua.

“En septiembre de 2015 se celebró la Cumbre para el Desarrollo Sostenible, en la que los Estados miembros de la ONU aprobaron la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible, que sustituye a los Objetivos de Desarrollo para el Milenio. (…) Dicha agenda incluye un conjunto de 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) para poner fin a la pobreza, luchar contra la desigualdad y la injusticia y hacer frente al cambio climático”.

Entre esos 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible hay uno que está concentrado en la materia hídrica, el Objetivo 6, que señala: “Garantizar la disponibilidad de agua y su gestión sostenible y el saneamiento para todos”, y dentro del cual se hace alusión en una de sus metas al tratamiento de las aguas residuales:

“Mejorar la calidad del agua mediante la reducción de la contaminación, la eliminación del vertimiento y la reducción al mínimo de la descarga de material y productos químicos peligrosos, la reducción a la mitad del porcentaje de aguas residuales sin tratar y un aumento sustancial del reciclado y la reutilización en condiciones de seguridad a nivel mundial”.

En el 2015, cuando se aprobó la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible, México tenía una cobertura de tratamiento sobre el agua residual colectada del 57 por ciento, lo que significa que el 43 por ciento restante de las aguas residuales municipales se estaban descargando en los ecosistemas sin ningún tipo de saneamiento.

De esta manera, si México tiene éxito en el cumplimiento de este compromiso global, en el año 2030 la proporción de aguas residuales municipales sin tratamiento deberá reducirse en el país al 21.5 por ciento.

Se acaba el tiempo

Desde que se aprobó esa Agenda 2030 y hasta el año 2018, que es el último registro publicado por la Conagua, se han dado ya algunos avances en el país para reducir a la mitad el porcentaje de aguas residuales sin tratar, según la dependencia.

“Durante 2018 entraron en operación 86 plantas de tratamiento de aguas residuales municipales, de las cuales 58 fueron nuevas, 25 rehabilitadas y tres ampliadas. La capacidad instalada de la infraestructura es de 181.1 metros cúbicos por segundo y de 137.7 metros cúbicos el caudal tratado. Con esto se alcanzó una cobertura de tratamiento del 64 por ciento”.

Con una cobertura de tratamiento actual del 64 por ciento, significa que aún existe un 36 por ciento de las aguas residuales municipales –incluyendo ahí las de consumo doméstico– que no pasan por ningún proceso de saneamiento, un número todavía lejano al 21.5 por ciento que deberá alcanzar México en el 2030.

En su informe, la Conagua reconoce que “durante muchos años” el país no se preocupó por tratar sus aguas residuales antes de liberarlas en los ecosistemas: “El crecimiento de la actividad industrial en México y la elevada demanda de agua por parte de una población en constante crecimiento han generado serias alteraciones ecológicas.

Durante muchos años la descarga de aguas residuales a los cuerpos receptores naturales de agua se hizo sin ningún tipo de tratamiento, lo cual trajo como consecuencia la contaminación de ríos y lagos
Informe de la Conagua

Inclusive, señala que los procesos de tratamiento de las aguas residuales comenzaron a aplicarse en el país hasta que se agotó la capacidad de los ríos y lagos para autosanearse.

“Se consideró necesario tratar las aguas residuales cuando la capacidad de autopurificación de los cuerpos receptores de agua se excedió y se convirtió en un problema. La experiencia documentada en México sobre el tratamiento y reuso del agua tratada inició hace más de 100 años, con la construcción de un Tanque Imhoff de 10 litros por segundo para riego agrícola en San Nicolás de los Garza, NL”, indica.

Responsabilidad municipal en las aguas residuales

“Por mandato constitucional, de acuerdo con el artículo 115, fracción III, inciso A, los municipios tendrán a su cargo las funciones y servicios públicos siguientes: Agua potable, drenaje, alcantarillado, tratamiento y disposición de sus aguas residuales. Por ello el Gobierno Federal, a través de la Conagua, proporciona asistencia técnica y transfiere recursos presupuestales a los estados y municipios para estos fines”, indica la Conagua.

El país cuenta además con un Inventario Nacional de Plantas de Tratamiento de Aguas Residuales Industriales, actualizado en 2018, y que arroja: “3 mil 144 plantas de tratamiento de aguas residuales industriales en el país, todas ellas están en operación, con un gasto de tratamiento de 87,114.7 litros por segundo, que equivale al 85.94 por ciento de su capacidad”.

Se estima que, de todo el caudal tratado de aguas residuales en 2018 (137.7 metros cúbicos por segundo), se reaprovecharon en actividades humanas el 93.9 por ciento (se reusó el 87.9 por ciento e intercambió 6.0 por ciento), por lo que sólo un 6.1 por ciento se descargó al mar o zonas cercanas a éste.

El reaprovechamiento de aguas tratadas permite contrarrestar la sobreexplotación de acuíferos y da sustentabilidad al recurso, dice la Conagua, además de otras ventajas: son más baratas y se “contribuye a la utilización eficiente del agua de primer uso; reduce las presiones existentes sobre cuerpos de agua de primer uso y satisface las demandas de agua en usos que no exigen calidad de agua de primer uso”.

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