Samuel Parra, creador de historias

Desde Mazatlán, Sinaloa, Samuel Parra recopila vivencias personales, crónicas de un periodismo pasado y ficciones sórdidas en Manzana podrida, libro en el que describe el paso del narcotráfico en la entidad, la violencia y más temas de preocupación social, mismos que comenzó a escribir en la ciudad del Pacífico

Samuel Parra Nació en la costa del Pacífico de México, pero se formó en la redacción de un periódico, comenzando como mandadero, para después transcribir columnas y finalmente curtirse en la calle, en el fuego cruzado, en la zona roja, en la urbe de Mazatlán, Sinaloa, que nunca ofrece tregua al conflicto entre el crimen organizado y los vigilantes del orden público.

Después de nueve años de reportear para el periódico Noroeste, Samuel Parra abandonó la libreta y la grabadora en 2010 y se aventuró al marketing, mismo que dejó, ya que hoy en día trabaja en el giro gastronómico en un negocio familiar. Pero hay una pasión que siempre ha germinado en el hombre de 35 años, una que no lo ha abandonado desde que encontró El ruiseñor y la rosa, de Oscar Wilde, en su época preparatoriana.

La literatura se volvió su refugio, su pasión y su vertedero de ideas. Parra confiesa que desde sus inicios en 2006 en el blogging, todo era una incoherencia de su depresión, pero poco a poco le dio forma a sus pensamientos, los que dieron frutos una década después con su primer libro Cuando escribir duele.

Dos libros y cuatro años después, Parra publica Manzana podrida, anecdotario de crónicas y ficción, que comenzó a escribir antes de que saliera su primer título en librerías, cuando trabajaba para una agencia automotriz en Sinaloa.

“Un día simplemente salí, agarré mis cosas y me fui a ‘vaguear’, ya que salí de trabajar, me fui hacia donde está la zona de tolerancia y solitos aparecieron los espectros de estas historias que se fueron dando poco a poco”, describe el escritor, en entrevista con Reporte Índigo.

En Manzana podrida se exponen diferentes historias, como la de Melquiades, un sembrador de mariguana de la sierra sinaloense que prefiere dedicarse a esto, ya que el salario mínimo es pauperrimo; la entrevista a Andrea de 14 años de edad, que sobrevivió en 2009 a un tiroteo entre los Zetas y el ejército, y la confesión de Diego que ahora es sacerdote, pero antes era sexo servidor.

Lo que hice con Manzana Podrida fue marcar un límite entre el periodismo y la literatura para poder reescribir esas historias, algunas son reales, otras ficción; por ejemplo la historia de Andrea y los Zetas fue real
Samuel ParraEscritor

Esta lectura cruda también se acompaña de tópicos con enfoque social, como la homosexualidad, la gordofobia e incluso la drogadicción. El libro se encuentra disponible en formato Kindle, y en febrero llegará a la imprenta por Editorial Canarias.

Ventana a la realidad

Para Parra, al igual que miles de habitantes de Sinaloa, la violencia, lo amoral y la perdición han sido normalizadas, son el pan de cada día, y aunque esto es sabido a plena luz pública, el autor se sentía frustrado de que no toda la verdad llegara a la prensa escrita.

Fue así como el experiodista retomó la ruta de la narrativa para abarcar pasajes como el de Haniel, mujer que abandonó Nicaragua en 1978 para asentarse en Mazatlan y seguir vendiendo su cuerpo por dinero, lo que más disfruta en la vida.

“Son sensaciones y vivencias que te cuentan las personas, que tú les sacas, no a regañadientes, pero sí tratando que te den la confianza para abrir esa alma en duelo, como la historia de la mujer que vino de Nicaragua, que dice que es puta por que le gusta”, recuerda el autor.

Un pozole hecho con cabeza, pero no de puerco, sino de humano, es otra de las narraciones que levantan escozor, porque, como dice la línea final de uno de los textos de Parra, “Juan mató a su madre porque no quiso acostarse con ella”, y entonces el hijo hizo el caldo acompañado de maíz, rábanos y lechuga con su progenitora.

“Cuando intentas escribir algo más, saltarte las trancas de la moralidad, como con la historia de ‘La carne vuelve a la carne’, es donde te preguntas ¿podemos ser asesinos si nos lo proponemos? ¿Podemos matar a alguien?”, se cuestiona Parra de su cuento.

Samuel Parra Narra su vida íntima

Samuel Parra se revela como un comedor obsesivo compulsivo, incluso ya ha escrito un libro donde a manera de novela narra su historia personal. En la piel de un adicto habla abiertamente de su problema con la comida y en Manzana podrida hace un ejercicio similar con el texto “Grasa mental: mi guerra contra la obesidad”, donde describe su paso por Tragones Anónimos en 2009.

“Muchas cosas de mi vida me afligían por mi peso, y es donde yo hacía esa reflexión, esa catarsis, de ahí fue que en 2016 nació el primer libro que escribí (…) Y de ahí pa’l real, he estado soltando la pluma”, comenta el escritor

Otro texto biográfico de Parra incluido en su nuevo libro es “No le digas a nadie que me drogo”, en el que recuerda cómo en 2002, mientras cursaba su primer año de universidad, conoció las metanfetaminas bajo la promesa de que eso le haría bajar de peso sin ejercicio, y las cuales continuó usando hasta 2007.

Actualmente, el mazatleco ayuda a jóvenes escritores a emprender en el terreno de la literatura y trabaja para el restaurante de su familia llamado Tortas “El Parra”.

El primer libro publicado de Parra fue Cuando escribir duele, en 2006

Si Samuel tuviera que escoger entre tomar la pluma para seguir en la escritura, el cuchillo para continuar en la lonchería o la computadora para volver al marketing, el literato piensa un momento y elige el arma punzocortante.

“Me quedaría con el cuchillo porque hay que comer para escribir. Al momento de despachar a todos los clientes se vuelve una locura, incluso es un laboratorio para escuchar aquellas cosas que a lo mejor te pueden dar para escribir algo más, yo veo el negocio de la comida como un incubador de historias, donde tarde o temprano va a salir algo”, finaliza Parra vía telefónica desde la costa del Pacífico.

También puedes leer:La literatura de 2020, marcada por autores jóvenes

Te puede interesar