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Memoria ‘de bebedor’

Cuando se alude al consumo de alcohol en adolescentes, la atención suele centrarse en los efectos en la conducta. Pero, ¿qué hay de las secuelas en un cerebro que aún está en desarrollo? 

Cuando un joven bebe, a largo plazo, su cerebro puede experimentar cambios estructurales en áreas que controlan la memoria y aprendizaje.

Así lo concluye un estudio encabezado por Scott Swartzwelder, profesor de psiquiatría y ciencias del comportamiento de la Universidad de Duke.

Cuando se alude al consumo de alcohol en adolescentes, la atención suele centrarse en los efectos en la conducta. Pero, ¿qué hay de las secuelas en un cerebro que aún está en desarrollo? 

Cuando un joven bebe, a largo plazo, su cerebro puede experimentar cambios estructurales en áreas que controlan la memoria y aprendizaje.

Así lo concluye un estudio encabezado por Scott Swartzwelder, profesor de psiquiatría y ciencias del comportamiento de la Universidad de Duke.

“Ante la ley, una vez que las personas llegan a los 18 años se consideran adultos, pero el cerebro continúa madurando y mejorando hasta mediados de los años 20″, dice Mary-Louise Rischer, también autora de la investigación cuyos resultados fueron publicados en Alcoholism: Clinical & Experimental Research.

En el estudio, expusieron periódicamente a pequeños roedores a un nivel de alcohol durante la adolescencia que, en humanos, se traduciría en deterioro pero no en sedación. Posteriormente, dejaron de exponer a estos animales al alcohol, y esperaron alrededor de un mes para que los mismos llegaran a la edad adulta.

Se encontró que el funcionamiento del hipocampo –región cerebral responsable de la memoria– de estos ratones fue peor en comparación con los animales a los que no se les administró la dosis de alcohol.

Se observó que en los ratones expuestos al alcohol, el proceso de potenciación a largo plazo (LTP, en inglés), un mecanismo celular que ocurre con el fortalecimiento de la comunicación entre las neuronas del cerebro –sinapsis– a medida que tanto humanos como ratones recuerdan o aprenden algo nuevo, era mayor de lo normal. 

“A primera vista, se podría pensar que los animales serían más inteligentes”, dice Swartzwelder. “Pero eso es lo contrario de lo que encontramos. Y de hecho tiene sentido, porque si se produce demasiado LTP en uno de estos circuitos, hay un período de tiempo en donde no puedes producir más. El circuito está saturado, y el animal deja de aprender”, explica. “Para que el aprendizaje sea eficiente, tu cerebro necesita un delicado equilibrio de excitación e inhibición; demasiado en cualquier dirección, los circuitos no funcionan de manera óptima”. 

Los jóvenes deben saber que cuando beben en exceso durante su desarrollo, podrían estar ocurriendo cambios “que tienen un impacto duradero en la memoria y otras funciones cognitivas”, apunta Rischer. 

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