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La mujer ‘en rose’

Cien años se cumplen y ella sigue encarnando las diferentes facetas de un personaje que se actualiza con cada generación que la redescubre. 

Es la mujer del pueblo, la cantante, la amante y la leyenda. Y, ¿cómo es que Edith se convirtió en la Môme Piaf? Sus encuentros fueron determinantes: Louis Leplée, primero. Dueño del cabaret Le Gerny’s a quien ella llamaba “Papa Leplée”, fue quien la descubrió a los 20 años cantando en la calle. 

“Mi vida de niña puede parecer espantosa, pero era hermosa, pasé hambre, pasé frío, pero era libre... libre de no levantarme, de no acostarme, de emborracharme, de soñar, de esperar”
Edith PiafCantante

Cien años se cumplen y ella sigue encarnando las diferentes facetas de un personaje que se actualiza con cada generación que la redescubre. 

Es la mujer del pueblo, la cantante, la amante y la leyenda. Y, ¿cómo es que Edith se convirtió en la Môme Piaf? Sus encuentros fueron determinantes: Louis Leplée, primero. Dueño del cabaret Le Gerny’s a quien ella llamaba “Papa Leplée”, fue quien la descubrió a los 20 años cantando en la calle. 

Después, pasó a manos de Raymond Asso, quien la educó, le enseñó las buenas maneras de una señorita, la alejó de sus malas amistades de la calle Pigalle, famosa por su viciosa vida nocturna, y después le creó un repertorio de canciones que en cuestión de 18 meses la tenían triunfando en teatros de prestigio.

Edith Piaf es la niña prodigio de un siglo. La de la voz de una vibración que porta la pasión, la soledad, el sufrimiento y todo lo que pueda recordarnos que ella es y se hizo en la calle. 

Detrás de su fragilidad y rostro pálido, se encargó de construir su propia leyenda con historias que cantaban a la vida, a su infancia, a sus amores y a su hijo perdido; recordándonos, sobre todo, que esa voz no la habría tenido, si ella no hubiera sido una cantante de banquetas y de bares de los barrios marginales del París de los años veinte. Y no solo de adolescente, también de niña, cuando viajaba con su padre cirquero y su madre vedette, para ganarse algunas monedas cantando cancioncitas. A los 30 años ya era una artista consagrada que se había producido en grandes espectáculos de music-hall, y aunque progresivamente dejaría la periferia marginal por los barrios más chic de Paris, nunca adoptó un modo de vida burgués. 

Pero más que cantarle a la miseria  ella, ante todo, le cantaba a ParÍs con canciones que construyeron el imaginario colectivo de esa mítica de ciudad, de sus monumentos y del eterno París de Robert Doisneau, en canciones como “Les Amants de Paris”, “Sous le ciel de Paris”, “Marie la Française”. 

La  vida en rosa

Edith Piaf tuvo muchos amantes. Simples obreros, deportistas, actores, compositores, comediantes. “A mi parecer la gente de la calle no sabe cómo hacer el amor”, solía decir en voz alta. 

Acostumbrada a relaciones turbulentas y abandonos, le cantaba a hombres fuertes y varoniles, algunos de la mala vida, algunos marinos o también soldados, pero también a esos amores que se hicieron un eco por su interpretación en el escenario, y que tenían mucho de autobiográfico. 

Todas sus relaciones avivaron la tragedia de su vida, y encendieron el exceso de sus emociones, que tras la muerte del boxeador Marcel Cerdan en 1949, cristalizaron a la Edith de las mil tonalidades del amor: del más trágico al más feliz. En ella coincidió la revolución sexual y la emancipación de la mujeres de los años 60, y por eso nunca cedió a lo convencional, y si lo hizo, no fue sin escándalo. 

Pero no todos eran sus amantes, muchos eran solo amigos, empleados y gente de paso en su vida, que estaban con ella para ayudarla a luchar contra la única cosa que nunca pudo vencer: su soledad. 

Más allá de la persona, el mítico personaje

A la ocasión de los 100 años de su nacimiento, es la ciudad de París la que rinde un homenaje a su cantante con una extensa retrospectiva en la Biblioteca Nacional de Francia, en donde se presentan un centenar de documentos de toda índole, muchos de ellos inéditos, que retrasan el camino de la niña de la calle al icono de la música francesa en el mundo. 

“El visitante se encuentra con los momentos más importantes de su vida y carrera, que es abordada desde diferentes ángulos: de hija de cirqueros itinerantes a emblema cultural de Francia”, indicó Joël Huthwotl, comisario de la exposición.

A través de fotografías, textos, cartas, discos, grabaciones, extractos de películas, revistas, objetos personales como el famoso vestido negro que lució por los más grandes escenarios de Estados Unidos y Francia, o extractos de obras de teatro de Jean Cocteau, la exposición nos muestra cómo el radio, el cine, la televisión y la prensa la acompañaron a lo largo de su carrera en la construcción de su leyenda.

 

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