De acuerdo con las autoridades capitalinas, desde el año 2003 ya se tenía registro de asesinatos de “viejitas” en la Ciudad de México
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La historia de la Mataviejitas: la Dama del Silencio, asesina en serie y luchadora que ahora llega a Netflix

La Mataviejitas es la primera asesina serial en la historia mexicana, una mujer cuyo sueño era convertirse en luchadora profesional

Era el 2005, uno de los años más oscuros para las personas de la tercera edad en la Ciudad de México, los noticieros reportaban a diario el asesinato de “viejitas”, crímenes que fueron adjudicados a un hombre, a un asesino serial al que apodaron como el Mataviejitas; sin embargo, tiempo después se supo que quien perpetraba los crímenes era una mujer, Juana Barraza Samperio una “ex luchadora” cuyo nombre artístico era La Dama del silencio. Samperio, al igual que muchos otros asesinos seriales, cuenta con su propia serie, la cual puedes ver en la plataforma de Netflix 

¿Qué sucedía en el mundo cuando surgió la Mataviejitas?

Ese año, en el mundo, la película Million Dollar Baby de Clint Eastwood ganaba el premio Oscar de la Academia y los New England Patriots vencían a los Philadelphia Eagles en el Super Bowl.

El papa Juan Pablo II moría a los 84 años víctima de septicemia y se elegía al cardenal Joseph Ratzinger como el nuevo papa Benedicto XVI.

Jawed Karim subía lo que sería el primer video de Youtube y en Nueva Orleans azotaba el huracán Katrina, que dejó una fuerte devastación en el estado.

También PlayStation lanzaba al mercado su famoso PSP y Angela Merkel era elegida como la primera mujer canciller de Alemania.

¿Qué pasaba en México?

En México, ese año, el entonces jefe de gobierno del Distrito Federal, Andrés Manuel López Obrador (AMLO), estaba siendo sujeto a una batalla política debido a que se preparaba para postularse a la presidencia de México.

En la Ciudad de México se ponía en marcha el Metrobús, un proyecto que fungía como alternativa al Metro Capitalino.

Pero, sin duda, lo que opacó todo fueron la serie de asesinatos que se comenzaron a registrar durante un período tan corto y a un sector de la población específico: las mujeres de la tercera edad.

Asesinatos inusuales

De acuerdo con las autoridades capitalinas, desde el año 2003 ya se tenía registro de asesinatos de “viejitas” en la Ciudad de México, lo cual se consideraba como un fenómeno inusual.

En aquel entonces, la policía apenas esboza un rústico perfil del criminal que cometía estos asesinatos esporádicos. Se creía, de hecho, que se trataba de una persona transgénero ya que, aparentemente, se le describía como una mujer de espalda ancha.

Incluso, las autoridades precisan que las investigaciones más antiguas tienen rastros de asesinatos específicos de ancianas entre 1998 y 2003.

En total, se documentaron 34 casos de ancianas asesinadas en lo que todavía era el Distrito Federal, y que ahora es la Ciudad de México.

Asesinatos violentos

Las pesquisas también apuntan que estos asesinatos eran violentos pues se perpetuaban por estrangulamiento, con objetos tomados al azar en las casas de las propias víctimas; pero, no hay indicios de violación o de asalto con violencia.

En esos cinco años, a veces aparece la idea de que hay alguien que, con cierto método, comete esos asesinatos, pero la policía capitalina se resiste a dar por buena la afirmación.

En el 2004, la policía culpó a un hombre llamado Alejandro Ovando de la muerte de una de esas 34 mujeres asesinadas.

Además de este sujeto, se capturó a Jorge Mario Tablas a quien se le achacan los diversos asesinatos de mujeres mayores.

Pero, fue el 2005 el año que lo cambió todo pues de una forma descontrolada, para la policía, se comenzaron a registrar asesinatos en serie y las autoridades por fin admiten la existencia de un asesino serial.

Se pensaba en un asesino, no asesina

La policía capitalina informó que se trataba de un hombre joven, capaz de someter a las mujeres.

De comportamiento solitario, probablemente disfrazado de mujer o de enfermero, capaz de ganarse, en cuestión de minutos, la confianza de las ancianas a las que escoge como víctimas.

En febrero de 2005, aparece una mujer asesinada, con el modus operandi del Mataviejitas. En abril son tres las víctimas. En mayo, es asesinada otra anciana. En agosto una más, en septiembre otras dos.

El terror aumentaba. Las personas corrían la voz que se trataba de un asesino rápido y carismático; letal pero habilidoso.

Se decía que se trataba de un hombre sumamente empático porque tenía la capacidad de ingresar a las casas de sus víctimas sin forzar las puertas; es decir, en total confianza.

Para ese momento, la policía estaba desesperada y se llegó a valorar la posibilidad de que hubiera dos personas involucradas en los crímenes.

La neuropsicóloga Feggy Ostrosky recibió una llamada del gobierno de Ciudad de México.

La contactaban para establecer una conexión entre los misteriosos asesinatos de ancianas que llevaban produciéndose ya varios años. Querían confirmar si se trataba de un asesino en serie.

“Había claramente un patrón. Todas las víctimas eran ancianas que vivían solas. La puerta nunca estaba forzada. Alguien dejaba entrar a la persona que cometía los crímenes”, dijo Ostrosky a la BBC.

La investigación llevó al arresto de Aracely Vázquez, quien fue sospechosa de algunos de los asesinatos, pero no se logró establecer conexión con todos los casos.

En el documental de Netflix La Dama del Silencio, Aracely Vázquez habla sobre su detención desde un penal en el que cumple una pena de 23 años por un homicidio, el cual no se ha demostrado si se cometió e inclusive los encargados de la investigación comentaron que no sabían del caso.

La búsqueda del asesino o asesina continuó.

Atrapan a la Mataviejitas

El 25 de enero de 2006, Juana Barraza se levantó, preparó el desayuno para sus hijos Emma y José, quienes se fueron a la escuela, para luego salir de su casa para ofrecer sus servicios como empleada doméstica.

Juana merodeaba por la calle José Jasso, en la colonia Moctezuma, cuando vio a una mujer mayor de nombre Ana María, quien era viuda y vivía cerca del lugar. Ana María compartía su casa con un joven llamado Joel, a quien le preparaba el desayuno todos los días.

La mujer de la tercera edad regresaba de un mandado, encorvada por el peso de las bolsas y caminando lentamente, cuando Barraza se le acercó y le ofreció ayudarla a llevarla hasta su casa.

Ya en el departamento de la mujer, Juana le comentó que se dedicaba a hacer servicios de lavado y planchado, la mujer de 84 años le ofreció 22 pesos por una docena de ropa, pero Barraza le respondió que era muy poco.

Como respuesta sólo escuchó que Ana María murmuró: ‘Así son siempre las gatas, quieren ganar demasiado’.

Ambas mujeres entraron juntas al departamento de Ana María y Juana Barraza agarró un estetoscopio que estaba sobre la mesa de la viejita, rodeó el cuello de su víctima y apretó con fuerza hasta estrangularla.

Con la misma habilidad que un día había desplegado en el ring de lucha libre, y con lo primero que encontró a mano, le arrancó la vida la anciana.

Echó una mirada a la habitación, buscando algo de valor qué llevarse. Se apresuró a abandonar el hogar de Ana María.

Joel, el inquilino, llegó justo cuando Barraza se estaba yendo, y rápidamente descubrió el cuerpo sin vida de Ana María y salió corriendo intentando dar alcance a aquella mujer, de pantalones negros y sudadera roja, con la que se había cruzado en la entrada del edificio, y que había ladeado la cara cuando pasó junto a él.

Juana Barraza caminaba, calmosamente, hacia la estación Moctezuma del Metro. El muchacho empezó a gritar, pidiendo auxilio. Dos policías atendieron el llamado, no les costó trabajo sujetar y dominar a la mujer.

Una semana antes, Juana Barraza había sido entrevistada en televisión nacional.

Dos días antes del arresto de Barraza, otro asesino en serie fue arrestado en México: Raúl Osiel Marroquín, alias “El sádico”, quien secuestraba homosexuales, los torturaba y asfixiaba hasta perder el conocimiento.

Cuando volvían en sí, los asfixiaba otra vez. Así hasta matarlos. Luego los descuartizaba y guardaba en maletas y los dejaba en algún punto del Distrito Federal.

Por esa razón, la captura de Juana Barraza, en enero de 2006, puso al descubierto rasgos que nadie habría supuesto: del universo de los asesinos seriales, apenas un 10 por ciento son mujeres.

¿Cómo las mataba?

Al entrevistarla, las autoridades supieron cuál era el modus operandi de Juana Barraza.

Ella era una empleada doméstica y ofrecía su ayuda a las mujeres de la tercera edad como una manera de acercarse a ellas sin que sospecharan nada.

Juana ahorcaba a sus víctimas después de convencerlas de que la llevara a sus casas con el pretexto de realizar tareas domésticas.

Se hacía pasar como trabajadora de salud, del trabajo social, portaba una bata blanca y utilizaba pelucas. Esto se confirmó porque cuando se realizó el cateo en su domicilio, se hallaron pelucas y batas blancas con logotipos de un centro de salud.

¿Por qué mataba viejitas?

Odiaba a las señoras porque mi mamá me maltrataba. Siempre me maldecía y me regaló con un señor grande y yo fui abusada. Por eso odiaba a las señoras. Yo sé que no es excusa”, dijo Juana Barraza entre lágrimas durante una entrevista en video.

La mujer nació el 27 de diciembre de 1958 en Pachuca de Soto, Hidalgo, y desde pequeña enfrentó dificultades cuando su padre la abandonó llevándose a su hermano.

Más tarde, ella y su madre se trasladaron al entonces Distrito Federal, donde la vida de Juana fue marcada por la violencia y la pobreza.

Su madre era adicta al alcohol, y su padrastro la sometió a maltratos físicos y verbales.

Juana tenía prohibido salir a la calle e ir a la escuela, ya que su padrastro consideraba que las mujeres no necesitaban estudiar para ser amas de casa.

A los 18 años, Juana fue entregada por su madre a un hombre a cambio de tres cervezas. Este hombre la golpeó, ató de las muñecas y la violó, dejándola embarazada.

Aunque finalmente fue rescatada por los hermanos de su padrastro, esta experiencia traumática dejó cicatrices emocionales permanentes en ella.

La madre de Barraza murió de cirrosis hepática, sin embargo, no tuvo ningún tipo de sentimiento mas que rencor y odio.

A los 23 años, Juana se casó con Miguel Ángel Barrios y tuvieron una hija, pero la relación se tornó violenta con el tiempo.

El momento más triste de su vida, fue cuando su hijo, José Enrique, de 24 años, murió asesinado en una riña.

La Dama del Silencio

Juana empezó a vender palomitas de maíz durante espectáculos de lucha libre.

A los 30 años, comenzó una carrera como Luchadora Profesional en el cuadrilátero, bajo el nombre de La Dama del Silencio porque era “muy callada y aislada”, según declaró.

Sin embargo, en una de las luchas, la mujer se lesionó la columna, y al acudir al médico, el especialista le dijo que podía quedar inválida de seguir en el deporte, por lo que se retiró del cuadrilátero. Sin embargo, se empleó como promotora de Lucha Libre.

Así, manejó eventos con luchadores como ‘Latin Lover’ y ‘La Parka’. A la par de esta carrera es que Juana también era una asesina serial.

Sentencia de La Mataviejitas

A Juana Barraza, La Mataviejitas, se le acusó de un mínimo de 10 asesinatos, pero durante su juicio el número subió a 17 y, como resultado, recibió una condena de 759 años, aunque esto bajó a 50 debido a que se determinó que esa es la pena máxima que se le puede dar a una persona.

En prisión, Juana contrajo matrimonio con un hombre en un evento de bodas masivas organizado por la Subsecretaría del Sistema Penitenciario del Distrito Federal en julio de 2015, pero su matrimonio terminó en divorcio al año siguiente.

En entrevistas posteriores, Juana Barraza ha insistido en que fue condenada injustamente y niega haber cometido los asesinatos. Sus declaraciones han sido contradictorias, pero siempre ha mantenido que debería estar en libertad.

El documental de Netflix

Aunque la historia fue quedando en el olvido, Netflix estrenó el documental La Dama del Silencio: El caso de la Mataviejitas, dirigido por María José Cuevas, quien dice al respecto: “Todos sabemos quién es La Mataviejitas, es parte del imaginario colectivo, pero en un caso tan mediático, lo que cayó al olvido se volvió lo más importante para mí. Este no es solo un documental que se enfoca en Juana Barraza; sino que arroja luz sobre las víctimas que perdieron la vida y también sobre las víctimas de nuestro sistema de justicia”.

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