Su primera novela, La tumba (1964), fue publicada con ayuda del escritor jalisciense Juan José Arreola, con quien tomó clases en sus talleres literarios. Foto: Cuartoscuro

José Agustín, el escritor que entregó su vida a la contracultura

José Agustín se destacó como un ícono contracultural en la literatura mexicana, al desafiar las normas desde su primera novela a los 19 años. A lo largo de más de 30 obras, exploró temas que abarcan desde la marginalidad hasta el existencialismo, fusionando la literatura con el rock and roll

Con la pluma en una mano y la rebeldía en el alma, José Agustín Ramírez Gómez, más conocido como José Agustín, dejó una huella imborrable en la literatura mexicana. José Agustín, nació el 19 de agosto de 1944 en Guadalajara, Jalisco, pero residió gran parte de su vida en Acapulco, Guerrero. Este escritor no sólo desafió las normas literarias, sino que también se convirtió en un ícono de la contracultura en México.

Desde sus primeras letras, escritas a la temprana edad de 19 años con la novela “La tumba”, José Agustín mostró una rebeldía literaria que resonaría a lo largo de su carrera. Sus palabras fueron parte de una profunda visión a la mente de un joven observador de la sociedad, reflejando el espíritu de la juventud de la época.

El escritor desafió las convenciones literarias con su lenguaje audaz y directo. A pesar de su valentía para explorar temas tabú como la sexualidad y las drogas, no escapó al escrutinio crítico, pues, en sus inicios, fue despreciado por algunos por su uso de un lenguaje considerado soez y siendo catalogado en ocasiones como “vulgar”.

Un escritor completo de la vida bohemia

A lo largo de su vida, escribió más de 30 obras, explorando temas que iban desde la marginalidad hasta el existencialismo, dejando una marca indeleble en la literatura mexicana contemporánea. Su enfoque no se limitó solo a la escritura; incursionó en el periodismo y la crítica cinematográfica, ganándose el reconocimiento y, a veces, la controversia.

Su vida bohemia y su postura contracultural le dieron un lugar especial en el corazón de aquellos que buscaban una voz disidente.

José Agustín, destacado escritor mexicano inscrito en la efervescente literatura de la Onda, perteneció a la generación informal junto a figuras como Gustavo Sainz, Parménides García Saldaña y René Avilés Fabila, según la perspicaz clasificación de Margo Glantz. “La corriente ondina”, que alcanzó su apogeo en México durante la década de 1960, se caracterizaba por fusionar la literatura con el rock and roll y la experimentación psicotrópica.

Incluso, Carlos Monsiváis señaló que “los onderos”, como se les conocía, hallaban su inspiración tanto en los beatniks estadounidenses como en los postbeatniks, creando así un movimiento cultural que resonó con intensidad en aquel peculiar crisol de creatividad y rebeldía.

La mezcla única de rebeldía literaria, influencias musicales y una vida marcada por la búsqueda constante de nuevas expresiones artísticas solidificó a José Agustín como un ícono de la contracultura en México. Y aunque él ya parte hacia las profundidades del Tepozteco, su legado seguirá resonando en las calles y las letras, al recordar que la verdadera revolución a menudo se gesta en la intersección entre la literatura, la música y la experimentación creativa. Y que la libertad se puede encontrar en la expresión y la rebeldía creativa.

Sin embargo, el último capítulo de su vida se tiñó de un matiz inesperado cuando su hijo, José Agustín Ramírez, compartió una fotografía junto a un sacerdote. Este giro añade un toque intrigante a la despedida de un hombre que desafió convenciones hasta el último suspiro, dejando tras de sí un legado literario que seguirá resonando en las calles y las letras de México.

La comunidad cultural se despide

El último capítulo de la vida de José Agustín se tiñó de un matiz inesperado cuando su hijo, José Agustín Ramírez, compartió el 2 de enero una fotografía donde recibió la extremaunción por parte de un sacerdote.

“Con esto ya mi trabajo aquí se va terminando“, fueron las palabras del autor de “Ciudades desiertas”. Este giro añade un toque intrigante a la despedida de un hombre que desafió convenciones hasta el último suspiro.

Obras de José Agustín

El escritor es autor de novelas como:

  • Se está haciendo tarde (1973)
  • Mariano Azuela (1973):
  • Ciudades desiertas (1982)
  • Cerca del fuego (1986)
  • Amor del bueno, juegos de los puntos de vista (1987)
  • No hay censura (1988)
  • La panza del Tepozteco (1992)
  • Dos horas de sol (1994)
  • Eros no es ciego (1994):
  • La miel derramada (2000)
  • La casa del sol naciente (2006)

Entre sus ensayos destacan:

  • La nueva música clásica (1969)
  • La contracultura en México (1996)
  • Contra la corriente (1991)

Otros escritos

  • Inventando que sueño (1968),
  • Abolición de la propiedad (1969)
  • Círculo vicioso (1974)
  • Tragicomedia mexicana (1991-1992).

 

Reconocimientos

  • Premio Nacional de Ciencias y Artes, en el área de Lingüística y Literatura (2011)
  • Medalla Bellas Artes (2011)
  • Premio de Dramaturgia Juan Ruiz de Alarcón (1993) por su trayectoria en el género
  • Premio Bellas Artes de Narrativa Colima para Obra Publicada (1983) por Ciudades desiertas
  • Premio Mazatlán de Literatura (2005) por Vida con mi viuda
  • José Agustín y su contribución al cine

Dirigió y escribió la película Ya sé quién eres (te he estado observando) en 1970.

En 1976, adaptó para cine El apando de José Revueltas, dirigida por Felipe Cazals.

En 1979, adaptó La viuda de Montiel de Gabriel García Márquez, bajo la dirección de Miguel Littín.

El libro que escribió en Lecumberri

Su esposa, Margarita Bermúdez, desempeñó un papel fundamental al llevarle una máquina de escribir al Palacio Negro de Lecumberri durante los siete meses de encarcelamiento del escritor en los primeros años de la década de 1970. Durante este periodo de reclusión, José Agustín escribió su tercera novela Se está haciendo tarde.

“La cárcel me hizo escribir en serio; desde que entré a la Procuraduría, a los dos o tres días del arresto, me puse a escribir en la bolsa de papel donde me habían mandado unas tortas; luego mi esposa me llevó una máquina. Escribir fue lo que me salvó la vida. Cuando salí la publiqué”, compartió en un encuentro con los medios tras recibir el Premio Nacional de Ciencias y Artes 2011.

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