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Es culpa de tu ex

¿Podrían los recuerdos de tu primer amor determinar con quien te formes una relación a largo plazo y/o te cases? Un estudio reciente demuestra que sí. 

A pesar de las muchas personas que preferirían olvidarse de esa parte de su vida, dichos estudios concluyen que nuestros ex’s tienen un impacto mucho mayor en nuestra vida, que el solo recuerdo de una relación fallida. 

"Desde un punto de vista evolutivo este hallazgo es muy ventajoso, ya que nos confirma que el ser humano aprende de su propio entorno y de una experiencia específica con quien debería aparearse y con quien no"
Laura GerminePsicóloga de la Universidad de Harvard
Más allá del ADN y de las preferencias compartidas “de gusto común”, las personas tienden a desarrollar un tipo específico de gusto que sobrepasa todo lo demás
"Si se piensa en la cara de la primera relación, el rostro de esa persona, o alguien que se parezca a esa persona, nos va a parecer atractivo en los próximos años después de la relación, o quizá toda la vida"
Laura GerminePsicóloga de la Universidad
de Harvard
https://www.youtube.com/watch?v=uoTpZD9OY1g

¿Podrían los recuerdos de tu primer amor determinar con quien te formes una relación a largo plazo y/o te cases? Un estudio reciente demuestra que sí. 

A pesar de las muchas personas que preferirían olvidarse de esa parte de su vida, dichos estudios concluyen que nuestros ex’s tienen un impacto mucho mayor en nuestra vida, que el solo recuerdo de una relación fallida. 

Los investigadores descubrieron que nuestro primer amor juega un papel fundamental a la hora de moldear nuestra idea de belleza. Dándole la razón a aquellos que dicen que nunca se supera realmente al primer amor.

El estudio en atracción facial encontró que las caras que más nos atraen dependen de nuestras experiencias personales –las más íntimas y únicas–, y eso al mismo tiempo moldea lo que encontramos atractivo en la edad adulta. 

Contrario a lo que se creía sobre que la atracción dependía exclusivamente de la genética, esto se descubrió luego de que un grupo de científicos dirigidos por la doctora Laura Germine, psicóloga en la Universidad de Harvard y miembro del Hospital General de Massachusetts en Boston, en colaboración con Jeremy Wilmer del Wellesley College, encontraran que nuestras nociones de belleza y atracción nada tienen que ver con el color o nacionalidad de nuestros padres o su gustos particulares, ni con el estatus económico, ni con nuestra religión, o el barrio en el que crecimos, sino más bien depende de nuestras experiencias más personales y únicas. 

Es decir, las caras que nos son más atractivas son aquellas que más nos marcaron cuando éramos niños, las caras que vimos en los diferentes medios de comunicación, las caras que de una u otra forma dejaron una huella en una interacción precisa durante esos años, en nuestras interacciones sociales de cada día, e incluso la cara de nuestro primer amor.

‘Es mi tipo’

“Si se piensa en la cara de la primera relación, el rostro de esa persona, o alguien que se parezca a esa persona, nos va a parecer atractivo en los próximos años después de la relación, o quizá toda la vida”, señala Laura Germine en el estudio, que fue publicado este mes en la revista Current Biology. 

Mientras que la mayoría de las investigaciones hechas en el pasado se habían centrado en las características de la atracción por medio de los genes, en dicha publicación, el estudio mostró que cuando se trataba de calificar a personas como atractivas o no, incluso gemelos idénticos que crecieron en el mismo entorno familiar, estaban en desacuerdo a la hora de calificar al mismo rostro y eso descarta automáticamente a los gustos por genética. 

De hecho, se encontró que una determinada persona podría estar de acuerdo solamente la mitad de las veces con otros cuando se trataba de calificar el atractivo.

Los expertos explican cómo los hallazgos concuerdan con el hecho de que los modelos del mundo de la moda pueden hacer una fortuna con su apariencia, mientras que el resto de la gente polemiza sobre si éstos son guapos o no y por qué ganan una fortuna con el físico que tienen. 

Sin duda, hay aspectos de la belleza que son ampliamente conocidos y determinados por el “gusto” general. 

Por ejemplo, la mayoría de la gente encuentra los rostros simétricos más atractivos que otros, ya que se cree que la simetría facial refleja el buen desarrollo anatómico y biológico de la persona y, en ese sentido, encontrarla atractiva es una reacción escrita en nuestros genes.

En gustos se rompen…

Pero más allá del ADN, y más allá de las preferencias compartidas “de gusto común”, las personas tienden a desarrollar un tipo específico que sobrepasa todo lo demás, y que se relaciona a su experiencia de vida; tipos de gusto que en algunos casos pueden llegar a ser desconcertantes para los demás.

Y es que desde un punto de vista evolutivo “este hallazgo es muy ventajoso, ya que nos confirma que el ser humano aprende de su propio entorno y de una experiencia específica con quien debería aparearse y con quien no”, dice Germine. “Los tipos de rostros que la gente encuentra atractivos son muy específicos para ésa persona.  Lo que es bueno para una, es malo para otro, y desde ahí ya se está haciendo una selección positiva”. 

El estudio consistió en el resultado sobre las preferencias de 35 mil voluntarios  que valoraron el atractivo de 200 caras para determinar cuánto de esas preferencias podrían atribuirse a razones genéticas. 

Después, los científicos valoraron el gusto de 547 pares de gemelos idénticos, y de 214 pares de personas del mismo sexo gemelos no idénticos. 

Mediante la comparación de las preferencias de los dos grupos, los científicos concluyeron cuánto de genética y medio ambiente moldean el gusto de la gente. 

Y confirmaron que la belleza está en el ojo del que mira, y no en el aspecto del otro. 

Y los resultados confirman que, efectivamente, el amor no viene al azar, ni la atracción viene de los genes, sino que todos tenemos un tipo de persona cuando buscamos relacionarnos.

Más allá de algunas reglas simples, como la simetría, que se considera un rasgo atractivo universal, parece que cada uno de nosotros desarrollamos un gusto muy específico en lo que nos atrae y que nos lleva a descartar todo lo demás. 

Y bien, los hallazgos podrían consolar a aquello que se consideran menos atractivos, pues nuestra manera de mirar se moldea de forma sutil y de manera muy individual, por las propias vivencias. 

Los próximos estudios podrían mirar más de cerca los aspectos del entorno que realmente impactan en la formación de nuestras preferencias por ciertas caras o bien, para entender de dónde vienen nuestras preferencias por otras cosas como el arte o la música.

 

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