Este es el primer libro de Lara Zavala desde Macho viejo, publicado en 2015. Foto: Especial

El último carnaval de Hernán Lara Zavala

Con su más reciente novela, el experimentado autor abandona la península de Yucatán y regresa a la Ciudad de México para contar una historia de amor y maduración que sirve como radiografía de una época de música y conflicto

La generación de mitad del siglo XX fue un hito para la cultura popular, en cualquier parte del mundo la rebeldía de los 50 y la voluntad de cambio de la década que siguió marcaron la historia con reflexiones sobre el tiempo en que vivían. Hernán Lara Zavala experimentó ese mundo.

De una forma que solo un joven puede narrar, pero filtrado por los ojos de la experiencia, El último carnaval es un álbum de rock convertido en novela, un viaje de iniciación y descubrimiento donde todas las primeras veces son confesiones del pasado.

A Lara Zavala la península de Yucatán le parece un lugar excepcional, la selva profunda que no acepta nada más que a ella misma, y se había impuesto a él mismo la misión de llevar los territorios del sur a tomar su lugar dentro del panteón de la literatura mexicana.

Si bien la península lo ha acompañado por décadas de carrera y le ha valido el reconocimiento de la crítica y los lectores, su novela Península, península recibió múltiples premios, entre ellos el Premio Iberoamericano de Novela Elena Poniatowska 2009. Lara Zavala consideró que era momento de volver al origen y en su nueva novela regresa a la colonia donde creció, en esos centelleantes años 50 donde el mundo era nuevo y estaba a punto de cambiar.

“A estas alturas llegó un momento en donde yo tengo que reflexionar un poco sobre el tiempo que me tocó vivir, entonces en esta novela me enfoco a la Ciudad de México en el siglo XX, porque ahí fue donde yo crecí, en la segunda parte del siglo. Quería hacer una historia que no fuera mía, no quería hacer una autobiografía, pero sí quería plasmar la historia de una generación, lo llamo la generación del 68.

Para Hernán, la generación que fue protagonista del 68 nunca rindió la lucha, los cambios democráticos por los que pugnaban fueron centrales para la transformación del país en la segunda mitad del siglo XX

“Mi generación tuvo que ver en una serie de incidentes que fueron los que quise captar en la novela, empezando con la clase media de la colonia del Valle, las pandillas y el carnaval; luego el movimiento estudiantil que para nosotros fue muy importante. Otro aspecto que resalta en la novela es lo que a mí me gusta llamar la educación sentimental, las maneras que había de relacionarse con las mujeres en las décadas de los 50 y 60, pues esta es también una historia de amor y la historia de una vocación, que nace de la pasión literaria”, comenta el autor.

Radiografía generacional

Para Lara Zavala, El último carnaval es una novela que logra hacer una radiografía de los momentos claves de una generación que marcó la historia de México de maneras que aún se pueden sentir. Sin embargo, esta generación ya tuvo sus novelas clave para entenderla, obras que se escribieron al calor del momento y sin la perspectiva que medio siglo otorga. Novelistas como José Agustín y Gustavo Saínz escribieron la vida de su juventud mientras la experimentaban y llevaron “La Onda” al frente y al centro de la literatura nacional. Hernán se rehusó a entrar a la onda.

“En mi generación el escritor más representativo fue José Agustín, un escritor al que respeto y admiro, con un gran sentido del humor y que exploraba el rock y la jerga juvenil. No quería ser un imitador de José Agustín, no quería caer en esa escuela, quería mantenerme al margen, pero llegó el momento en que no necesito emular a José Agustín para contar una historia en donde se empalma un poquito con él, pero después se separa de ese tono agustinesco y sus juegos de palabras”, reconoce Hernán.

Amor, rock y maduración

El último carnaval es, entre muchas cosas, un libro de maduración. En él, Adrián crece, no solo en años vividos, sino en experiencias en su haber. Su devenir y los momentos que lo atraviesan, especialmente el movimiento estudiantil que culmina con la masacre de Tlatelolco, lo llevan a un camino de letras del que no se sale tan fácilmente, el autor de la novela sigue en él.

“Una buena parte de la novela tiene que ver con la vocación, todos los conflictos que yo voy planteando, incluidos los del movimiento estudiantil, llegan a un punto en donde el protagonista se tiene que plantear que quiere hacer. El movimiento le da ánimo para decir ‘no voy a estar estudiando una ingenieria y voy a escribir’.

“Para mí, la parte positiva del movimiento fue que, como a Adrián, me hizo pensar cómo quería yo vivir ya aunque la posibilidad de convertirme en escritor aún era remota, todavía era una ilusión, a larga y con esfuerzo se logró. Por eso también yo quería escribir sobre este momento”, confiesa el autor.

La novela no comienza con un prólogo, sino con una obertura, una confesión de Adrián, el personaje principal del libro, hacia Magdalena, el amor a quien se recuerda en lo narrado, y con base en ese juego, un confesionario con formato de álbum de rock.

La música continúa acompañando al libro, cada capítulo está coronado con una mini biografía de un intérprete de Rock, y cada anécdota que se cuenta tiene por debajo las canciones que acompañaron la época, como una manera de capturar la atmósfera de una generación.

“Por un lado es la historia de una generación, es también una novela sobre los movimientos políticos de la época y sobre la educación sentimental. Una novela de amor entre el protagonista, Adrián, y Magdalena”. 

“Todo está mezclado para tratar de constituir una vida interesante, hay varios flancos y entre ellos el amor juega un papel importantísimo, una novela que no tiene una historia de amor es una novela que le falta algo, el amor es uno de los móviles más interesantes para la literatura, ahora, el amor no tiene porque tener un final feliz”
Hernán Lara ZavalaEscritor

La erupción de la música rock en los años 50 fue un parteaguas en la cultura popular, la entrada de cantantes con cabellos engominados y caderas sueltas llegó a marcar un antes y un después en la relación de los jóvenes con su música y su identidad. Durante la novela, la exploración de la música se da en paralelo.

“El rock es un poco como la poesía, al leer una poesía que te gusta te emocionas porque está diciendo lo que querías decir o sentir, en este sentido el libro es un homenaje al rock”, remata el escritor.

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