El costo de la tristeza

Estar triste e ir de compras sí tienen relación científica, y no precisamente una asociación positiva. Aunque hay quienes dicen que comprar cosas cuando están deprimidos les ayuda a levantar su ánimo, la verdad es que gastar dinero cuando no te encuentras en un buen estado emocional no es una buena idea.

¿Cuántas veces has ido al centro comercial porque estás en medio de una depresión y terminas con cosas que no necesitas? 

Pero además de eso, si cuentas con tus tarjetas de crédito seguro las habrás dejado a tope.

La tristeza vuelve miope a las personas y por lo tanto más dispuestas a renunciar a mayores ganancias en un futuro a cambio de una ganancia instantánea

Estar triste e ir de compras sí tienen relación científica, y no precisamente una asociación positiva. Aunque hay quienes dicen que comprar cosas cuando están deprimidos les ayuda a levantar su ánimo, la verdad es que gastar dinero cuando no te encuentras en un buen estado emocional no es una buena idea.

¿Cuántas veces has ido al centro comercial porque estás en medio de una depresión y terminas con cosas que no necesitas? 

Pero además de eso, si cuentas con tus tarjetas de crédito seguro las habrás dejado a tope.

Algunas personas se sentirán mejor, a otras les remorderá la conciencia inmediatamente o quizá hasta que lleguen los estados de cuenta. Pero más allá de si la “terapia de compras” funciona o no, estudios recientes han demostrado que la tristeza sí afecta a la hora de tomar decisiones económicas.

Existen dos teorías opuestas acerca de los efectos que este sentimiento puede tener en nuestras finanzas; una dice que nos hace más sabios a la hora de tomar decisiones y la otra que nos hace más impacientes y nos apresuramos a decidir cosas sin detenernos a pensarlas bien.

De acuerdo con la llamada teoría “Sadder but wiser”, que se traduce más o menos como “Más triste, pero más sabio”, la tristeza debería motivar a las personas a un pensamiento más analítico ante las implicaciones financieras que pueden traer sus elecciones, y por lo tanto disminuir la impaciencia.

Pero hay quien dice que los sentimientos negativos, en específico la tristeza y la melancolía, sabotean algunos pensamientos y dan lugar a decisiones y juicios cuestionables. Jennifer Lerner de Harvard, Ye Li y Elke Weber de Columbia llaman a esto “myopic misery” (algo así como “miseria miope”).

Dado que la tristeza surge de un sentimiento de pérdida, dicen, es posible que desencadene una necesidad inconsciente de reemplazar lo que se ha perdido. Y esta necesidad, a su vez, lleva a un sentido de urgencia e impaciencia, lo que nos hace tomar decisiones apresuradas.

Para demostrar cuál de las dos teorías era la que tendía a suceder más a menudo, decidieron ponerlas a prueba en un laboratorio.

Para hacerlo, probaron los efectos de la tristeza en lo que llamaron “tasas de descuento intertemporales”, un término para nombrar la manera en la que pensamos acerca de las recompensas y el autocontrol.

Si a alguien le ofrecen 100 pesos por mes, durante tres meses, por ejemplo, la mayoría de la gente estaría más dispuesta a aceptar menos dinero con tal de no tener que esperar tres meses para tener 300 pesos. Pero, ¿cuánto menos estarían dispuestos a aceptar? Un ligero descuento podría ser un buen trato, pero aceptar uno muy grande para tener un beneficio inmediato demuestra impaciencia y falta de disciplina.

En el estudio los científicos querían probar los efectos del sentimiento en este tipo de decisiones o juicios financieros, por lo que algunos participantes vieron un video muy triste sobre la muerte del tutor de un niño, con el fin de crear sentimientos de tristeza en ellos. A los otros participantes se les mostró un video sobre un baño sucio, para crear sentimientos de disgusto, ya que querían comparar la tristeza con el disgusto con el fin de descartar que todos los sentimientos negativos tienen el mismo efecto en las decisiones. Otros más vieron un video neutral, sin emociones.

Después, todos los sujetos tenían que decidir entre recibir dinero en efectivo en ese momento o esperar por una cantidad más grande en un lapso de una semana a seis meses. Si la teoría de la miseria miope es cierta, entonces los participantes tristes tenían que mostrar niveles muy altos de impaciencia, dispuestos a asumir pérdidas sin sentido financiero. Y eso fue justo lo que ocurrió.

El típico participante triste aceptó solo 37 dólares en ese momento en vez de esperar tres meses para recibir 85 dólares. Lo que significa un descuento de 43 por ciento.

Como se describe en el estudio que fue publicado en Psychological Science, las personas que estaban tristes no hicieron un buen trato, aunque el dinero ofrecido era real. Los otros participantes mostraron más sabiduría en sus decisiones financieras.

Así que en este experimento más triste no significó ser más sabio, más bien quedó demostrada la teoría de la miseria miope. Pero también se mostró que no todos los sentimientos negativos tienen este efecto en las personas.

“Comparada con una emoción neutral, la tristeza, y no cualquier emoción negativa, vuelve miope a las personas, y por lo tanto más dispuestas a renunciar a mayores ganancias en un futuro a cambio de una ganancia instantánea”, dice el estudio.

“Estos experimentos que combinan métodos psicológicos y económicos, revelan que una persona triste no es necesariamente la más sabia cuando se trata de decisiones financieras”, concluyen los investigadores.

Take the money and run

Pero ya fueran sabias o no, ¿cómo tomaron sus decisiones los participantes? Los psicólogos estudiaron esto en un segundo experimento en el que reclutaron a una muestra de personas entre 10 y 69 años, utilizando las mismas técnicas que en la primera prueba.

Esta vez ofrecieron 50 dólares inmediatamente o un rango de cantidades mayores, hasta 105 dólares en tres meses. Era básicamente lo mismo que en el primero, pero en este estudio los científicos le preguntaron a los sujetos qué pasaba por su mente mientras tomaban la decisión. Justo antes de realizar el trato tenían que hacer una lista de todos los pensamientos que tenían, incluyendo las razones para tomar el dinero en efectivo en ese momento y las que los harían esperar para tener más dinero.

Los resultados fueron claros. De nuevo, los voluntarios tristes eran mucho más impacientes, exigiendo más dinero si tenían que esperar tres meses.

Aparentemente la tristeza tiene el efecto de traer a la mente racionalizaciones del tipo “toma el dinero y corre”, lo que puede conducir a pérdidas financieras.

Esta es la primera evidencia de que este sentimiento provoca un deseo inconsciente de obtener recompensas tan pronto como sea posible, aún y cuando esta urgencia tiene un costo real.

Pero las implicaciones van más allá del ámbito financiero. Esta impaciencia irracional puede conducir a otros problemas sociales, como una gran deuda en tu tarjeta de crédito o incluso comer en exceso. De hecho, está psicológicamente probado que las personas toman muchas de las decisiones más importantes de su vida en un triste estado mental de “lo necesito ahora”.

Así que la próxima vez que no estés muy feliz que digamos, consiéntete a ti mismo pero por favor no te acerques a una tienda.

La miseria no es avara

En 2008, un grupo de científicos de Harvard y Stanford, ya había realizado otro estudio para ver cómo afectaba la tristeza a la hora de realizar compras.

En la investigación que fue publicada también en Psychological Science, se encontró que las personas tristes y muy centradas en sí mismas, tienden a gastar más dinero para adquirir los mismos productos que aquellas personas que se encuentran en un estado emocional neutral.

En este experimento los participantes también vieron un video triste o uno neutral. Después podían comprar un artículo ordinario, como un bote de agua que estaba marcado en varios precios. Los que estaban tristes ofrecieron casi 300 por ciento más para comprar el producto que los participantes neutrales.

Los investigadores concluyen en el estudio llamado “Misery is not Miserly: Sad and Self-Focused Individuals Spend More”, que este efecto puede ser más dramático en la vida real y que se puede extender más allá de las decisiones de compra, por ejemplo al buscar nuevas relaciones románticas, sin estar conscientes de que lo están haciendo impulsados por sus emociones.

Triste costo financiero
Lee el estudio completo

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