Así fue el regreso de Sigur Rós a México

Las luces se apagaron y de entre las sombras surgieron las figuras de Jónsi, Orri Páll Dýrason y Georg Hólm. Sigur Rós regresó a México después de un par de ocasiones de haber visitado nuestro país, para ofrecer una presentación inolvidable.

Las luces se apagaron y de entre las sombras surgieron las figuras de Jónsi, Orri Páll Dýrason y Georg Hólm. Sigur Rós regresó a México después de un par de ocasiones de haber visitado nuestro país, para ofrecer una presentación inolvidable.

A diferencia de sus visitas anteriores donde estuvieron en festivales, esta vez ellos serían los únicos protagonistas de la noche. Como se había anunciado, el show contaría con el mismo equipo de diseño de iluminación con quienes en 2013 ganaron el premio a Mejor iluminación en los reconocimientos Knights of Illumination de Londres. Y no hubo decepción alguna, la atmósfera que crearon permitió que el show fuera más íntimo y emocional.

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El concierto estuvo dividido en dos partes por un intermedio de veinte minutos. La primera mitad, algo turbulenta y oscura, dio paso a una segunda más reconfortante e intensa. En la primera parte tocaron piezas de su material nuevo, anunciado para salir este año, e incluso debutaron un tema identificado como “Niõur”. El maravilloso falsetto de Jónsi y su característico arco de cello con el que toca la guitarra indicaban que la noche era para dejarse asombrar.

Después del intermedio, la banda apareció tras una cortinilla que permitió la proyección de juegos de luces que provocaba un efecto extraño, como de lejanía, pero aún permitía una conexión importante con la música.

El diseño de iluminación parece haber querido enfocar la atención en la música y la magia que se crea con ella. Hubo momentos en que por trucos de la tecnología, en las pantallas se podía ver a los islandeses compuestos por luces que parecían luciérnagas. Así sonaron canciones como “Starálfur”, “Sæglópur” y la intensa “Popplagið” con la cual cerraron la noche, llenos de los aplausos que les ofrecía un público conmovido y agradecido.

La peculiar voz envolvente que caracteriza a Jónsi, la brutal fuerza de la batería de Orri, el insistente bajo de Goggi, más la cautivadora producción de luces, dieron como resultado un concierto único.

Sabíamos que éste no era un evento para cantar y saltar, sino para sumergirse en la atmósfera fantástica que crea Sigur Rós. El Auditorio Nacional fue el recinto perfecto para presenciar con elegancia una de las presentaciones más impresionantes y deliciosas que se han ofrecido en nuestro país por lo menos en este año.

 

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