La novela pertenece a la colección Tierra Adentro del Fondo de Cultura Económica (FCE) . Foto: Especial

“Casas Caídas”, novela que reconstruye el paraíso perdido de un México menos violento

El escritor mexicano Alberto H. Tizcareño debuta con Casas Caídas, una novela con toques de humor y misterio  que intenta reconstruir el paraíso perdido de la niñez y de una ciudad menos violenta

La evolución del miedo en la línea de vida del ser humano es uno de los temas que subyacen en las páginas de Casas Caídas, novela debut de Alberto H. Tizcareño (Ciudad de México, 1987).

Publicado en la colección Tierra Adentro del Fondo de Cultura Económica (FCE), la novela relata la historia de Casas Caídas, que podría ser cualquier pueblo en la provincia mexicana en los años 90, donde un grupo de niños de entre 9 y 12 años busca resolver el secreto de un misterioso y aterrador vecino.

Contada con humor, en esta historia juvenil presentada desde el punto de vista de “la bolita del poste” resuena la nostalgia por un pasado donde los niños podían pasar horas en las calles, imaginando su propio mundo, sin mayores temores o focalizando sus miedos en personajes extraños de la colonia. Aquí el que encarna esos horrores  es Jaime “Martillos” Martínez, un tipo corpulento y huraño que de un día para otro llega a habitar la casona abandonada de la colonia.

Ante repentinos asesinatos y sucesos extraños en la colonia después de la llegada de “Martillos”, este grupo de jóvenes trata de armar el rompecabezas,  en un relato donde sobresale la manera en que cambia la percepción del miedo conforme se alcanza la madurez, en un país cada vez más violento y desigual.

“Cuando somos niños siempre nos creamos ficción sobre vecinos o personajes extraordinarios físicamente hablando; el otro siempre es motivo de asombro o de miedo. Eres fácilmente impresionable y el miedo no se siente igual cuando eres niño o cuando eres adulto.  El personaje de Martillos es depositario de todos los temores que uno tiene como niño, puede ser el robachicos, un asesino, un violador.  Y la novela gravita precisamente hacia la deconstrucción de ese miedo, descentralizándolo de ese personaje para convertirlo en algo más”,  comenta en entrevista con Reporte Índigo el autor.

Conforme los personajes de la historia crecen,  el temor se desmarca de ese hombre extraño y la casa misteriosa para convertirse en un temor mucho más ambiguo y generalizado.

“Es un temor por la situación del país, un temor por crecer y no tener lo que uno imaginó, un temor por madurar y por la muerte que está cada vez más próxima. La novela apunta hacia eso: hacia el miedo y su evolución a través de nuestras edades”, añade el narrador.

Reconstruye el paraíso perdido de la infancia

Nacido en la Ciudad de México, en una época donde jugar en la calle era la actividad favorita de los niños, Alberto Tizcareño cuenta que volvió  a los recuerdos de su niñez para estructurar esta ficción y ambientarla en un lugar que toma el nombre del pueblo natal de su abuelo, San José Casas Caídas, Jalisco.

“Primero me parecía de lo más natural que si vas a contar una historia de la niñez, lo hagas a través de tu grupo de amigos, que es de nuestras primeras experiencias significativas, la idea de empezar a pertenecer”, cuenta el escritor y publicista, quien no oculta su añoranza por “el paraíso perdido”, tanto de la niñez como el de una Ciudad de México y un país menos violento.

“Yo soy, creo, de esas últimas generaciones que todavía perteneció a la bolita que se junta en el poste. Eso ya no se ve hoy en día, se ha perdido esa colectividad del barrio y  ha resultado en una desintegración de la ciudad en general. Y los niños ya no conocen esa otra dimensión del colectivo, de juntarse con los amigos y resolver misterios, algo que en la infancia te ayuda a explicar el mundo”, lamenta.

Un escritor que resuelve misterios

Dividida en tres apartados, Funeral, Frío y Fantasma, donde el autor explora distintos géneros narrativos, la novela fue ideada siguiendo la trama clásica de las novelas juveniles que fascinan a este autor que confiesa que “la escritura terminó siendo una infancia prolongada”:

Siempre me han gustado las historias sobre adolescentes. Ponme una película con adolescentes que tienen un objetivo o meta en común y estoy atrapado; me gusta mucho la dinámica entre jóvenes, creo que porque resuena conmigo. Yo crecí en un grupo de niños que eran mis primos y  nuestro juego siempre era crearnos falsos misterios y resolverlos. Al final, creo que yo terminé jugando más que ellos porque esa es la labor del escritor también: imponerse misterios y resolverlos”.

Y en las páginas de esta novela, la aventura de estos jóvenes será resolver el asesinato de una vecina acaudalada, un crimen que solo logra justicia simbólica en un país donde los crímenes nunca se resuelven por las autoridades o instituciones.

El misterio principal no lo resuelve ni el investigador ni la policía. Es gracias al testimonio de dos mujeres marginales que se esclarece el misterio, que son personajes que me gustan porque están al margen de la historia y normalmente son este tipo de personas los que resultan ser los que más saben”.

El lector ideal

Aunque se trata de una historia juvenil, Alberto H. Tizcareño considera que Casas caídas es una novela para quien “quiera reírse mucho”:

Creo que no hay manera de hacer una novela mexicana sin humor, es una dimensión inseparable del espíritu mexicano. La novela tiene además de humor, mucha acción y nostalgia”, dice.

El autor

  • Alberto H. Tizcareño nació en la Ciudad de México, en 1987.
  • Es publicista y narrador.
  • Sus cuentos han aparecido en diversas revistas de circulación nacional como Nexos y Luvina.
  • Casas Caídas es su primera novela.
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