La muestra, que ya se exhibió en el Denver Art Museum y después viajará a París, reúne 198 prendas, tocados, zapatos y accesorios. Foto: Especial

Carla Fernández y sus reconocidos diseños tradicionales se exhiben en el Museo Franz Mayer

La diseñadora mexicana Carla Fernández presenta en el Museo Franz Mayer una exposición sobre su trabajo, el cual ha alcanzado proyección internacional por su colaboración con artesanos mexicanos

Carla Fernández todavía recuerda las veces que de pequeña acompañó a su padre en sus recorridos por museos y zonas arqueológicas como director de Museos del INAH. Más que maravillarse por las pirámides y vestigios, sentía una gran atracción por la vestimenta de las niñas de las comunidades que visitaban.

“Estaban vestidas como diosas y yo de camiseta y jeans, ahí fue cuando entendí que la alta costura de nuestro país está hecha en las montañas, en las selvas, en las comunidades indígenas y mestizas”, dice en entrevista con Reporte Índigo la diseñadora de moda, a propósito de su exposición Carla Fernández Casa de Moda. Un manifiesto de moda mexicana, que se podrá visitar hasta el 25 de junio en el Museo Franz Mayer.

La muestra, que ya se exhibió en el Denver Art Museum y después viajará a París, reúne 198 prendas, tocados, zapatos y accesorios que dan cuenta del trabajo de esta diseñadora cuyo sello se define por la colaboración ética y sustentable con comunidades artesanales del país. Un quehacer que no se ha limitado a breves colaboraciones con grupos de artesanos, sino a un intercambio de saberes que data desde sus años de formación.

Alumna de dos estudiosas y promotoras del arte popular y textil mexicano, Ruth Lechuga y Marta Turok, esta diseñadora que comenzó a crear sus diseños a los 18 años, atesoró de ellas ese amor por la iconografía y el trabajo artesanal de las comunidades indígenas. Con la antropóloga Marta Turok, recuerda, hizo trabajo de campo, visitando poblados a los que solo se accedía caminando dos o tres horas por veredas intrincadas y, a veces, cubiertas de neblina.

“Todo esto son años de haber tenido a las maestras más grandes, que son las artesanas, junto con Marta y Ruth Lechuga, y mucha gente que ha caminado este país y han entendido que somos nosotros los de las ciudades quienes debemos aprender lo que hacen en el campo y no viceversa”
Carla FernándezDiseñadora

Colaboración constante

Según la diseñadora, fue en esos recorridos donde se dio cuenta que en algunas comunidades eran los propios artesanos quienes querían probar nuevos desarrollos, basados en las técnicas tradicionales.

Por eso, desde sus inicios, ha colaborado con artesanos de diferentes regiones del país. Con su proyecto itinerante Taller Flora, la firma ha trabajado con 164 artesanos en 15 estados de la República. “Es un compromiso constante, no es una comunidad con la que trabajamos y luego cambiamos; todo el tiempo estamos trabajando y vamos integrando más artesanos conforme pasa el tiempo”, sostiene.

Para Fernández, una colaboración ética con los artesanos tiene que ir más allá de sólo dar el crédito a la comunidad o región de donde se inspiran las piezas, una práctica que suelen hacer famosas casas de diseño para evitar ser acusados de apropiación cultural. “Cuando empezó mi pasión por la indumentaria indígena o de las primeras naciones era obvio que si quería hacer un tenango lo tenía que hacer con alguien de Tenango, de lo contrario es esta cuestión muy occidental de que como es algo colectivo, entonces le pertenece a todos; para mí es obvio que cuando colaboras con alguien, te sientas y colaboras de frente con esa persona, hay una colaboración y un diálogo, si no es apropiación”, apunta.

Ese intercambio con artesanos se puede apreciar a lo largo de la exposición, ya que se nombra a los que han colaborado en el proceso. Así, un poncho o jumper con decorados de rapacejos de plumas, típicos de Ahuiran Michoacán, tiene entre sus colaboradores a Gilberto Nuci y Feliciana Hernández, maestros artesanos de esa técnica.

El poder de la moda

Curada por Florence Müller, reconocida historiadora de la moda, la muestra se divide en seis núcleos y cuenta con una museografía diseñada por el escultor Pedro Reyes, donde también destaca la forma de los maniquíes, los cuales están adaptados a una estatura humana promedio, contrario a las altísimas figuras que se suelen usar en este tipo de exposiciones. También incluye un “Manifiesto de la moda en resistencia”, elaborado por Carla Fernández.

El recorrido comienza con “La moda como proceso colaborativo”, una sección en la que se da cuenta de la colaboración creativa con los artesanos y se muestran piezas icónicas de la casa de moda, como prendas con lanas de San Juan Chamula o con papel amate diseñados por artesanos de San Pablito Pahuatlán en Puebla.

En “Raíz cuadrada” la exposición aborda el sistema de diseño que rige el quehacer de la diseñadora, basado en el patronaje indígena mexicano. “En las comunidades indígenas hay un sistema de hacer ropa y se deriva del uso del cuadrado y el rectángulo, como una figura que sale del telar, unes estos cuadrados y rectángulos y vas haciendo una falda tarahumara, un huipil, una blusa, un pantalón”, explica la diseñadora.

El tercer núcleo “La tradición no es estática: las fiestas” resalta indumentaria como máscaras de cartonería elaboradas por Leonardo Linares, de la familia Linares, con conocida trayectoria en la cartonería y alebrijes; brazaletes en formas de molinillo, bolsas elaboradas con artesanos de Guerrero, huaraches hechos en Oaxaca, piezas que muestran los puentes que se pueden hacer entre el diseño, la artesanía y el arte popular.

“La tradición no es estética: la charrería” es el cuarto apartado; ahí, a partir del traje de charro, considerado el traje nacional del país, se explora la iconografía y manufactura de una vestimenta mestiza en la que concurren patrones árabes, españoles y mesoamericanos.

En “La tierra es el origen de los textiles” se pueden ver las técnicas más ancestrales y tradicionales, como sombreros de chuspata de Michoacán con extravagantes formas geométricas; prendas de lana tejidas en telar de cintura, teñida con la antigua técnica japonesa shibori, mientras que en el último apartado, “La moda como resistencia”, se explora el poder político que tiene la moda y se muestran piezas, como prendas diseñadas para una marcha anti Trump en Estados Unidos o para exigir los derechos de las mujeres al aborto en colaboración con colectivos feministas.

“Manifiesto de la moda en resistencia”

  • Ser original es volver al origen
  • La moda no es efímera
  • La tradición no es estética
  • La raíz cuadrada
  • La tierra es el origen del textil
  • En el verdadero lujo no hay opresión
  • Todo cuerpo es hermoso y emana vitalidad
  • El cliente como coleccionista
  • Ser una y ser muchas
  • Los procesos son un legado
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