Todas las participantes de la colectiva se involucraron en  la coreografía de Arrojo. Foto: Especial

“Arrojo”, la danza folclórica como no se había visto

La colectiva Danzariega presenta su nueva obra donde rompe con los paradigmas de la danza folclórica y actualiza sus temáticas 

Si hay en la mente una imagen de la danza folclórica mexicana, ese espacio del arte dancístico que busca representar las tradiciones de regiones particulares del país, seguro involucra trajes típicos y vestidos coloridos. Olanes y encaje al final de una falda teñida con un color brillante que cubren los zapatos que hacen música al bailar, son parte de los íconos que llevan a la cabeza una tonada típica usualmente interpretada en un recinto de alta cultura. Todos estos elementos comúnmente asociados con la danza folclórica de nuestro país no están presentes en la nueva obra de la compañía Danzariega, Arrojo, que se presenta en el Teatro Raúl Flores Canelo del Centro Nacional de las Artes (Cenart) los días 13, 14 y 17 de septiembre.

Llamar a Danzariega una compañía de ballet folclórico no es del todo preciso. Comenzaron hace más de 20 años como un grupo que buscaba dotar estos elementos dancísticos de actualidad y durante sus dos décadas de trayectoria han pasado a ser una colectiva que busca dotar a la disciplina de un tratamiento contemporáneo.

Quienes iniciaron con Arrojo fueron Angélica Sánchez, socióloga por la UNAM y bailarina de Danzariega; Julieta Miranda, profesora y bailarina de Danzariega; María Herrera, licenciada en artes visuales por la UNAM y bailarina de Danzariega; y Norma Aguilera, licenciada en Educación y bailarina de Danzariega y Paula Herrera, antropóloga física y directora de Danzariega.

“Danzariega surge de la necesidad de generar discursos personales, lejos de los nacionalismos de la danza folclórica. Recuerdo que el México que yo miraba   -en la calle, en los periódicos, en el día a día-  no se parece al país que yo veo en escena y lo que yo quiero hacer en los escenarios es el México que yo vivo; el verdadero. Pero no quería abandonar la técnica del folclor porque es hermosa”, rememora Paula Herrera, directora de Danzariega.

Diferencias importantes

Su necesidad de hablar de un país ajeno a los discursos nacionalistas de la danza, esos en donde las contradicciones de un país tan vasto no tienen cabida en tarima, impulsó un viaje que en 2018, después de 15 años de un trabajo arduo y constante, la compañía se transformara en un espacio en donde -más allá que todas las decisiones se tomen en colectivo-  se hace danza folclórica experimental. Este apellido es particularmente importante para Danzariega, pues marca una diferencia temática y conceptual al desmontar los mitos sobre los cuales están construidas este tipo de bailes.

La danza folclórica que se presenta en los escenarios tiene sus orígenes en el México posterior a la Revolución, en un intento de dotar de identidad a la nueva nación mexicana, y está llena de reglas y mandamientos fijos en piedra. Esta representación de la riqueza cultural mexicana contrasta en su rigidez con la levedad de las danzas tradicionales que se bailan en las comunidades del país en fiestas y ocasiones especiales. La versión más institucionalizada de este tipo de representaciones montan coreografías de regiones en específico, con su propia música y su particular vestuario, Danzariega se aproxima a la cuestión desde un ángulo diferente.

“Nosotras tomamos distancia del mecanismo en el cual se hace la danza folclórica y retomamos solo tres ingredientes del mismo. El cuerpo, como la técnica del zapateado y el faldeo, la dimensión histórica, porque este arte habla de los Méxicos que somos y nosotros decidimos hablar de un país contemporáneo, y la dimensión colectiva, pues esta danza no es una de autor sino una que se hace en comunidad, son los elementos que retomamos de nuestra disciplina”, comenta Paula, quien también apunta que, aunque se sienten las similitudes, su versión es muy diferente a lo que se acostumbra a ver.

Innovar en un arte cuyas raíces se remontan a tradiciones ancestrales es difícil,  sin embargo, Danzariega busca, con los ingredientes que retoma, dar un vuelco a estás tradiciones. “El cuerpo ya está dotado de connotaciones y en la danza folclórica los roles sociales de género están instaurados en los cuerpos de las mujeres.  Ellas siempre tienen que ceñirse a un ideal de coquetería y de belleza que mediante una serie gestos y movimientos de brazos, torso y cabeza remarcan justo estas conductas de ser bonitas, coquetas y sumisas. Nosotras en esta obra lo que proponemos es que estos roles son solo reglas sociales y que como todos los mandatos impuestos por la sociedad no son verdad”, puntualiza Paula, quien también tiene estudios en antropología.

Arrojo por cambiar

La nueva obra de Danzariega, Arrojo, es la materialización del concepto y las ideas detrás que impulsan al grupo de baile. Surge en 2016 como parte de uno de los laboratorios de creación de la compañía en donde realizaron un ejercicio coreográfico acerca de la sexualidad de las mujeres y buscaron que creciera a una obra completa. Durante el camino de expansión temática  que siguió el material se dieron cuenta de que “la sexualidad femenina pasa por el filtro de este gran deber ser que se le impone a las mujeres”, señala Paula, y decidieron que su obra debía dejar en claro que ese cajón les queda muy chico.

“Arrojo es acerca de cómo las mujeres hemos sido capaces a través de batallas tanto históricas como cotidianas, colectivas y personales, de oponernos a un deber ser que instaura la sociedad”
Paula HerreraDirectora de Danzariega

Arrojo no es solo una contestación a los roles impuestos a las mujeres, también lo es a toda una estructura de dominación que impone no solo patrones de comportamiento sino también una jerarquía.

Arrojo no tiene una creadora, no hay una única persona a quien se le  pueda atribuir el mérito de la obra, los movimientos que le dieron forma fueron creadas y coreografiadas por la decena y media de bailarinas que forman parte de la colectiva. “Hay cinco autoras que hacen el guión y comienzan a hacer la coreografía, pero la abren a toda la colectiva y al hacer eso muchas escenas se tienen que trabajar en un laboratorio de movimiento. Por lo tanto muchas escenas están compuestas por todas las bailarinas; es un proceso colectivo que nos llevó mucho tiempo”, comenta  la directora de Danzariega.

La colectividad como bandera no es la única innovación formal de Arrojo. La obra prescinde de los vestuarios típicos y los coloridos vestidos con los que la danza folclórica está relacionada y apuesta por diseños hechos a la medida de los ritmos que las bailarinas crearon con sus zapatos. Y debido a que los ritmos fueron creados por quienes forman parte de Danzariega la música que los acompaña fue creada a posteriori por Tania Tovar. Paula y toda las personas involucradas en Arrojo esperan que las personas que asistan al Cenart los días de su presentación se dejen sorprender por una nueva forma de hacer danza folclórica.

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