Amy Winehouse y su eterno corazón roto

Hoy se cumplen seis años de la muerte de la cantante.

Al hablar de Amy Winehouse hay algo que se quiebra. Algo se siente indefenso, como si el mundo supiera que no supo cuidar de la talentosa chica de abultado pelo negro que tenía la capacidad de embriagar recintos enteros con su poderoso torrente de voz. Esta británica pasaría a la historia como la princesa jazz de su tiempo que murió prematuramente con apenas 27 años cumplidos. 

Amy tenía pinta de chica ruda, le gustaba aparentar peligro con sus ojos siempre delineados con una línea negra gruesa, sus piercings y sus tatuajes que combinaban a la perfección con su larga nariz y frondosos labios. Su aspecto era el de alguien a quien fácilmente se le puede adivinar que gusta de beber y agregar a su cuerpo sustancias para provocar extraños efectos. Y así fue, la vida de Amy estuvo llena de excesos.

Winehouse nació en una familia modesta en los suburbios de Southgate en Londres. La música hizo un llamado a la pequeña Amy desde sus primeros años, a los diez formó su primera banda de rap. Se formó como actriz pero nunca dejó de cantar, y antes de cumplir 15 empezó a compartir la belleza de su voz en bares locales. 

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En 2002 cuando finalmente Darcus Beese encontró a Winehouse, luego de haber escuchado su voz en una grabación, inició la carrera profesional de la cantante al firmar con la disquera EMI. El resto fueron nueve años de derrochar su talento en el jazz y el soul, pero también de sufrir los estragos de la bulimia, las drogas y el desamor.

El gran amor de Amy fue Blake Fieder, a quien conoció un año después de haber lanzado su primer álbum, Frank. Su relación fue tormentosa: comenzó cuando ambos tenían pareja y Fieder le rompió el corazón cuando decidió regresar con su ex novia. Ese fue el primer periodo en que Winehouse sufrió un grave problema con las pastillas para la depresión y la bulimia. 

Mientras preparaba el grandioso Black to Black, Amy logró restablecer su bienestar así como su salud, sin embargo, en 2007 un año después del estreno, Fieder y Winehouse volvieron a iniciar un romance. Se casaron y los demonios de Amy empezaron a aumentar. Se cree que la pareja de Amy fue quien la influenció para empezar a consumir drogas duras, que más tarde provocarían una serie de eventos desafortunados. La fama y el acoso de los medios también fueron alicientes para que Amy perdiera el control. 

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Ese año Amy fue internada a un hospital debido a una sobredosis que combinaba heroína, crack, ketamina y su fiel ‘amigo’, el alcohol. En 2008 sus problemas con las drogas comenzaron a trasladarse a los escenarios: en Rock in Río apareció ebria, y ese fue el primero de varios eventos que desilusionarían a sus fans por presentarse en mal estado.

El 23 de julio del 2011 encontraron el cuerpo ya inerte de la cantante en su departamento de Londres. Después de que se hicieran los estudios se concluyó que su muerte no se debió a drogas ilegales. El padre de la cantante dijo que el fallecimiento pudo haber sido a causa de los medicamentos que le habían mandado para aliviar los síntomas de abstinencia. Sin embargo, también se descubrieron grandes cantidades de alcohol en el sistema de la cantante. Fue así como Amy Winehouse se convirtió en otra integrante del lamentable Club de los 27. 

Amy parecía ser la reencarnación de la diosa del jazz que de existir hubiera pasado del cuerpo de Ella Fitzgerald al de Winehouse. Su voz hermosa y recia es considerada una de las mejores del siglo XXI: impredecible e invencible. Ahora sólo queda su música como prueba de que una mujer que encarnaba el soul pisó la tierra, y esa mujer se llamó Amy Winehouse. 

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En un país donde los espacios para este género musical son pocos, la compositora halló su lugar luego de haber estudiado en la escuela The Musicians Institute en Los Ángeles, California, y haber probado suerte en la Gran Manzana como una cantante consolidada.