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Una sociedad ‘cleptocrática’

Los exgobernadores de Veracruz, Tamaulipas, Oaxaca, Michoacán, Coahuila, Nuevo León, Puebla y Tabasco, etc… —¿cómo olvidar al “gober precioso”?— desfalcaron presuntivamente —hermosa palabra— a sus respectivos erarios, cometieron todo tipo de peculados, los endeudaron criminalmente (presuntivamente) al extremo de que varias generaciones de sus paisanos tendrán que trabajar de sol a sol hasta la eternidad para amortizar los miles y más miles de millones de pesos de adeudos, fraudulentos, por lo general.

Los exgobernadores de Veracruz, Tamaulipas, Oaxaca, Michoacán, Coahuila, Nuevo León, Puebla y Tabasco, etc… —¿cómo olvidar al “gober precioso”?— desfalcaron presuntivamente —hermosa palabra— a sus respectivos erarios, cometieron todo tipo de peculados, los endeudaron criminalmente (presuntivamente) al extremo de que varias generaciones de sus paisanos tendrán que trabajar de sol a sol hasta la eternidad para amortizar los miles y más miles de millones de pesos de adeudos, fraudulentos, por lo general.

Y, sin embargo, no solo no se ha iniciado un juicio penal en contra de ellos ni los congresos locales han iniciado acción legal alguna, sino que por la calle se les respeta con un “don Fidel”, “don Rubén”, “don Leonel”, “don Natividad” y “don Ulises”; para no cansar la amable atención del lector que me obsequia su cara paciencia al pasar la vista por estas líneas mal escritas.

Los políticos corruptos no temen a la justicia porque llegan al poder con el ánimo fundado en delinquir y evitan incoar juicio alguno en contra de sus antecesores de modo que cuando ellos abandonen el cargo no sean sujetos a escrutinio alguno. Un pacto implícito entre bandidos, tan bandidos o más que sus hijos, los de los pillos que disfrutan el botín, el dinero mal habido, por lo que hacen de sus familias vil y vulgares pandillas. Los descendientes de los “presupuestívoros” son cómplices en primer grado.

Pero la impunidad no solo señorea y se impone en el sector público, los cleptómanos se dan en abundancia en la sociedad civil sin que tampoco los responsables, en su gran mayoría, sean castigados en modo alguno. En México, el 98 por ciento de los delitos permanecen impunes.

¿No es un corrupto el empresario voraz que compra al líder sindical en las negociaciones de los contratos colectivos de trabajo o el cirujano que opera a cambio de unos pesos sin justificación clínica o el columnista mercenario que enajena su columna por un puñado de pesos o el periodista que chantajea o el intelectual que enajena su inteligencia al Estado para defender lo indefendible y manipula y engaña al ocultar la verdad?

¿No es un cleptómano el comerciante que vende kilos de 800 gramos o alimentos caducos sin pensar en la salud de sus clientes o el empresario que practica como deporte la defraudación impositiva o el ingeniero que instala alambrón y cobra varilla o el sacerdote que destina la limosna a propósitos ajenos a los fines eclesiásticos ni el cura que acepta narco-limosnas para “purificar el dinero” ni el que vende indulgencias y bendice a los hampones o el que presta su nombre para facilitar transacciones prohibidas a extranjeros o a políticos venales necesitados de esconder su patrimonio mal habido?

¿Son cleptómanos los banqueros que cobran intereses del 48 por ciento en tarjetas de crédito y pagan el 4 por ciento a los depositantes mientras la autoridad ni ve ni oye ni siente?

No, la cleptomanía se da en el sector público y en el privado, por ello integramos una sociedad “cleptocrática”, además perversamente impune… ¡Cuidado!

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