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“Tic tac, tic tac, ¿Qué hora es?

Pasaron los segundos, los minutos, las horas y el día llegó.

Pasaron los segundos, los minutos, las horas y el día llegó. El día en el que el mayor Jabberwocky de nuestros tiempos -como aquel que nos describió Lewis Carroll en su obra Alicia en el país de las maravillas- anunció su llegada y se ungió como el mandatario de la primera potencia mundial.

La predicción se cumplió y ahora cae como maldición sobre los hombros de la humanidad.

¿Aún estamos sorprendidos? ¿Aún nos congela la incredulidad? Es muy probable que no, y no porque todo ya estuviera escrito, sino porque al fin y al cabo este momento no fue producto de la caprichosa casualidad, sino del peso de nuestras acciones y de lo visceral de nuestras decisiones. 

En el fondo lo sabemos, sin embargo, no dejamos de mirar el cielo y preguntarnos por qué.

Día tras día no dejamos de sufrir nuestras heridas, de beber nuestra miseria y de sangrar nuestro dolor. ¿Acaso no ha sido suficiente? ¿Acaso esta vida de víctima será perpetua? ¿Acaso no desgasta el cenizo color del viento que nosotros mismos teñimos? ¿Acaso la memoria colectiva se hizo aún más efímera? ¿Acaso olvidamos una vez más nuestra historia y seguiremos negando que nosotros hemos sido autores y arquitectos de nuestro destino?

El futuro nos alcanzó y seguimos instalados en la desdicha del ayer, estamos enojados con todos menos con aquella persona que vemos en el espejo. Porque ya lo había dicho Hobbes, “el hombre es el lobo del hombre” y así llegamos hasta aquí viviendo el guión que nosotros mismos escribimos.

Hoy el mundo pasa el trago amargo, mientras nosotros en México presenciamos la escena vestidos de luto, no sólo por la llegada de Trump, sino porque una vez más la violencia tiñó de sangre nuestro país y nos robó el aliento.

Uno de nuestros tantos Jabberwockys despertó y Alicia no lo mató. Se apoderó de ella, quien decidió cambiar la espada de la justicia por la pistola del desconsuelo y usó las balas contra aquellos que pintan de colores el presente, que prometen nuevas ilusiones para el futuro y que inundan de sueños el porvenir, contra ellos tan envueltos en juventud y esperanza renovada.

Pero no, no asumimos el fracaso colectivo y seguimos viéndonos las caras buscando al culpable. Seguimos sin entenderlo, porque los culpables fuimos todos con esta actitud entreguista, con este espíritu de rendición, con este coraje acumulado que no supimos conducir, el que no supo orientar ni a nuestros jóvenes ni a nuestros niños, el que puso en manos de la xenofobia, de la violencia, de la discriminación y del odio, las riendas del país más poderoso del planeta.

Nos equivocamos todos y no es la primera vez, nos equivocamos todos y lo seguimos negando, nos equivocamos todos y nos seguimos flagelando compadeciéndonos de lo que somos, de lo que nunca fuimos y de lo que nunca podremos ser.

¿Acaso no es agotador, acaso no podría ser distinto? Porque los errores se corrigen, porque no todo es irremediable y porque aún hay voces que se hacen escuchar, personas que proponen, que tienen ideas, y que buscan que el presente sea diferente y sea mejor.

En México y en muchos otros países del mundo hemos sido capaces de hacer frente a la batalla, de trabajar duro, de sonreír en momentos difíciles, de levantarnos y sacudirnos el polvo después de tantas caídas, hemos sido capaces de continuar a pesar del hambre, de la guerra, de la pobreza, de la impunidad, de la corrupción y de la desigualdad.
 
Ahora otro Jabberwocky despertó y toma el trono del mundo. Y a pesar del miedo por ser el blanco inmediato, hay algo que los mexicanos no debemos olvidar, porque diario nos miramos al espejo y perseguimos con valentía al conejo de nuestro destino, nos engrandecemos y nos empequeñecemos, y a veces nos ahogamos en nuestras propias lágrimas, pero no dejamos de avanzar, porque cada amanecer es una nueva oportunidad para ganar la batalla de nuestras vidas y hacer historia alcanzando el hermoso, el bello, el frabulloso día aquí en México, aquí en el país de las maravillas.

“Tic tac, tic tac, ¿Qué hora es?

Tic tac, tic tac

ES HORA DE ABRIR LOS OJITOS”.