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¡No activistas!…

Sigo sin encontrar en mi memoria el día en que me asumí como activista. 

Reconozco que la palabra “quebró” paradigmas en mí. Sabía que desde ese momento, además viviendo en una sociedad regiomontana que tiende a ser conservadora, mi nombre y apellido entraron a la lista de los “hippies, revoltosos, vándalos, anarquistas, nadaquéhacer” y un sinfín de adjetivos más. 

Sigo sin encontrar en mi memoria el día en que me asumí como activista. 

Reconozco que la palabra “quebró” paradigmas en mí. Sabía que desde ese momento, además viviendo en una sociedad regiomontana que tiende a ser conservadora, mi nombre y apellido entraron a la lista de los “hippies, revoltosos, vándalos, anarquistas, nadaquéhacer” y un sinfín de adjetivos más. 

Sabía, porque he estudiado movimientos sociales desde mi pequeño cubículo universitario, que tampoco entraba a un mundo ideal, menos de panacea. Que ha significado, en más de una vez, encontrarme con los mismos vicios que los propios activistas juzgan. 

El después, se convirtió en una historia que he permitido sea abierta a los reflectores de la transparencia de los temas públicos que manejo. Como algunos otros activistas, genero fobias y filias entre quienes me rodean. No faltan las amenazas, las agresiones como los elogios bien intencionados y las protecciones bondadosas de quienes saben que impulsar una agenda ciudadana no es un tema personal, sino público.  El activismo es una serie de acciones congruentes con los pensamientos muy difíciles de gestar en las realidades. Se ha distorsionado la palabra (no sola, obviamente, sino por quienes se asumen o hasta presumen como tales) en un sinónimo que rebaja a todos al nivel de “protestantes”. Aunque soy la primera en mirarme al espejo y ver nuestros grandes defectos, reconozco la fuerza que han tomado algunos ciudadanos para ejercer sus derechos. Porque quien tiene conocimiento de cómo involucrarse, además, asume por voluntad propia muchas más responsabilidades que el resto. 

Entonces, eso me hace pensar que como en la medicina, basta sólo reconocer a los buenos médicos para entender que no todos son unos charlatanes. 

Esto lo he querido escribir porque en días pasados una lámina de la presentación del Director de Ashoka para México y Centroamérica declaraba que para la institución no son emprendedores sociales, ni los activistas, ni los inventores, es decir, en lugar de especificar las características no deseables, usando el mero estilo de la Alemania nazi con sus letreros de “no mujeres, no perros y no judíos”, se hacía una exclusión de los activistas escudándose con el mismo prejuicio: activista es sinónimo de quien se queja sin provocar, proponer o implementar soluciones. 

Entonces, me dí a la tarea de buscar en los diccionarios electrónicos básicos el significado de la palabra. Te invito a que hagas esa misma búsqueda. En el sentido literal de un diccionario, no encontré algo que se expresara así.

Entiendo, perfectamente, la devaluación no sólo de los activistas sino de todo lo que es público. Ahí entran también los políticos y los funcionarios, las organizaciones de la sociedad civil, los maestros, los periodistas, en fin,  todas las personas de lo común, lo de todos, eso: lo público. 

Sin el afán de caer en una defensa sin argumentos, ¿cómo romper entonces con el prejuicio y la arrogancia en de una cadena de ofensas hacia nosotros? Porque claro, si tú me enfadas con adjetivos, entonces, yo –aunque no los diga- los regresaré al doble. 

Dos cosas sencillas: necesitamos más activistas, refrescar la manera de trabajar, de plantear nuestras demandas, de colaborar con otros actores, de propuestas bajo el brazo, e  incluso, de la narrativa que estamos creando. 

La segunda, reivindicar a nuestros activistas transformadores, los que arriesgan hasta “el pellejo” porque tú y yo podamos tener mínimo un futuro, porque hablar de un futuro mejor mientras no se cumpla el punto anterior, nos queda lejos el sueño. 

Así que muchas gracias a Daniel Gesherson, quien acompaña a los familiares de los niños de Guardería ABC, a Mario Rodríguez Platas, quien además de político vigila la implementación de derechos de la comunidad LGBT, a Nacho Zapata (QEPD), incidió en el pago justo a los braseros , a los de Guerrero, Oaxaca y Chiapas, que inciden en la defensa de sus comunidades, a las madres de los desaparecidos que no paran de buscar a sus hijos e hijas… A los activistas, señor Armando Laborde, esos que no cabemos en su agencia para el cambio porque sólo nos quejamos.

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