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Madres mexicanas …¡Madres!

La Encuesta de Cultura Ciudadana, realizada por Corpovisionarios por Colombia y la Facultad de Economía de la Universidad Autónoma de Nuevo León, no deja nada a la imaginación.

En la Zona Metropolitana de Monterrey nuestras costumbres están ligadas a la protección o vinculación con la “familia”. 

El experto en cultura ciudadana, Antanas Mockus, ex Alcalde de Bogotá, lo llama “familismo” y es familismo porque no es un cariño natural a la familia, sino un amor fanático.

La Encuesta de Cultura Ciudadana, realizada por Corpovisionarios por Colombia y la Facultad de Economía de la Universidad Autónoma de Nuevo León, no deja nada a la imaginación.

En la Zona Metropolitana de Monterrey nuestras costumbres están ligadas a la protección o vinculación con la “familia”. 

El experto en cultura ciudadana, Antanas Mockus, ex Alcalde de Bogotá, lo llama “familismo” y es familismo porque no es un cariño natural a la familia, sino un amor fanático.

Fanatismo que hace que sus miembros estén dispuestos a morir… o  a matar y robar, por la familia, según la encuesta. 

Entonces, aunque la sociedad regiomontana ha podido establecer o fortalecer sus lazos familiares, al mismo tiempo está pasando por una crisis, que es la expresión de una exacerbación de ese familismo. 

Tomemos como ejemplo a las madres de familia a las que hoy, 10 de mayo, se celebran en todo el país. 

Porque a pesar de ser piezas clave dentro de este núcleo social, ese cariño natural se puede convertir en motor para que sean violentadas dentro y afuera de su propia casa. 

La gran paradoja es que mientras existen mujeres que abren sus propias brechas contra todo síndrome de machismo, hay quienes están siendo víctimas de esta espiral, sin que nos importe su papel en las sociedades. 

Así que aunque “la jefecita” sea valorada como una aparente autoridad y se ensalce su labor como “madre sólo hay una”, la realidad dista de lo que realmente pasa con las madres mexicanas. 

Pero no sólo podremos referirnos a la violencia intrafamiliar de las mujeres.

También hay otras violencias que laceran su vida privada, por tanto, la vida pública. 

Ellas son las madres de desaparecidos y desaparecidas, cuya voz exigiendo justicia suele ser mediáticamente escuchada, pero ignorada no sólo por las autoridades que se insensibilizan ante el tema, incluso son ignoradas por las organizaciones de la sociedad civil, o por los cuerpos de académicos y pseudoacadémicos. 

Estas mujeres que valientemente se han parado en cada explanada del país para gritarles a sus gobiernos la mentira, el abandono, la ignorancia en las que las han tenido.

Recordándonos a todos que sus lágrimas son expresión de un coraje cívico, tan grande, que tienen que amortiguar su dolor para poder mantenerse en pie de lucha. 

A pesar de que exigen justicia, no se nos debe olvidar que muchas de ellas se han quedado solas, con nietos y nietas, con sobrinos, con pocas herramientas para la supervivencia. 

Más allá de la protesta, cuando todos –incluyendo los activistas- se han ido, muy pocos son los que se preocupan por sus necesidades cotidianas y se hacen preguntas tan importantes, como cuestionarse si tienen para pasar el día o si se encuentran bien emocional o físicamente. 

Si hay algo en el que se les pueda ayudar o, simplemente, acompañar. 

Aún con esta cruel situación, este viernes mientras tú lees la columna estarán viajando a la Ciudad de México, porque que en la tarde vuelveran a manifestar su resilencia.

Ésa que es esperar a sus hijos e hijas pacientemente, aún en contra de las condiciones de impunidad, corrupción y criminalidad, en las que estamos viviendo.

Por eso es que en México más que apostarle por el “familismo”, hay que hacer valer los derechos de los miembros de las familias, que además son cada vez más diversas. 

Las madres mexicanas de los desaparecidos merecen la atención de sociedades y gobiernos, en esta fecha comercial y cada día mientras sus casos no se solucionen, porque como ellas mismas lo afirman: la violencia no tiene madre, las víctimas sí.

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