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Los juegos del Poli

Si alguien quiere buscar los por qués de que México vive en el atraso político, económico y social en el que está, basta que se asome al conflicto del Instituto Politécnico Nacional. Contemplar las escenas de su rector sometido a interrogatorios y negociaciones de doce horas ante un puñado de estudiantes sin oficio ni beneficio, deja en claro el pobre papel de la autoridad.

Los pliegos petitorios son absurdos e irreales, buscando imponer agendas no solo en las materias, los maestros, los calendarios escolares y la currícula en general.

Si alguien quiere buscar los por qués de que México vive en el atraso político, económico y social en el que está, basta que se asome al conflicto del Instituto Politécnico Nacional. Contemplar las escenas de su rector sometido a interrogatorios y negociaciones de doce horas ante un puñado de estudiantes sin oficio ni beneficio, deja en claro el pobre papel de la autoridad.

Los pliegos petitorios son absurdos e irreales, buscando imponer agendas no solo en las materias, los maestros, los calendarios escolares y la currícula en general.

Que sepamos, no existe en México una universidad privada –desde el Tecnológico de Monterrey, pasando por el ITAM, la Ibero o la Anáhuac– en el que las autoridades académicas tengan que someterse a los caprichos de alumnos inconformes.

¿Imaginan al rector de Harvard, al de Yale, al de la London School of Economics, sentándose en un banquillo de los acusados para someterse al fuego abierto de quienes solo buscan el pase fácil, la titulación sin esfuerzo?

Los hemos dicho una y otra vez en este espacio. Mientras en México no sepultemos el Síndrome del 68 y el del 71, aquel que traumatizó a las autoridades para someter cualquier protesta estudiantil callejera, los rectores y el cuerpo académico serán rehenes de las ocurrencias de “los estudiantes” o de sus patrocinadores.

Y lo definimos entre comillas, porque –cosa curiosa– esos “estudiantes inconformes” suelen aparecer a la menor provocación, sobre todo en momentos tormentosos para el régimen o en la antesala de las elecciones.

Está claro que quienes patrocinan a los estudiantes que tienen paralizando al Politécnico tienen una agenda muy personal con claros tintes políticos.

La Secretaría de Educación está convertida en un epicentro de promoción política para su titular, Aurelio Nuño, en una clara estrategia para intentar posicionarlo como candidato presidencial para el 2018.

Y frente a esta realidad aparece no solo el “fuego amigo” –desde adentro del mismo gabinete peñista– sino el “fuego abierto” de todos aquellos que desde la acera de enfrente, desde la oposición, también sueñan ocupar la casa presidencial.

El resultado no puede ser más dramático y desesperanzador. Un Aurelio Nuño poniendo “ultimátums” para volver a clases el lunes, y los estudiantes retándolo a cambiarlo “para el miércoles o jueves”… y ahí nos vamos.

Lo que se evidencia es la falta de autoridad, la prevalencia del discurso frente a una realidad que lo rebasa, la imposibilidad de tomar el toro por los cuernos por temor a una cornada, como las del 68 o del 71.

Y si el Estado es incapaz de someter a las reglas de juego educativo a un puñado de agitadores que reclaman derechos que no tienen, imaginen lo que sucede en ámbitos en donde dominan los tiburones políticos, financieros o del crimen organizado.

La regla debería ser muy clara. Al que no le acomode el plan de estudios o el calendario escolar, que se busque otra universidad. Así de sencillo. Como en todo el mundo.