Las respectivas “revoluciones” de eljko Paunović y Robert Dante Siboldi provocaron que los clubes que hoy representan estén a sólo unos pasos de engrandecer sus respectivas historias. Foto: Cuartoscuro/Fernando Carranza/Gabriela Pérez

La final de los revolucionarios

Veljko Paunović y Robert Dante Siboldi, pese a tener todo en contra, tienen a sus equipos a 180 minutos de ser Campeones

La historia marca que las insurrecciones cambiaron los destinos de muchas naciones, muchísimas.

El futbol, tan cercano a la historia de los pueblos, va incluido en ello. Porque la presencia de hombres que se atrevieron a ir en contra de lo acostumbrado influyeron directa o indirectamente en la vida de un equipo de futbol o hasta de un país entero.

Quizá los casos del serbio Veljko Paunovic y el uruguayo Robert Dante Siboldi no cambien el destino de México. Pero es un hecho que sus respectivas “revoluciones” provocaron que los clubes que hoy representan estén a sólo unos pasos de engrandecer sus respectivas historias.

“Pauno” ya entró a un nivel que lo acerca a la inmortalidad con Chivas. Con apenas seis meses, el hasta entonces desconocido entrenador balcánico y apuesta del español Fernando Hierro, tiene al Guadalajara en una Final de Liga.

No es poca cosa lo hecho por el europeo. Porque su trabajo va más allá que pelear por el título. Veljko le ha impreso a su equipo una identidad de juego evidente misma que producto de su metodología de trabajo. Es disciplina y saber aprovechar las virtudes de sus hombres, tratando de minimizar los defectos al máximo.

Chivas también carecía de respeto a nivel nacional y, en un semestre, el timonel eslavo se encargó de cambiar la cara de un grande que era ya visto como todo, menos un titán del futbol nacional. La revolución de Paunovic está llegando a su punto más álgido y eliminar al América, con todo en contra, en el Estadio Azteca es la muestra más clara.

Pero enfrente está otro “insurrecto”. Siboldi no se quedó atrás y demostró que su papel como leyenda de Tigres va mucho más que el hecho de haberse quedado con el equipo tras su descenso en 1996.

Robert agarró a un equipo que parecía desahuciado y con un margen de error ínfimo. Su permanencia al mando del barco dependía de dos factores: ser Campeón de Concacaf y salvar el Clausura.

Es cierto, se quedó corto en el plano internacional, pero compensó con creces la segunda tarea. Porque no sólo levantó anímicamente a su equipo tras la eliminación en la Champions, sino que lo encaminó a librar la Repesca, Cuartos de Final y Semifinales, siendo estas últimas un semi clímax porque implicó dejar fuera de combate al mayor némesis deportivo, el Monterrey con todo y su etiqueta de superlíder.

La historia dicta que los revolucionarios y sus sublevaciones cambiaron el rumbo de naciones enteras. El futbol no está ajeno a ello y el título del Clausura lo disputarán un par de rebeldes con el conocimiento y armas necesarias para completar sus respectivas obras.

PD: ¿Recuerda por quién dije que apostaba al arranque de la Fiesta? Nos vemos el otro lunes.

 

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